TRABAJO NO ESENCIAL


Por Raúl Toledo //



—Hola señora ¿Cómo está?

—¡Etelvina! Bien, por suerte ¿Cómo está tu bebé?

—Está muy saludable.

—Mire Etelvina, usted ya tiene que volver a trabajar. Yo no puedo pagarle si no viene.

—Está bien señora ¿Cómo haríamos?

—Yo te voy a sacar el permiso. De ahora en adelante quiero que vengas dos veces por semana. Te voy a pagar por las horas trabajadas.

— ¿Me va a bajar el sueldo? Yo no puedo aceptar eso. ¡La plata no me va a alcanzar!

De repente, el teléfono se corta. Del otro lado no hay respuesta. Es un frío 20 de julio de 2020 en la intersección de Las Flores y Gamboa(localidad de Rafael Castillo). Etelvina Brítez tiene 42 años. Sabe que las pocas posibilidades de mantener a su hijo de 3 meses se acaban de esfumar. Esa mañana se pregunta si, a su edad y con asma, volverá a tener trabajo. 

Etelvina es una más entre las 20 mil empleadas domésticas registradas que perdieron su única fuente de ingreso desde el comienzo de la cuarentena el 20 de marzo. Pero, además, no es la única bloqueada por sus “patronas” en WhatsApp entre las otras 55 mil que se encuentran en la informalidad y se negaron a trabajar para los dueños de las “casas de familia”.

***

Liniers. Es 26 de agosto. Etelvina hace fila para tomar el 106. Hay unas diez personas por delante. Un oficial está pidiendo el permiso para el transporte público. Solo pueden usarlo los “trabajadores esenciales”. Lo dice claramente el artículo 12 del decreto N°677/20. 

La fila avanza y ella se muestra inquieta. Sabe que no viajará hasta Recoleta para asistir a una persona mayor. Sin embargo, eso es lo que indica su “patrona” en el documento que sostiene en su mano derecha. La fila sigue avanzando. Solo queda una persona por delante.

—Permiso y documento por favor.

—Tome oficial.

Ella trata de disimular sus nervios. Lo mira a los ojos por un par de segundos. 

—Puede subir.

Etelvina paga su pasaje y se sienta. Después de aproximadamente un mes de ser despedida, su “patrona” logra que vuelva. El permiso dice que cuida al papá de su marido, una persona de riesgo de unos 70 años, y que vive en su departamento.

Las fuerzas de seguridad informan que la retención de permisos falseados ha ido en incremento. La irregularidad es más frecuente entre los pasajeros del transporte público. La mayoría argumenta que necesita ir a trabajar para mantener su puesto.

Al igual que sus “patrones”, las empleadas también pueden ser acusadas de un falseamiento de instrumento público que es un delito penal. Pueden ir a prisión de seis meses a dos años.

***

El plumero se le cae de la mano. Etelvina está sentada en el suelo del living. Siente que le pisan el pecho. Cada vez es más fuerte. Le falta el aire. Minutos antes, eligió ignorar la tos y seguir trabajando. Ahora es tarde. Casi no respira. Con la poca reacción que le queda trata de reincorporarse. Le tiembla el cuerpo. Busca su cartera. Cuando aparece, revuelve entre todas sus cosas. Sabe que necesita ese pequeño objeto que siempre le salva la vida. Sólo eso. 

Primero, una exhalación intensa. Introduce el inhalador en su boca. Son seis segundos. Dos inhalaciones y todo será normal nuevamente. Podrá seguir limpiando el polvo del departamento. Seguir como si nada hubiera pasado.

Etelvina va recuperando la respiración. Pero no puede bajar la guardia. Todavía tiene poca energía. Tras unos minutos, se levanta del piso. Utiliza la pared como apoyo. Con pasos lentos, busca un poco de agua en la cocina. Quiere enjuagar su boca y limpiar su cara.

En el departamento no hay nadie. Como su “patrona” le promete pagarle por las horas trabajadas, Etelvina no ve como opción volver a su casa. Abre uno de los cajones del aparador. Saca un trapo para improvisar un tapabocas. Con menos ritmo esta vez, con la mano izquierda lo sostiene y se cubre. En la derecha su plumero. Sale de la cocina en dirección al living. Debe seguir trabajando. 

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Son las 19:00. El atardecer se asoma por las ventanas del departamento. Permiso en mano, Etelvina sale en dirección a la parada del 106. En el camino tiene que pasar por la farmacia para recargar su inhalador. Mañana tendrá que volver. Aún forma parte del 22% de domésticas que dejaron de percibir ingresos.

La Unión del Personal Auxiliar de Casas Particulares (UPACP) es el sindicato que debe defender los derechos de estas trabajadoras. Al principio de la cuarentena informaron que las Aseguradoras de Riesgo del Trabajo (ART) no cubren, en muchas ocasiones, a las empleadas domésticas si contraencoronavirus o tienen accidentes laborales durante la vigencia del aislamiento social.

Como respuesta a este problema recomiendan exigir a los empleadores que categoricen correctamentea las domésticas para “estar en regla”. Si la negativa de hacer el trámite continúa, desde UPACP, aconsejan a las mujeres que se nieguen a presentarse en sus lugares de trabajo. Notificar al “patrón” o “patrona” la razón. Si es necesario, intimar para pedir el cambio de categoría correspondiente.

En la mayoría de los casos, las domésticas no están informadas sobre esta situación. Esa información no se las proveen sus empleadores. Ellos quieren que vayan a trabajar. Nada más.      

***

21 de agosto. Eli se apresura a terminar la limpieza. Tiene que hacerlo antes del mediodía. Ya llega la familia: una pareja con sus tres hijas.

Son las 11. Eli escucha el sonido de llave girando dentro de la cerradura. Entonces, acomoda todo lo mejor posible.

 —Hola Eli ¡Nos volvemos a encontrar!

Alejandro le da la bienvenida con un abrazo, al igual que su mujer y sus hijas.

— ¿Cuál fue el resultado de tu análisis?

Eli debió hacerse un hisopado nasofaríngeo (prueba RT-PCR) en la Clínica Central. El test fue pagado por su “patrón” con el propósito de obligarla a volver en medio de la cuarentena. Desde temprano, ella tiene el resultado. 

—Dio negativo, señor.

Eli Rivas tiene 35 años. Es mamá de una nena de cuatro. Para poder trabajar, deja el cuidado de su hija a su propia madre.

—Por favor ¿Puedo volver a mi casa este fin de semana para ver a mi hija?

—Es mejor que no Eli.Quedate por un mes con nosotros. La situación de contagios en provincia está jodida.

—Es mucho tiempo para estar lejos de ella ¿No hay una mejor opción?

—Esta es la mejor opción.Tu test me salió $5500.

La conversación termina. El “patrón” se retira de la sala del departamento. No hay otra salida. Aceptar las condiciones.

Eli saca el celular.  

“Mamá no me van a dejar volver, ya sabes por qué. Intentá explicarle a mi nena”

Desde su regreso al trabajo, Eli aceptó un salario menor sin horas extra con tal de no perder su trabajo. Su “patrón” le prometió pagarle a tiempo. En plena pandemia, el gobierno nacional prohibióen todas las jurisdicciones el trabajo de las domésticas. Además, exige a los empleadores mantener el pago del salario sin la necesidad de la contraprestación. Mientras tanto, es un viernes másen la “casa de familia” de la Avenida Callao.

***

En un departamento de la esquina de Beruti y Bulnes (Palermo), se encuentra Lilian Santos. Son las 20 horas. Vuelve a trabajar luego de varios meses. Es madre soltera. Tiene una hija adolescente. Alquila una habitación en González Catán. Hasta el 17 de agosto, ella se encontraba registrada como empleada doméstica“con retiro”.

Lilian está en la cocina. Prepara la cena. De repente, la puerta se abre. Irrumpe su “patrona”.

—Lilian necesito contarle cómo nos vamos a manejar ahora que volvió.

—¿A qué se refiere?

¬—Mire necesito que se quede con cama todo lo que dure la cuarentena. Ah, y este fin de semana la necesito acá.

—Pero me va a aumentar el sueldo ¿No?

—No, no puedo darle más de esos $18.000 por mes, pero es sólo durante la cuarentena.

Para el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), un adulto debe ganar $15 mil para que no sea considerado pobre en Argentina. Este monto no incluye los gastos de alquiler, entre otros aspectos.

Lilian asienta con la cabeza. Mientras su “patrona” se retira de la cocina queda paralizada. No estaba preparada para la noticia.

Creía que todo sería distinto en su regreso. El cambio de su categoría como personal doméstico implica un aumento de salario. Lejos de eso, sigue formando parte del 48% de trabajadoras de casasparticulares que no pueden cubrir las necesidades básicas.

Lilian toma su teléfono. Escribe por WhatsApp lo primero que se le viene a la mente.

“Hija no me esperes para cenar. No voy a poder volver en las próximas dos semanas. Por favor cuidate mucho. Salí lo menos posible a la calle” 

Como este caso, la UPACP advierte que ha recibido cientos de llamadas durante la cuarentena denunciando el cambio de categoría, “de retiro” a “con cama”, sin el aumento de sueldo y la actualización de datos ante la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP).

Lilian seca sus ojos con ambas manos. Levanta la mirada. Al igual que sus colegas, tiene que seguir trabajando. Las cosas no cambian.