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Mostrando entradas de noviembre, 2017

La muerte le sienta bien

Por Micaela Robles En promedio, una persona atraviesa de cuatro a seis veces en toda su vida la muerte de algún familiar directo; pero Daniel Dauria lo comparte de cinco a diez veces por día. Para él, es normal; toda su familia está involucrada en el negocio. Es invierno. El reloj marca las 12 del mediodía en la Casa Dauria, ubicada en el corazón de San Justo, al oeste del Conurbano Bonaerense. El abundante movimiento indica que es temporada alta. Un grupo de personas se reúnen en la entrada. La sala está ambientada para la ocasión: con sillones largos de - frío-  cuero marrón, las luces blancas reflejadas en los oscuros pisos de mármol, chimeneas, cuatro o cinco ventanas altas de madera, y alguna imagen de Jesús en una esquina. Poco a poco, ingresan todos hasta colmar la habitación. Se oyen los murmullos silenciosos de tres o cuatro personas en el centro. Una señora de traje azul y camisa blanca trae varias tazas de café y un par de sandwiches de miga apilados sobr

Las chicas de la guerra

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Por Noelia Monte El 2 de abril de 1982 comenzó la Guerra de Malvinas. El General Galtieri llevó tropas a las islas, con el afán de recuperar a la "hermanita perdida". El conflicto está lleno de historias con vida propia en donde las mujeres también fueron protagonistas. El 7 de junio de 1982, Silvia se preparaba para dar clase de instrumentación quirúrgica en el Hospital Militar Central de la Ciudad de Buenos Aires. Mientras los médicos se ocupaban de la teoría, ella junto a otras mujeres, se encargaba de enseñar la parte práctica a las alumnas de la escuela. Además, como la carrera había comenzado en marzo, para esa fecha vivirían su primera experiencia en quirófano. El entusiasmo y la efervescencia estaban a flor de piel. Sin embargo, llegó un mensaje inesperado a la institución: se necesitaban instrumentadoras mujeres para la Guerra de Malvinas. — Dejé ahí mismo a las chicas y vine a la dirección a presentarme –recuerda Silvia, hoy, con los ojos brillosos, d

Transformación

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No le gustaba jugar con las muñecas, ni usar pollera. Sabía que algo no andaba bien. Esta es la historia de la construcción de una identidad que demuestra valentía y coraje. Pero sobre todo, alivio. “Mi derecho a explorarme, a reinventarme. hacer de mi mutar mi noble ejercicio. Veranearme, otoñarme, invernarme: las hormonas, las ideas, las cachas, y todo el alma” (Susy Shock - “Poemario Trans-pirado”) Por Sol D´aurizio Cuando tenía 4 años, para ir al cumpleaños de una amiga, la mamá le puso un vestido floreado lleno de volados y con el cuello redondo bastante cerrado. Eso era una lucha.  A ella le agarraba una angustia difícil de explicar.  Era como si le estuvieran clavando un cuchillo: lloraba sin consuelo. La madre, comprensiva, le sacaba el vestido y ofrecía ponerle un pantalón con alguna remera. Poco a poco, se empezaba a calmar. Lo mismo con los regalos. Cuando cumplía años, el regalo -en general- era una Barbie y eso generaba un quilombo : revoleaba la muñeca a la