JUDAÍSMO EN EL SIGLO XXI


Por Yamila Dubini //




Ir al templo en ciudad universitaria y otras cosas de hebreos modernos

En el mundo de muchos millennials y centennials las tradiciones y la religión pueden volverse aburridas y hacer que los más jóvenes pierdan el interés y más cuando la generación que los educó se alejó también de muchas costumbres. Dentro de la comunidad judía argentina, diferentes entidades que van desde instituciones educativas hasta los mismos templos, ofrecen oportunidades sociales y culturales tales como: viajes económicos, posibilidades de trabajo en el exterior, becas de estudio, y hasta fiestas en hoteles de lujo para que la juventud se adentre en su historia y creencias.

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Julieta Kogan pertenece a una familia judía, practicante, pero que no está ni cerca de ser ortodoxa. Fue a colegios judíos como lo hicieron sus padres y su tiempo libre lo ocupaba con actividades de los clubes a los que iban todos sus compañeros de clase. Era lo normal dentro de su entorno, seguir compartiendo tiempo juntos más allá de la escuela. Recibió la Tora en tercer grado y festejó su Bat Mitzvah, tradiciones que significan pasajes a la mayoría de edad. 

Usa el pelo largo hasta la cintura y lacio, ama llevarlo así, jamás podría raparse y usar peluca como las mujeres ortodoxas. Respeta las concepciones que tiene su religión, pero no las comparte, su femineidad no lo permitiría. Su feminismo tampoco, considera que hay mucha desigualdad entre lo esperado por la sociedad para hombres y mujeres. Esa es una de las razones por las que la mayor parte de su vida no se sintió interesada en acercarse a las tradiciones judías.

Siempre le gustó visitar lugares nuevos, conoció varias ciudades con su familia y luego sola, pero recorrer el mundo no es tan fácil económicamente como para poder hacerlo todos los años. Así fue como decidió informarse sobre los viajes que proponen las entidades de las que forman parte los jóvenes de la comunidad judía en Argentina.

Por el hecho de ser judío, entre los 18 y 26 años, existe el “Birthright Israel”, que es el derecho a conocer Israel para fortalecer la identidad hebrea, y cada año viajan 37 mil personas de diferentes partes del mundo para adentrarse en la cultura de ese país. Según un estudio de la Universidad de Brandeis, de Estados Unidos, sobre una cantidad de jóvenes adultos judíos en la Argentina la mayoría de los que se anotan para realizar este viaje se identifica como “un poco” o “para nada” religiosos, como el caso de Julieta.

Este viaje era la primera opción que todos le recomendaban y por el costo era la más accesible, pero no estaba segura de querer ir allí. Finalmente optó por otra alternativaque ofrecía una de las entidades judías que consistía en un programa de trabajo en Estados Unidos en un campamento de verano. Allí conoció mucha gente de otros países que habían viajado a Israel y la convencieron de que realice esa experiencia. 

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Viajar a Israel por ser judío implica conocer antes lo que significa pertenecer a la religión. En pleno barrio de Once, en la misma manzana del Templo Sucath David se encuentran las aulas donde se dictan las clases de Estudios sobre el judaísmo. Luego de dos horas que pasó aprendiendo sobre costumbres y tradiciones festivas, Julieta camina con dos compañeras rumbo al Subte B para volver a casa. 

—La semana que viene es Rosh Hashana (Año Nuevo), en casa tratamos de hacer todo como indica la costumbre, ni siquiera tocamos electrónicos–dice una de las chicas. 

—Nunca estuve ni dos horas sin celular-responde Julieta.

Tres estaciones y está en Medrano. Son las diez de la noche cuando llega al edificio de la calle Corrientesdonde vive. El ascensor se abre en el piso 5 y avanza por el pasillo. Todos los departamentos tienen una Mezuzá al lado de la puerta, una especie de caja pequeña que adentro lleva unos pergaminos con rezos de, que indica ante Dios que en esa casa habitan judíos. Menos el suyo, un año se robaron todos los del edificio y no los repusieron. Entra a su casa y está su familia esperándola para cenar. 

—¿Qué hiciste de rico, ma?

—Chuletas de cerdo y ensalada.

—Como todos los lunes y jueves. 

—Mentira, el lunes no comimos esto.

Se une a la mesa al lado de su hermana. Silencio mientras se sirve una porción, toma un vaso de soda y le responde.

—No, digo cosas con cerdo, Comimos milanesas con jamón y queso.

—¿Y? 

—Desde que tuve la clase de las reglas de Kashrut (comida kosher), siempre que vuelvo de clases comemos cosas que la religión no permite –contesta bromeando.

—Es casualidad, pero para que no te hagas ideas raras. 

—Si no es cerdo, es el animal con su producto o algo. 

Si bien las leyes y preceptos religiosos correspondientes a la alimentación son extensos, podrían resumirse en una división de tres tipos de comida: kosher, parve, y taref. Kosher son aquellos alimentos que cumplen con las reglas alimenticias del judaísmo, el más básico es no mezclar al animal con su producto. Los alimentos parve son los que no tienen lácteos ni carne, por ende, pueden consumirse con cualquier alimento kosher. Por último, una comida taref es aquella cuya ingesta está terminantemente prohibida, el caso más conocido es el del cerdo y todos sus derivados.

La ventana del comedor está abierta y corre el aire fresco de casi primavera. De fondo suenan los autos y colectivos que circulan por la avenida Corrientes, y en primer plano se escucha la voz de Julieta contando lo que aprendió en la lección que tuvo hace un par de horas. 

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Ya salí de cursar, vengan para la 321”, dice el mensaje de whatsapp. Es viernes en Ciudad Universitaria. En el tercer piso, Julieta cursa Semiología del CBC para la carrera de Diseño Gráfico, así que está cerca del aula a la que la citan. Es hora de almorzar y va cayendo gente al aula libre de profesores. 

Cada semana el primero de los integrantes del grupo de whatsapp “FADU viernes” que termina su clase, busca un aula vacía para almorzar juntos. El administrador del grupo es el Rabino Zalmy quien invita el almuerzo a los alumnos judíos de la universidad que quieran compartir un rato juntos y aprender acerca de sus tradiciones o simplemente comer. A Julieta la invitó a sumarse una compañera de Sucath David. 

En el salón juntan dos mesas para que puedan entrar los quince alumnos. Siete son chicas, quienes a pesar del clima primaveral llevan sacos y buzos de manga larga para tapar sus brazos por respeto a los preceptos ortodoxos sobre la vestimenta. Zalmy viste un traje negro, una Kipá (pequeña gorra tradicional en los hombres) y un sombrero que se sacó al entrar al aula. Entre bagels de salmón y sushi conversan.

—La festividad de Sucot se celebra durante una semana dentro de una cabaña, para recordar a nuestros antepasados que vivieron 40 años en este tipo de viviendas en su travesía por el desierto hacia la Tierra Prometida. Esta semana vamos a hablar sobre el Etrog, uno de los cuatro elementos nacidos en Israel que la caracterizan. 

En medio de los restos de comida y los vasos descartables el Rabino pasa el fruto para que todos huelan su característico olor cítrico mientras explica su simbolismo.

—Como tiene un aroma y un sabor agradable representa a la persona que tiene conocimiento de Torá y buenas obras.

La Torá es el texto que constituye el fundamento del judaísmo.

En sus comienzos como rabino Zalmy no se hubiese imaginado llevar los elementos de una festividad a una universidad pública. Sin embargo, la tecnología permite un contacto directo con la juventud, este hecho llevó al templo a iniciar este tipo de proyectos y, en lugar de esperar a que los jóvenes se acerquen al templo y a la entidad de educación, van a los lugares que frecuentan ellos. 

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El Instituto Superior de Estudios Judaicos (ISEJ) tiene como objetivo dar un marco social a los jóvenes judíos de Argentina para garantizar una continuidad en el ámbito de las tradiciones. Les ofrecen a los jóvenes un gran viaje en grupo acompañados por su staff, a destinos como Nueva York o Europa del Este cuando finalizan sus estudios. Nueva York es el más elegido. 

Las inscripciones se realizan en marzo con fechas de despegue en diciembre y enero. A pesar de la pandemia, se anotaron al menos 100 jóvenes con la esperanza de un futuro estable para fin de año. Los planes de viaje y los aviones están en stand by debido a la presencia del coronavirus,pero las clases continúan para no perder el ritmo. Los cursos virtuales que se ofrecen van desde orientaciones más religiosas como fiestas y costumbres a clases de cocina, charlas sobre actualidad y debates sobre ideologías.

Diego es de contextura pequeña, ojos celestes y cabello oscuro. Está casado y tiene dos hijas menores. Diez años atrás realizó el viaje de Birthright Israel y continuó aprendiendo sobre judaísmo. Después decidió que quería compartir su conocimiento con más gente, así comenzó a dar clases en ISEJ.

En el living de su casa se ubica frente a su notebook mientras espera que se conecte su grupo al Zoom. Detrás de él se observa una ventana y la luz del sol hace contraste con su perfil y lo refleja en ella, a la vez hace resaltar la Kipá que lleva en la cabeza. Hoy toca clase instructiva del viaje a Nueva York. 

A las 17.30 comienza el encuentro por Zoom y participan 83 alumnos. En lo presencial se dividiría en tres aulas en diferentes horarios, pero en este formato virtual van todos juntos. Él les da la bienvenida y a medida que saludan, se van silenciando sus micrófonos.

—Mi nombre es Diego, soy de Trip2U, y estoy acá para responder todas las dudas que tengan. Para empezar, les voy a contar algunas actividades del viaje a Nueva York. Además de los clásicos, como el Empire State y hacer compras en Times Square, somos la única empresa que ofrece un paseo en limusina y asistir a un partido de la NBA. 

El profesor continúa enumerando el itinerario, con detalles de las actividades y luego habilita los micrófonos para consultas. 

—¿Cuál es el contenido religioso del viaje? –pregunta un participante.

—Hacemos una visita a la casa del Rebe, el rabino más importante de la comunidad a nivel mundial, vamos al cementerio judío y pasamos Shabat en la casa de una familia local. 

—¿Nos dan tiempo libre para recorrer o los paseos ya están todos decididos?

—Les damos una tarde libre y hay paseos que son opcionales, así que si no los quieren hacer pueden planear otra cosa. La idea es que aprovechen el viaje para hacer turismo a la vez que aprenden sobre lo que vamos a ir viendo en nuestras clases previas al viaje.

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De la misma forma que Julieta participa de los viajes, aprende sobre la cultura, e implementa algunas de las enseñanzas que tomó de sus clases de estudios judíos; Camila, su hermana, es todo lo contrario. Ella no hizo ninguno de los planes de viaje, sabe que eso implica un año de cursada de religión que rechaza porque no va con su estilo de vida.

La fiesta de Rosh Hashaná celebra un nuevo año cada septiembre con un brindis de manzana con miel que representa la dulzura natural y la dulzura que hay que trabajar para poder conseguirla. Desde ese momento hasta diez días después, comienza una introspección sobre el año terminado que da paso a proyectar para el siguiente. Esto finaliza con Yom Kippur, el Día del Perdón, en el queDios firma en su Libro de la Vida quiénes van a vivir un año más y quiénes no. Ese día se realiza un ayuno que comienza con la primera estrella y termina con la primera del siguiente.

En la casa de la familia Kogan, Julieta y su padre siguen la tradición del ayuno, mientras que su hermana y su madre no, a pesar de ser esta última la única que cree en Dios.El acercamiento al judaísmo del resto va del lado de la ética y no desde la creencia en un ser superior.

—Mi única conexión con la religión es la familia. Respeto lo que se haga en casa, pero no tengo interés en festejar algo sola tampoco –cuenta Camila-. Igual nunca voy a faltar al cierre de Yom Kippur cuando mi mamá llora de emoción por saber que va a vivir otro año. No todos creemos de la misma manera, pero nos acompañamos.

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Más allá del ambiente en el que creció cada joven y el interés que pueda tener por cumplir al pie de la letra las costumbres de la religión, no hay dudas sobre que la comunidad judía argentina cuenta con variedad de oportunidades para que los jóvenes puedan acercarse a su cultura.

Entre compras en Nueva York y almuerzos universitarios invitados por un rabino, cada participante absorbe experiencias y enseñanzas camufladas de las costumbres judíasen su vida cotidiana. De esta manera, las tradiciones pasan a un plano más tangible y accesible para las nuevas generaciones, y les facilita el entendimiento de que esos simples y ancestrales actos pueden formar parte del día a día de cada uno.