CAMINOS DEL CANDOMBE


Por Giovanna Seta //


El suelo vibra sutil. Inspira el sonido y se engloba. Exhala para al fin besar la tierra por debajo del cemento. Los autos transitan como todos los días hasta que se cruzan con las comparsas que ya están desfilando. Algunos conductores disfrutan en cuotas, otros rezongan. Los adoquines de San Telmo se fortalecen al sentir llegar incontables pies. 

La calle ya no le pertenece a nadie. Empezó la Llamada de Candombe.

México y Tacuarí es el punto de comunión. El calor de noviembre hace crepitar cualquier pedazo de madera que se elija para hacer el fuego ritual. Los tambores están dispuestos en círculo alrededor de la fogata para ablandar el cuero de sus parches. Guirnaldas de colores cruzan las veredas de lado a lado sujetas por balcones. Si el cielo viera esa procesión de personas siguiendo a las comparsas pensaría que son sus estrellas.

Desde el comienzo del día hasta cuando terminó ala noche, la sangre de los que presenciaron esa llamada corrió en sus venas a la velocidad de un caballo que galopa sin herraduras ni frenos en la boca. 


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Nico Valente, de 34 años, es free lancer y tocador hace diez años. Su barbita es tipo candado, los ojos marrones intensos. Sus manos parecen la corteza de un árbol. Pasó por la comparsa Tambores del Túnel, que nació y se sostiene de manera autogestiva en el Oeste de Buenos Aires para convocar al ritual candombero.

 —En ese entonces los morenos eran esclavos y el candombe era un momento de liberación que tenían—recuerda Nico de lo que había investigado—El paso es cortito porque iban con grilletes en los tobillos. Eso se refleja más en la danza porque no llevan tambor e igual la forma de bailar con los pies es en el lugar. Es como que les decían “el domingo es tu día, podés salir, disfrutá, pero, ojo, estás atado acá”.

La agrupación Tambores del Túnel -como todas- antes de salir a caminar por el barrio, se reúne para templar, es decir, afinar el tambor a las llamas. Es la mejor excusa para que sus integrantes puedan bajar un cambio después de una frenética jornada de trabajo; hacen asambleas y coordinan el ensayo, la preparación del cuerpo de baile y la ubicación de los tamborileros, entre otras cosas. 

—Aunque haga calor, el fuego siempre se prende—Nico agarra un pucho armado con tabaco y la chispa del encendedor parece estar presente hasta en ese acto—Contemplarlo lleva a momentos de reflexión, tiene esa magia. El candombe me dejó el aprendizaje de crear en comunidad, de manejarme en grupo y conocer gente. Tiene que ser sano. Al fin y al cabo, son relaciones humanas, personas que se juntan a compartir algo.  

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El candombe es un legado cultural de más de 200 años, reconocido por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.  Inmaterial porque expresa un espíritu infinito, ancestral.

Por más que se difundió y fue mutando, el origen del candombe es afro-uruguayo. Los negros traídos de África a Uruguay en la época de la colonia le dieron nacimiento y la ciudad de Montevideo se convirtió en su cuna, ya que por su cercanía al puerto acobijó a la mayoría de los afrodescendientes. En Buenos Aires y Montevideo cruzaron el Río de la Plata personas esclavizadas de diferentes tribus africanas. Eran cazadas, secuestradas y compradas por los imperios hegemónicos para servirse de su mano de obra en las explotaciones algodoneras, azucareras, y mineras. 


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La figura delgada de Hernie mpieza a deslizarse. El costado derecho de su cuerpo se expande en eco al iniciar el movimiento y hecha raíz con el pie de ese mismo lado. Esa energía fluye hacia el pie izquierdo que ancla y hace girar a Herni sobre su eje. Luego se pierde en un trance. Espirales rubias saltan alegres en su melena. Las telas de su vestimenta se pliegan varias veces en su cintura y abdomen. De la misma forma se puede describir la danza de las bailarinas candomberas.  

Los ojos claros de Herni están delineados de negro. Clava la mirada. Sus brazos ondulan, las manos ofrecen y esparcen flores y semillas. Al fin se detiene y toma la guitarra. Arranca así el show de La Levadura Onírica, con su creador Herni, un proyecto musical y teatral que abarca canciones de todo tipo, incluso de candombe.  

Un reloj antiguo en una jaula está en escena como puente para ir y venir en el tiempo. El tambor parece cumplir la misma función, pero con misión de deshacer sus ataduras temporales e históricas o como barrera inmunológica para detener hasta al COVID-19. El anticuerpo de la inmunoglobulina A, gran hallazgo científico, empieza a surgir en los cuerpos de quienes están en su presencia, tal como pasaría con cualquier música o tratamiento alternativo. 

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El candombe tradicional montevideano llegó a la Argentina con un éxodo de afrouruguayos en 1973. Negros y morenas candomberos fueron a refugiarse a conventillos humildes de Balvanera, La Boca, San Telmo, Floresta, Chacarita, Soldati, Lugano y el conurbano bonaerense, para escapar de la dictadura que se vivía en Uruguay. Entre ellos estaba el tamborilero Hugo “Hueso” Ferreira, quien documentó sintéticamente en un escrito aquellos años en que el golpe cívico militar en Uruguay persiguió cualquier actividad que atentara contra el orden militar imperante.

—Cuando al ser humano lo desconectás de su espiritualidad o dios, hasta de la naturaleza misma, lo debilitás y así podés dominarlo, usarlo¬¬—manifiesta Herni sin titubeos—. Hoy en día siento que cambió el canal, pero en el fondo es lo mismo. Una persona que consume los medios que manipulan y generan miedo, se pone mal si algo la saca de su confort.


A muchos vecinos les molesta el arte de los tambores y lo consideran ruido. Las comparsas sufrendenuncias o son “invitadas” a abandonar el lugar. En pleno ensayo les tiran con huevos desde edificios; en otros con baldes con pis o agua caliente.


Herni, que conoce a Nico por las andanzas musicales, fue a Córdoba a un curso de meditación. Apagó el celular y cuando salió se encontró con el aislamiento obligatorio. Quedó varado en el medio del monte en la localidad de Santa Isabel. 

—Es un lugar muy especial, no hay calles ni negocios. Mucho silencio, entonces tocás y escucha todo el pueblo. Hemos tocado y bailado en plena cuarentena sin problemas.


El candombe llega a muchos rincones y se reinterpreta según el lugar, el momento y las personas.  Algunos referentes del tema consideran que muchos no hacen candombe verdadero. En la transmisión de conocimientos cada uno pone su impronta, su sello. Según los antropólogos Eva Lamborghini y Alejandro Frigerio,esos son “procesos de apropiación y resignificación del candombe en tanto interpretaciones locales y creativas del mismo”.

El ritmo de los tambores puede oírse en una canción; en una cuerda de tamboresentre tres; o a través de más de cincuenta personas en una comparsa con sus personajes típicos y bailarines.

—No vinimos a la vida a trabajar,pagar cuentas, comer e ir al baño—expresa Herni—En un momento, de tanto tocar el cerebro se apaga y solo estás conectando con el espírituy, por más que no sea consciente, el tambor llama. Mucha gente está en un despertar. Por eso el candombe está creciendo tanto.

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Un espacio de Ramos Mejía respira aire limpio gracias a una huerta. Martín Leytur tiene ahí su taller pegado a las hojas nuevas de lechuga. Taller heredado de su abuelo que tenía otro oficio. Maderas de todo tipo lo rodean. Chapas, metales, aserrín. La rusticidad tiñe el ambiente. 

Martín tiene 25 años, lleva camisola a rayas y una gorra dada vuelta le sostiene el pelo. Construye y vende tambores como fuente de ingresos; también talíes, que son cinturones lateralespara llevar colgado al tambor en las caminatas, y palos para “picotear” a esos “universos huecos”.

—Me encanta reciclar maderas porque al árbol le cuesta un montón crecer, se corta, la usan para pisos y la gente cambia los pisos como si nada, se van al volquete, como relleno sanitario y podrían ser un instrumento.

Antiguamente eran barriles de alimentos a granel improvisados tras clavar de un lado una lonja o cuero de animal; del otro lado no le ponían nada, quedaban huecos, y de ahí su sonoridad.

Tres tambores forman la cuerda o batea y se llaman Chico, Repique y Piano. Son tres hermanos de diferentes tamaños. Uno con timbre más agudo, otro saltarín y el último con voz más grave. En una comparsa esa tríada se multiplica e intercalados en hileras con cierta distancia aparecen chicos, pianos, repiques. El Piano hace el llamado de arranque con las manos firmes salpicando al parche,responde el Chico con la clave en un chá-cha-cha-cha-chá y entran a dialogar.

—Escuchar al otro ¿no?—analiza Martín—Todo lo que dice, lo que tiene para decir y cómo te lo está diciendo, eso es emocionante, estás dando todo por algo, por una nota que ya se voló. 

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Paulina hizo el camino contrario al de la mayoría. En 2013 se acercó al mundo candombero para hacer un trabajo de campo en su carrera de Antropología y se enamoró.

—Siento mucha liberaciónen el cuerpo y de mis problemas y cargas; incluso al ser un baile muy sensual, todo lo que es la cadera me costaba mucho y a medida que me fui soltando pude dar con la sensualidad que llevo por ser mujer¬—afirma Paulina

Ese mismo año la Ciudad de Buenos Aires declaraba el “Día del Candombe y la Equidad Étnica” para hacerle frente al racismo y procurar no negar más la cultura afro ni los derechos de los afrodescendientes. Corría la 8va Llamada de Candombe en Monserrat y la 5ta de “Lindo Quilombo” como llamada independiente sin el apoyo de ningún gobierno de turno.

—A diferencia de las afrouruguayasdonde hay director y una verticalidad, en estas nuevas comparsas suceden otras cosas—dice la antropóloga—Tocar con las chicas me empodera muchísimo, es como soy yo, es otra forma de ser en el mundo; es ser de una forma más fuerte, de ser en lo colectivo. 

Paulina está enKuyén, una comparsa-escuela de mujeres y disidencias con perspectiva de género, ya que el candombe tuvo mucho de machismo [como las sociedades mismas]. De pelo largo y negro, alegre y con decisión,transmite en el taller los pasos básicos a las principiantes. [Ahora, como mucho, puede hacerlo por Zoom]

—Hay más igualdad y se lucha por cuestiones que nos atañen a todas. La historia de resistencia que tiene, que se da en la calle, en un espacio público, a nosotros nos sirve desde el feminismo—resume Paulina.

Al igual, Los Tambores No Callan (LTNC), como colectivo abierto, se suma a marchassociales y visibiliza mediante esta expresión tan poderosa. 


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Herni Onírico vivía en una casa culturalen la que se guardaban más de una docena de tambores yferiaba artesanías de cuero en San Telmo. El candombe se le fue metiendo por los poros.

—El primer instrumento con el que tuvimos contacto fue la voz y a través de ella con el canto; el segundo fue la percusión, el golpear algo. Mi búsqueda va a lo anterior de la comparsa: al fuego, al baile y al tambor más entre nosotros, entre hermanos y hermanas¬—concluye Herni.

Van seis meses de abstinencia de candombe. Falta la música compartida y festiva. Hay algo que no se debate tanto yque no tiene que ver con lo económico nicon lo sanitario. La prioridad no son las prácticas artísticas en comunidad. 

Sin embargo, estos encuentros subterráneos permiten reforzar las defensas. Tamborileros, bailarines y descubridores del género y la cultura candombera intentan usar tapabocas y respetar las distancias. En espacios abiertos deciden volverse a ver. La prevención para algunos estará en la conservación del fuego del alma.