GROOMING EL ENEMIGO SILENCIOSO


Por Natalia Pedraza //


—¿Querés que seamos novios virtuales en secreto???

—Y cómo es eso, pero los novios se dan besos. Vos sos grande y me da miedo—dice Gabriela. 

—¿Pero nos podemos mandar besos por video llamada cuando vos puedas querés???

—Solamente lo vamos a saber vos y yo nada más ¿querés???—pregunta Gonzalo. 

Es un día nublado y son las cinco y cuarto de la tarde. Gabriela habla por WhatsApp con Gonzalo, con un vaso de gaseosa en la mano. Agarra unas galletitas y se sienta en el living del lado de las cortinas. 

Él quiere ser su novio, pero ella tiene nueve años y él veintiséis.


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Gaby, como le dice su familia, tiene ojos negros y es de baja estatura, pero eso no le impide llegar al estante de la cocina para sacar sus galletas favoritas.Su mamá las hace especialmente cuando no está apurada. Losrulos le llegan por debajo de la cintura. Los sábados se levanta temprano y no se pierdesu dibujo animado preferido.

La familia de Gabriela es oriunda de Mar del Plata, donde todos los veranos disfruta de la costa. Armar castillos de arena para luego derribarlos, comer choclo al mediodía, disfrutar del sol a las seis de la tarde con el mate y el olor a la tortilla recién hecha.Estas son algunas de las cosas que gozan cuando están juntos en esa ciudad.

Su habitación es de tres por tres y la comparte con su hermana más pequeña. Es agosto y el viento golpea la ventana. Se escuchan los truenos y sobresale un aroma a tierra mojada. Nadie se podría haber imaginado que el peligro estaba cerca. 


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La mamá de Gabriela es Sandra y este año tuvo que salir al rescate al hacerse pasar por su hija para evitar un posible abuso. 

Comerciante desde los 23 años, tuvo que arreglárselas para trabajar y criar dos hijas sola.  La vida la llevó a tener su propio negocio de golosinas. El cabello castaño le enmarca el rostro en el que se destacan los ojos grandes que muestran enojo y pena, pero aún así es muy activa. A Sandrale gusta hacer todos los días hacer las 20 cuadras en bicicleta hasta el trabajo. Usa anteojos con marcos negros que le tapan un lunar al costado del ojo izquierdo. 

No está como todos los días.Suele reírse, pero hoy no. Resopla y entra a la casa. Va y viene por el pasillo que da al patio.Se sienta en el piso dos minutos y se vuelve a levantar. Pateaunas botellas de cerveza que están en el camino mientras se muerde los labios. Quiere decir una puteada y no le salen las palabras.

A mediados de agosto Sandra hizo su descargo en Facebook por lo sucedido con su hija, víctima de grooming. Ella le prestaba su celular para jugar y la niña se creó una cuenta de TikTok con su correo de Gmail. 

El grooming consiste en el acoso o seducción a un niño, niña o adolescente, por parte de una persona mayor, para obtener algún tipo de gratificación o imágenes sexuales del menor, o bien, como antesala de un posible encuentro personal con la víctima.

Es un delito tipificado en el artículo 131 del Código Penal argentino, con una pena en expectativa (pena que establecerá el juez al momento de dictar sentencia) de 6 meses a 4 años de prisión. 

—¿Cómo puede ser que los padres no supervisen el uso que hacen sus hijos de los celulares?—leeSandraal azar entre los reclamos que le hace la gente en las redes

Repite una y otra vez el texto de su publicación. Después de haber hecho la denuncia, lo primero que hizo fue contar lo que pasó. Sigue leyendo en voz alta mientras hace zoom a la pantalla del celular. Los comentarios son varios y los lee uno por uno.Mientras tanto, limpia sus lentes con la remera y nota que una de las patillas está rota.


—Tuve que recibir 50.000 reacciones y comentarios.Algunos de apoyo y otros de felicitación.Pero, en su gran mayoría, cuestionaban mi actitud como madre.

Gaby empezó a hacer videos.La plataforma permite crear videos cortos de un minuto promedio.Hasta que un hombre le mandóun mensaje por privado. Luego de leerlos, fue a buscar a Sandra para decirle que alguien le insistía para que responda.Ese mismo día le paso su WhatsApp al acosador y empezó el infierno.

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El COVID-19 hizo su aparición e impactó al planeta Tierra.Un mundo paralelo y oscuro se potenció. Según la Unidad Fiscal Especializada en Delitos Informáticos de la Ciudad de Buenos Aires (UFEDyC).,los casos de grooming, difusión de imágenes íntimas sin autorización, hostigamiento digital y suplantación de identidad aumentaron el doble en los dos primeros meses de la cuarentena: pasaron de 2875 a 5062. 


El presidente de la ONG Grooming Argentina, Hernán Navarro, indica que 6 de cada 10 chicos y chicas de entre 9 y 17 años, hablan con desconocidos por internet y 3 de cada 10 se encontraron alguna vez personalmente con alguien con quien se contactaron por ese medio.La mitad de los chicos se encuentra en riesgo todos los días en sus propios hogares.

Esta institución brinda ayuda a las víctimas con contención psicológica y en algunos casos legal. Sandra recurrió a este lugar en busca de asistencia y la respuesta fue de inmediato. Antes de llegar a la institución, durante una semana, habló con el acosador. 


—Quería atraparlo a toda costa. Tuve el instinto de seguir la conversación con Gonzalo.Pensé que podría pasarle a cualquier madre, a cualquier hija.Cerraron todos sus perfiles y lo escracharon en la red. A él no le importó que mi hija tuviera nueveaños.Incluso le pidió que se sacara fotos en el baño y se las mandara—explica Sandra.


—No le digas a tu mamá.Que sea un secreto entre nosotros—le dijo Gonzalo a Gabriela en uno de los chats.

Pero no fue la única en ser engañada.


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Camilaestásentada en la cocina mientrasprepara su examen de inglés. Aprovecha y se hace un mate cocido. Suele prestar atención en clases, pero últimamente está más dispersa. A veces, sin estudiar, se saca ocho. De repente, la mesa vibra y suena el celular dos veces: una notificación de Facebook Messenger y otra de WhatsApp. Antes de responder agarra el teléfono y corre a su habitación. Prende la tele y la deja con volumen bajo.

Con 13 años,suele pintarse las uñas de rosa. Se acuesta en la cama y acomoda unas almohadas. Atrás de la cabecera hay un poster de los Babasónicos, su banda favorita. De una familia clase media es la menor de tres hermanas con las que tiene 15 años de diferencia. Va a un colegio católico cordobésy por eso tiene asistencia perfecta los domingos a la iglesia.Sus padres están jubilados y aunque pasan la mayoría del tiempo en casa, a ella no le dan mucha importancia. Recién charlan en la cena, pero tampoco hay muchos temas de conversación. Eso sí, la religión es lo primordial en ese hogar. 

En las tardes le encanta leer el comic japones Inuyasha. Solotiene una amiga del barrio, casi no sale de su casa. No se habla con nadie en su clase.Lo que más le gusta es pasar tiempo a solas en su cuarto y mirar su celular. 

—Tranquila Camí, estas cosas pasan, a mí me pasó lo mismo. Ellos se lo pierden, no les des bola—dice Juan de 16 años.

—No quiero sentirme así, me miran raro porque escucho otra música—responde Camila.

—Ya todo va a estar mejor, sé la clase persona quesos. Me tenes a mí—agrega él en el audio.

—Gracias Juanchi, sos el único que me escucha y entiende. No puedo hablar con nadie que no sea con vos. Te dejo que me tengo que ir a estudiar—con una leve sonrisa contesta Camila.

—Quedáte conmigo, no seas mala, después estudiás—insiste el joven.

—Es que es re difícil y vengo preparándolo hace un montón, más tarde te llamo- se despide Cami.

Luego, ella se encierra en el baño a llorar y se mira en el espejo, repite una y otra vez: "esto no me puede estar pasando”.Hace meses que viene agobiada, se siente muy sola. Saca de un estante una toalla de mano y seca sus lágrimas.

A Juan lo conociópor Facebook.Su amistad lleva seis meses, hablanuna vez por día y cuando tienen más tiempo, tres veces.En general por la noche.

Es la hora de la cena. Camila está encerrada en su habitacióny hace 45 minutos llama a Juan sin parar. Hasta que él le contesta.

—¿Dónde estás? ¿¿Porque no me contestabas??—le dice Camila cuando él por fin atiende.

—Siento que me usás cuando estás mal— dice Juan indignado.

—No.Sos mi amigo y te necesito—Camila lagrimea con la voz temblorosa.

—Demostrame que es así. Pasame una foto cuando salgas de bañarte –le dice élycuelga inmediatamente.

Al final, “Juanchi” tiene 46 años.


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—Para mí fuealgo distinto. Me entendía en todo. Pensaba solo él y quería que pensara solo en mí. Me hacía sentir especial, pero al final todo era todo mentira, una mentira que me cagó la vida. Terminé hasta incluso haciéndome cortes en los brazos, quizá porque pensé que podía solacon todo.

—Un día no aguanté más y se lo conté a mí hermana. No sabía qué hacer.Enfrentar que se había hecho pasar por alguien. Caí en su juego porque confiaba en él. No sé cómo hice el clic, pero finalmente hablé—relata Camila a través de una videoconferencia. Tiene los brazos cruzados y en uno de ellos tiene un tatuaje que dice “Liberty”. 

Hoy, tiene 25 años y ayuda a personas que sufrieron grooming. Intenta que su vida continúepara darle algún significado. Por eso, acompaña hace seis años a víctimas.

—Daba la casualidad que a mí me gustaba tal canción y justoa él igual. De repente compartíamos los mismos gustos para todos. En ese momento no me daba cuenta.Tenía un amigo que al final era más grande que yo, porque sus dieciséis años eran falsos y yo no lo sabía.

Cuando los padres se enteraron,hicieron la denuncia y,para atraparlo,pactaron un encuentro con Juan. Ahí es donde la policía lo detuvo,y se lo imputópor el delito de grooming.

—Al principio me estremecía.Me arreglaba para verlo. Esperaba a la noche para hablar con él. Las charlas parecían normales excepto cuando estaba triste que me pedía fotos. La primera vez no me pareció raro.Cuando me pedía de cuerpo entero, me daba cosa. Siempre me decía “qué linda que sos” y que no era como las otras chicas. “Sos muy madura para tu edad”.

—Hablábamos horas. Ahí fue donde empecé a descuidar el cole.Estudiaba para zafar. Cuando se pudrió todo, no quería ver a nadie.  No salía de mi cuarto.Estuve fácil dos años así. La psicóloga me había dicho que era porque tenía estrés postraumático y depresión—cuenta Camila. Respira profundo y se queda en silencio.

Las personas que sufren este tipo de acoso pueden llegar a tener secuelas que quedan parasiempre e incluso pueden atentar contra su propia vida.

—Me dijeron que Juan era soltero, vivía con su madre yquetrabajaba de reparador de PC.

Ella está ahí con una sonrisa. Ahora estudia abogacía.Prende un cigarrillo y apaga la cámara. 


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Bahía Blanca es una ciudad que dejó de ser pueblo hace rato. En mayo de 2016 encontraron el cuerpo Micaela Ortega de 12 años, después de 30 días de sudesaparición, en un descampado de la ciudad.El 23 de abril Micaela salió de su casa para encontrarse con “Rochi”, su amiga de Facebook. En realidad, era Jonathan Luna. 


Jonathan conoció a Micaela en esa red social. Se hacía pasar por una chica que se llamaba "Rochi de River”.En el perfil estaba el escudo de ese club. La amistad creció enseguida hasta que le propuso un encuentro. Él (Rochi) le dijo que en vez de ir “ella” iba a estar su “primo”. Así fue como Micaela se cruzó con Jonathan Luna, que la hizo caminar casi cien cuadras para asesinarla.

Después de lo ocurrido, la mamá de Micaela,Mónica Cid,se enfrentó a uno de los peores días de su vida:la sentencia.  Homicidio triplemente calificado por haberse cometido sobre una mujer, por violencia de género, alevosía y para ocultar otros delitos en concurso real con acoso tecnológico y robo, dijo el Tribunal Oral Criminal (TOC) número 1 de Bahía Blanca a Jonathan Luna de 28 años.

Ahora Mónica lucha para generar conciencia acerca del grooming. Dio charlas por todo el país y no puede olvidar lo sucedido. Trabaja en un vivero. Perdió a su hija, recompuso la relación con su hijo, pero todos los días recuerda a Micaela, que hoy tendría 16 años. Su caso marcó un precedente en la justicia argentina debido a que se puso el acento en el femicida, es decir, que el tribunal falló con perspectiva de género.


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—No hay una clase social, no hay un nivel educacional pero el perfil psicodinámico y psicológico del groomer es muy particular, el 99 % son hombres. Tiene que ver con la actitud masculina del cazador—dice la perito oficial del Poder Judicial de Córdoba, Marcela Scarafía.

Se denomina groomer al que comete el delito de grooming. A diferencia de los abusadores convencionales los abusadores digitales preparan el terreno con mucha antelación y cautela.

En la época de las cavernaslos hombres buscaban a sus presas para sobrevivir, algo característico de los neandertales. Esto se mantiene en los perfiles de los abusadores de grooming. Entre el 10% y el 15% de los groomers consuman el hecho con el niño. En general, no necesitan tener contacto físico, según Scarafía.

El proceso comienza mediante un perfil falso de la persona a través del cual busca ganar confianza con el otro. En general, lo que sigue, es la búsqueda de información sobre el menor y de su familia para que el acosador pueda convertirse en confidente del chico. Continúa con la seducción, por lo tanto, tratará de conseguir fotos o videos íntimos. El factor clave va a ser el chantaje y la culpa para llegar al acoso; llevará a la víctima a establecer una relación física o virtual.

—Le gusta mirar, se excita con la mirada. Por eso uno de los motivos por losque usa la pantalla es ese—dice Marcela. 

Lo que tienen en común estos “depredadores” es la gran cantidad de “amigos” que tuvieron en sus redes sociales. Por ejemplo, Gonzalo en TikTok tenía 1000 contactos de menores de edad; a Luna, le encontraron 2000.


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Las redes sociales son las herramientas para comunicarse por excelencia. Por ejemplo, ¿quién no tiene Facebook? El confinamiento hizo que todos estuvieran más conectados, en especial, los más pequeños. Clases por Zoom, Classroom, Meet, usuarios y contraseñas se desbordan como la lava de un volcán a punto de erupción.

Solo en 2019 se registróuna denunciacada 13 horas de grooming según el Ministerio Público Bonaerense. ¿Sabemos quién está del otro lado de la red?