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Mostrando entradas de noviembre, 2019

El refugio de las ideas

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por Luis Fernández Existe una biblioteca con un solo lector. Entre las 1953 bibliotecas populares desperdigadas por el país, la Tupac Amaru sólo lo tiene a Juan. Él no se da cuenta, pero es la única persona que evita que los libros de allí mueran de inanición. *** La última calle asfaltada se corta en la esquina de Gastón Jarry y Manuel Passadore, en la zona sur de Castelar. La Biblioteca Popular Tupac Amaru queda a mitad de cuadra en una calle de tierra lisa y firme, que cuando llueve el acceso se vuelve complicado. Al frente, debajo del nombre de la institución, reza un lema en letras rojas y negras: “Autogestión e Independencia”. Por encima de los rostros de Santiago Maldonado, Rafael Nahuel, Carlos Fuentealba y un Che Guevara que interpelan desde la pared, la mirada grave e imperturbable del busto de quien le dio nombre a la biblioteca, el caudillo indígena y líder de la mayor rebelión anticolonial que se dio en Hispanoamérica. Adentro, Juan lee sentado y en

Rosalía

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por Aldana Huilén Ceijas Lo echaron de la casa. Las drogas lo habían consumido. En el barrio le dijeron que él lo iba a ayudar, que lo iba a escuchar. Que, por ahí, le daba asilo durante un tiempo. Llega a la puerta del templo, en el barrio de San Alberto, La Matanza. Toca el timbre una vez y nada. Toca una segunda vez. -Te escuché la primera, dice una mujer de rodete que se asoma en la rendija que deja la puerta entreabierta.  -Perdón ¿Está el Compadre? Cierra la puerta de un plumazo y desaparece. El hombre espera. Minutos después se abre el portón del galpón negro a su derecha. La del rodete se asoma ahora detrás de la hoja de chapa pintada en negro. Silenciosa, lo invita a pasar.  Entre estatuillas de hombres con taparrabos y mujeres de piel roja, entre botellas de licor y plantas de interior, espera el Compadre en una silla. Sombrero, camisa y zapatos negros. Sobre los hombros se vuelca una cabellera roja y eléctrica. Fuma un habano, regalo de algún hijo de relig

Código Erótico 2.0

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por Marianela Cicala - La gente asume que si estás mostrando el culo lo vendes literalmente.  Rutti es una mujer real que vende su imagen a través de internet. - El hombre cis se cansó del porno acartonado, de consumir contenidos de estereotipos. Hoy, las plataformas virtuales buscan generar una comunidad en la que, los clientes consuman un modelo de belleza no hegemónico de mujeres, mujeres trans, hombres y no binarios a través del modelaje. Es un pase a la sensualidad erótica, un símbolo de la cultura que no distingue género. El nuevo mundo de la fantasía encuadrada en una simple cámara profesional en la privacidad del hogar. Jade Queens es una de las plataformas digitales en donde trabaja Rutti. Allí se comercializan fotografías eróticas agrupadas en diversas categorías. Inked, cospley, fitness, footfetish, temáticos, monochrome, smoking fetish, multi, bath, toys, soft, hard, public, y pov. La temática del set se ajusta a cada categoría.  Más de 50 mil u

El sembrador de techos

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por Belén Croce Carlos está por contarle a un grupo de personas cómo fabrica oro en su PH de Chacarita. Lo quieren ver con sus propios ojos. Algunos se anotaron, otros cayeron sin avisar. Forman una ronda apretada e impaciente al sol del mediodía. Están en el techo. Lo hace en un balde de pintura de 20 litros. Los videos con su receta están en YouTube y tienen más de 200 mil visitas de todas partes del mundo. Levanta la mano como un predicador para pedir que tomen nota. La impaciencia se puede cortar con una tijera. -  Yerba mate, café, té y verdura. Cáscara de huevo sólo si está lavada y triturada. Se mezcla con tierra. Todo adentro del tacho. Dejalo cuatro meses y olvidate. – explica victorioso. Carlos Briganti tiene 57 años,  estatura mediana, piel trigueña y ojos claros. Habla rápido y sin cortes, explica con las manos. Para sus pares es un rockstar: instaló una huerta en el techo de su casa en Chacarita, donde crece fruta y verdura sin veneno durante todo el año.

El orgullo de la changa

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por Ornella Mariño Víctor, Ambrosia y Gabriel tienen cosas en común: la calle, la gente y la necesidad. Esa calle que les permite comer. Esa gente que los quiere y les da una mano. Esa necesidad que los saca adelante.  El olorcito inunda la calle, entra por la nariz, despierta al estómago y te roba un suspiro. Irresistible.  215 gramos de harina, 28 de grasa y 17 de sal. No hay como la tortilla santiagueña.  El sabor de la masa, ese crujir al morderla, la textura suave que regocija al paladar.  Víctor, que nació en la misma provincia de las tortillas, las cocina sobre una parrilla tambor hecha con sus propias manos. Una mitad, cubierta por un mantel raído, funciona como mesada. En la otra ocurre la magia. Una pala, un cuchillo y el palo de amasar. A un par de metros, crepita el fuego en un tacho del que saca leña.  Los bollos blancos ganan color en 15 minutos. Los estira hasta que queden chatos y ya como tortillas, “el negro” les da cuatro vueltas. Vende alrededor de 70 p

El Envión de los pibes

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por Camila Rodríguez El mismo barrio que los margina, los empuja a seguir. Arranca la tarde en el corazón de Rafael Castillo. Una vecina y una docente que se llama Paula, del programa Envión Podés, que brinda acompañamiento a jóvenes en situación de vulnerabilidad social, recorren las calles de El torero. En la caminata se escuchan los romances de Leo Mattioli, los insultos de un pibe a otro “eh gato a vos te voy a cagar a trompadas” y un grito: “Doñaaaaa”, de alguien que vende trapos de pisos casa por casa.  -Acá en el fondo cuando llueve se inunda todo, pero tratamos de que igual los pibes vayan al cole y al comedor- dice la vecina. -¿Vos sos nueva?, ¿Sos de Envión?-pregunta una niña a Paula cuando la ve por “el fondo”. Le dicen “El fondo” al zanjón que está más adentro del barrio y marca la frontera con un descampado que funciona como basural. Queda en la calle Dávila y ahí paran los amigos, las doñas en la vereda, los hombres sin trabajo, los pibes que se

Invisibles tras la cancha

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por Pablo Pontoriero Tres empleados de un club de fútbol con una función distinta, dan forma a la pasión de miles de personas. La máquina que maneja parece indomable a su lado. El gallo lo acompaña casi a la par. No le teme. Esteban Salinas va creando la línea de cal. Las ruedas giran con torpeza, pero giran. Lleva el escudo del equipo por todo su cuerpo, incluso en la gorra. Se detiene cada tanto para revisar la rectitud del dibujo y continúa.  Termina la mitad y el trayecto ahora lo hace sin la compañía del ave. Así, recorre todo el rectángulo de 105x68. Deja para lo último el centro del campo y de a poco se puede ver al estadio Nuevo Francisco Urbano tomando color. Es el comienzo de su jornada laboral y de una nueva ilusión.  Los hinchas están ansiosos. No ha comenzado el torneo e igual se acercan a reencontrarse con su viejo amor. Observan como el canchero delinea cada rincón del estadio. Algunos, de pasar tanto tiempo en el club, ya establecieron una relación y lo s

Debajo de la carpa

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por Morena Díaz Una oleada de chicos atraviesa corriendo la entrada. Todo en su ropa indica que son fanáticos de Pepa Pig y el Sapo Pepe. Detrás de ellos,  mamás y abuelas apuran el paso para no perderlos de vista haciendo malabares con los abrigos y las mochilas. - Buenas tardeeees, la entrada por aquí mami. Una voz grita a través de una ventana enrejada. Llega desde un tráiler pequeño pintado de rojo, verde y azul donde  se puede leer el cartel de “Boletería”, escrito a mano alzada en letras negras. Adentro hay cajas de cartón, diarios viejos, papeles, fotos de tiempos de gloria y una radio antigua. También está Antonio. Tiene 77 años y es el fundador del Circo Mágico Houdini. Ha pasado los últimos 70 años de su vida en un circo. Fue payaso, malabarista, mago y domador de animales. Ahora es el boletero. Se cansó de los nenes, de los aplausos y de las funciones.  - Ya no quiero sonreír tres veces por día, cada vez que se enciende el reflector. Estoy cansado de menti