ORGASMO TELEFÓNICO


Por Mailén Da Silva Freitas //


En un país de 40 millones de habitantes, donde el movimiento parecía imparable, todo se paralizó. El 20 de marzo del 2020 se decretó el aislamiento social preventivo y obligatorio en Argentina. La rutina se congeló. El colectivo, el subte, las oficinas y las plazas se vaciaron de un día al otro. Las camas también. Aquellos que no convivían con sus parejas sexuales buscaron alternativas para mantener el calor en días que alcanzaron los 8 grados bajo cero. Así comenzaron a llenarse las galerías de los celulares.

El sexting es un acrónimo en inglés formado por “sex” y “text”, una práctica que consiste en compartir contenido sexual a través de dispositivos tecnológicos. En aislamiento, muchas personas descubrieron mejores ángulos para sus fotografías y videos eróticos.

Esto no es algo nuevo. El New York Times ya hablaba de sexting en 2005 y desde ese momento la práctica no paró de extenderse alrededor del mundo. En Argentina 4 de cada 10 adolescentes lo practican y esa cifra sigue en subida. Pero a pesar de que el Ministerio de Salud recomendó el sexo virtual en pandemia, el 43 por ciento de los argentinos rompió la cuarentena para tener sexo. Entonces ¿qué tanto funciona el sexting? ¿Es igual de excitante que un encuentro personal?

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Martina se mensajea con su novio desde la cama cucheta. Son más de la doce y su hermana menor duerme en la parte de abajo. Lo único que piensa es que pasará las siguientes dos semanas sin ver a su novio, una eternidad para una adolescente de 15 años.

–¿Ya estás acostado?

Se levanta la remera. Se saca una foto. 

Julián recibe la fotografía. Cierre la puerta de su habitación y se toca.

–Queda todo entre nosotros dos

Él le responde con otra fotografía y se sumergen en un mundo de mensajes eróticos.

Nunca les hablaron sobre sexting, pero saben que si llevan adelante la práctica tienen que evitar mostrar sus caras. Saben que pueden hacerlo sólo con alguien de confianza. Saben que siempre se corre el riesgo de que su intimidad sea vulnerada.

–Borrá las fotos.

La tele y las redes colapsan de información sobre esta nueva tendencia y sus riesgos. El noticiero habla de pornovenganza, que es considerada por el código penal como un tipo de extorsión -una  relación termina mal y el material íntimo puede convertirse en amenaza-. Además de su difusión por servicios de mensajería instantánea, las fotos privadas pueden llegan a perfiles falsos o sitios de pornografía en lo que tarda un bit. 

Por la Ley de Protección de Datos sancionada en el 2000, todo el material difundido sin consentimiento tiene que desaparecer 5 días hábiles después de una denuncia, pero el daño está hecho.

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Pasaron siete años, la vida avanzó y Julián ganó experiencia. La tecnología acompaña de una manera intimidante. Las redes sociales están a punto de explotar.

Se sienta desnudo sobre la cama de dos plazas. Mira su reflejo en el espejo, el celular le cubre la cara. El color de su piel resalta entre las paredes y sábanas blancas. El tatuaje de un paraguas en el pecho y un ojo en el medio del abdomen son el centro de la imagen. Debajo de cada tetilla, una frase. Un torso lleno de tinta que desnuda su identidad.

Él ahora utiliza Instagram para mandar sus nudes a otras mujeres. Sabe que si se difunden sus imágenes pueden reconocerlo rápidamente, pero ya no le preocupa mostrar su cara. Manda mensajes solo a personas de confianza.Tilda la primera opción para que la fotografía o el video dure tan solo 15 segundos y no pueda ser vista nuevamente. La bomba estalla. La imagen desaparece. La intimidad sigue intacta ¿No es suficiente confianza? Para algunos no. Por eso, si la persona que recibe la imagen saca una captura de pantalla, llega una notificación inmediata al autor. Todo explota.

La bomba de 15 segundos escapa del control de los bots que rastrean pezones y genitales para que después de la foto de un perrito bailando no te aparezca una pareja teniendo sexo. Julián puede asegurar que nadie controla los mensajes privados. Jamás recibió una advertencia por enviar fotografías y videos sin un centímetro de tela sobre el cuerpo.

Quizás los desarrolladores crean la excepción a la regla para mantener la temperatura de Instagram. De a poco las redes adoptan la mensajería efímera que llegó en 2011 con Snapchat.

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–Sacate la remera.

Julián mantiene la vista en el teléfono desde la soledad del departamento de soltero que estrenó hace 17 días. Lleva transitados 144 de aislamiento. Quiere salir. Está llegando la primavera y florecen las ganas de tener un encuentro sexual. El intercambio de fotografías es una alternativa peroél está aburrido. Esta noche va a ir más allá.

Son las tres de la mañana y aunque ya esté borracho abre su cuarta lata de cerveza mientras habla con Camila por Zoom. Todo comienza como un juego.

Ella se saca la remera verde oscuro y comienza a tocarse. Él no se pierde un detalle. La mira detenidamente y mete la mano dentro del bóxer. El sonido ambiente y el movimiento aportan realismo. Se pierde la conexión y recibe un WhatsApp.

–Se cortó, me quede sin batería.

Verificar el wifi y la batería se suman al millón y medio de consejos que ofrece Google para tener sexo virtual. La experiencia fue algo diferente pero no suficiente. Durante una relación sexual tradicional el hombre tarda en promedio de tres a cinco minutos en llegar al orgasmo pero esa videollamada no alcanzó ni para el juego previo.

La relación también se queda sin batería y la fuente de carga, el sexo, está guardada en algún cajón solo puede abrir el presidente y, por el momento, sigue la cuarentena. El estado civil de Julián vuelve a fase 1.

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Para ellas es diferente. El récord de orgasmos femeninos en una hora es de 134. No todas son tan afortunadas. El 46 por ciento de las mujeres finge sus orgasmos para satisfacer a sus parejas sexuales. El sexteo no es la excepción. 

–Mandame una foto, estoy caliente.

Flor está acostada en su cama mirando Friends por tercera vez. La frazada blanca cubre la plaza y media y esconde otro acolchado debajo. En la punta, duerme su caniche que no se mueve al sonar el celular cuando llega el mensaje y sin moverse responde.

–Yo también, que ganas de verte ya.

Ella en realidad sigue en la misma posición y se ríe al ver la tele. Busca en la galería del celular alguna fotografía o video viejo. Lo manda.

–Así estoy ¿vos? Mostrame que necesito motivarme para terminar. 

El 74 por ciento de las mujeres llega al clímax cuando se masturba. Ella también pero hoy no será la ocasión. Sigue revolviendo en su teléfono. Pudo fingir tantas veces un orgasmo mientras la miraban a los ojos que por una pantalla es imposible que la descubran.

Las fotografías de él las guarda. Cuando quiera darse placer las mira y ahí sí, a destiempo, pero tiene un orgasmo telefónico.

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Casi la mitad de los argentinos rompieron la cuarentena para tener sexo. El contenido erótico solo aumenta la tensión sexual.

–¿Vamos a tomar algo después del trabajo?

Cae la noche. El calorcito propio de septiembre se empieza a sentir. Suben al auto. Dan vueltas pero no encuentran lugar en ningún bar.

–Mejor vamos a casa.

Sin permiso para circular, evadiendo los controles de General Paz, 35 kilómetros y 20 minutos después, cruzan la puerta nerviosos como si fuera la primera vez. Pero tranquilos, no pasa nada o en realidad pasa todo. Frente a frente y con un desfile de ropa en el suelo que conduce hacia la cama las dudas se borran. Esta noche los celulares silenciados duermen en un rincón.