EN VIVO DESDE EL CORONAMÓVIL


Por Julieta Gryglewski //


 —¡Eh! Nos tienen que hisopar a todos ¡Nuestros chicos tienen fiebre!

—¡Nos van a dejar morir! Nadie se hace cargo. Tenemos síntomas

—¡No se van a ir hasta que nos hisopen a todos!

El reloj marca casi las cuatro de la tarde en Loma Hermosa. No debería haber nadie en la calle debido al aislamiento social preventivo y obligatorio declarado por el Presidente hace unas semanas, pero un conglomerado de personas rodea al Coronamóvil.

José Luis traba las puertas y llama su jefa. Mira a Ayelén, su compañera de turno. Ambos, incrédulos, se cruzan de brazos. No les queda otra que esperar. Fuera de la camioneta, los vecinos que se acumulan les impiden el paso. 

Acaban de hisopar a dos mujeres con síntomas de Covid-19. Habían llegado a ese domicilio por orden de la directora del Hospital de Campaña de Tres de Febrero, María Luz Joy. El testeo era urgente y se vieron obligados a hacer su hoja de ruta a un lado. Todavía tres personas los están esperando en sus casas para ser testeados. 

Fiel a su estilo, José Luis, el chofer del Coronamóvil, mantiene la calma. Sus ojos morochos reconocen a la persona que incita a los manifestantes. Es una mujer de unos cuarenta y tantos, como él. José le habla a través del parabrisas.

—¡Señora, señora! Escúcheme, por favor. No contamos con los recursos para realizar un testeo masivo. Deben llamar al SAME y aguardar en su casa. 

La calma al igual que los insumos médicos, son deudas de la pandemia. 

***

Mariana llamó al 148 porque ella y su madre se sentían mal. Un operador le tomó los datos y le anticipó que había un poco de demora, debido al contexto, claro. Un día antes de enviarle la camioneta, recibió un llamado donde le informaron sobre el procedimiento.

José Luis y Ayelén llegan al domicilio. Llaman a Mariana desde la camioneta para realizarle la ficha epistemológica.

—¿Nombre?

—Mariana Rodriguez

—¿Edad?

—46

—¿Tiene alguna enfermedad crónica?

—No

—¿Tiene fiebre?

—Si

—¿Dolor de cabeza?

—Si

—¿Dolor muscular?

—Si

—¿Vómitos o diarrea?

—No

—¿Dificultad para respirar?

—No

—¿Tos?

—No

—¿Perdida de olfato?

—Si

—Bueno. Ahora debe salir de su casa con el barbijo puesto y quedarse en la puerta. El chofer va a abrir las puertas traseras de la camioneta y se va a volver a subir. Recién ahí, usted se va a acercar y se va a bajar el barbijo al mentón. ¿Okey?

—Sí, sí. Ahí Salgo. Gracias.

Una vez allí, Mariana observa la cara de Ayelén detrás del acrílico que separa en dos la caja del móvil. De su lado, José dejó preparado un tubo de ensayo con un hisopo largo. Está rotulado con su nombre y apellido. La médica coloca las manos en dos guantes de veterinaria, esos largos hasta el hombro, que salen de la pared trasparente.

—Vamos a empezar por la nariz. Quedate quieta por favor.

—Ahora abrí la boca… Listo. Podes subirte el barbijo. 

Mariana vuelve a su casa. Sólo queda continuar con la cuarentena y esperar el llamado del laboratorio. 

José baja del móvil, coloca el tubo en un envase triple aislante junto a las muestras que recolectó en el día y cierra las puertas de atrás de la camioneta. Ayelén enciende una luz ultravioleta para esterilizar la unidad. Luego, esquivando a la muchedumbre se suben a la cabina. 

El sol comienza a caer, las personas que rodean al Coronamóvil se dispersan. No por la reiterada explicación de que no hay test ni autorizaciones suficientes. Tampoco, por el frío que se empieza a notar. Si no, por los dos patrulleros que doblaron la esquina. 

Jose Luis, saluda a los oficiales de policía con un gesto, da marcha atrás, y sale de Loma Hermosa para continuar con los testeos programados. 

***

El día comienza a las 5:30 am al ritmo del despertador de Samsung. José Luis a veces posterga la alarma hasta las 6. Mientras se ducha, su mujer Ana María, pone la pava y prepara unos mates con bizcochitos. Comparten el desayuno desde hace más de 20 años. 

José parte en su auto hacia el Centro de Atención Primaria de la Salud (CAPS) en Caseros. Desde marzo, los 14 CAPS de Tres de Febrero que sirven de apoyo a los Hospitales del municipio, Dr. Carlos Bocalandro, Dr. Ramón Carrillo y UPA de Martín Coronado, comenzaron un protocolo sanitario contra el Covid-19. Los empleados fueron los primeros en adaptarse. 

La fichada no se realiza más con la huella biométrica, sino que ahora firman una planilla donde colocan la fecha de entrada y salida de la Institución. Lógicamente, cada uno con su propia lapicera. 

Como en la mayoría de los establecimientos, los CAPS tienen personal de seguridad. Silvia recibe a sus compañeros con alcohol en gel y les toma la temperatura disparando a sus muñecas con un termómetro láser. En ese horario sólo se encuentran los choferes y los de vigilancia.

José Luis busca los vales de nafta, que entrega el Municipio los lunes y se vuelve a subir al auto para hacer diez cuadras y llegar al Centro Deportivo Municipal 1 (CEDEM 1) ubicado en Juan Bautista Alberdi 5524, donde está montado el Hospital de Campaña.

Tras rejas blancas despintadas se encuentran encerradas cuatro manzanas de un predio deportivo municipal deteriorado. Veredas rotas, baños poco higiénicos y flora que crece por doquier adornan canchas transformadas en 3 salas de internación que suman 200 camas.

El municipio se preparó para el Coronavirus, como si esperara un combate armado o un desastre natural. Montó una unidad médica móvil en el principal polideportivo de la zona para brindar apoyo al sistema de salud de Tres de Febrero, descomprimiendo hospitales al aislar vecinos con casos leves.

El primer paciente con Covid-19 llegó al Hospital el 23 de mayo, cuarenta días después de su inauguración oficial, así que los cien trabajadores de la institución tuvieron tiempo para repasar los protocolos hasta el cansancio e incluso, hasta el aburrimiento. 

Hace casi 20 años que José Luis es empleado municipal, los últimos dos se desempeñó como chofer del CAPS 10, conduciendo la unidad que abastece las salitas del municipio. Se encargaba de trasportar insumos médicos, medicamentos, vacunas y anticonceptivos para los diferentes programas sanitarios que poneen marcha la Municipalidad. Hasta que, a fines de marzo, recibió un llamado de Noelia, su jefa. Tenía que ir a buscar una camioneta a la Peugeot de Martín Coronado. 

Cuando llegó a la concesionaria, el vehículo ya estaba registrado a su nombre y a las dos semanas, lo volvieron a llamar para hacer unas fotos con el Intendente, diego Valenzuela y otras autoridades. Ahí le informaron que le iban a realizar modificaciones a la unidad para hacer los testeos. Ese día se enteró de que iba a pasar a la historia como el chofer del Coronamóvil.

***

Maximiliano, un morocho alto de ambo azul oscuro y zapatillas deportivas, hace un checklist de artículos que previamente había dejado sobre el escritorio. Con la mirada atenta, mete cuidadosamente camisolines, cajas de guantes descartables, alcohol y antibióticos en una caja de cartón. Levanta la caja y la lleva a la sala de internación 1 que hace cuarenta días sólo era una cancha de básquet. 

En abril, cambió su cómoda oficina en el CAPS 10, por un depósito de insumos médicos improvisado en la administración del CEDEM 1. Así, rodeado de unas cuantas estanterías de metal, un ecógrafo, un electrocardiógrafo, una heladera, un televisor que no anda, escritorios vacíos y fichas de socios del gimnasio transcurre su jornada laboral.  

Maxi, es el encargado de que no falte medicación e insumos en el Hospital de Campaña. También, arma los kits sanitarios para la Unidad de Testeo Móvil. Al final del día, recibe las muestras obtenidas y las guarda en la heladera.

Desde la ventana de su oficina que da al estacionamiento, ve llegar un Chevrolet Cruze. Se va poniendo los guantes, primero un par, luego el otro. Porque hombre precavido, vale por dos. 

José Luis,pasa por el área de administración del Hospital, agarra la llave del móvil, un celular y la hoja de ruta. Se dirige a la camioneta y controla que estén todos los insumos necesarios para realizar su trabajo.

—Llegas tarde. Tenías que estar a las 8.

—Me parece que tenés mal el reloj, son las 7:50¿Me preparás alcohol y algodón?

—¿Necesitas cajas patogénicas?

—Sí, mándame algunas. Y… necesito un par de fichas más. Últimamente, me están agregando domicilios por teléfono. 

—Bueno. Ahora te traigo.

Luego de cinco minutos, Maximiliano le entrega una caja de cartón a José Luis, quien la sube al Coronamóvil.

—Chau. Mucha suerte pá, cuidate

Durante 17 años, el chofer del Coronamóvil, su papá, se desempeñó como auxiliar de farmacia, la tarea que hoy cumple Maxi.

Viven juntos en un PH en el barrio porteño de Villa Devoto. Cuando llegan a casa, se sacan el ambo y lo dejan sobre una silla en la puerta, al igual que el calzado. Se dan una ducha y saludan a Ana María, que los espera con mates y galletitas. 

***

El agua burbujea dentro de la pava eléctrica. Ana se acerca para apagarla y ceba el primer mate.

En la tele del comedor está de fondo el noticiero de la mañana. Marcelo Bonelli informa que en el país se reporta un acumulado de 1975 de infectados, 82 muertos y 375 recuperados.

Ayelén, con su pijama y un rodete, unta tostadas con queso descremado sentada frente a la TV. Su madre le convida un mate mientras toma lugar junto a ella.

—Sabes que vi en Facebook el otro día y me olvidé de decirte…

—¿Qué má?

—En la página de la Municipalidad están buscando voluntarios para un Hospital que se va a abrir en Caseros por la pandemia ¿Por qué no te postulas? Capaz te sirve cómo experiencia…

Ayelén comenzó con la capacitación para el voluntariado junto a 40 postulantes. Recibió información sobre el virus. También, sobre cómo colocarse y sacarse correctamente el equipo de protección personal (EPP).

Sin embargo, el 23 de mayo, cuando el Hospital de Campaña recibió a su primer paciente, sólo se presentaron 5 voluntarios.

A fines de julio, María Luz Joy, la directora, le habló para que comience a trabajar y deje las tareas que realizaba a voluntad. Luego, Recursos Humanos se comunicó con ella para pedirle los datos personales para realizar el contrato. 

Como voluntaria, Ayelén, armaba los kits sanitarios para la Unidad de Testeo Móvil y para el SAME. Desde los primeros días de agosto, sus tareas son realizar hisopados nasofaríngeos y sacar sangre en las salas de internación. 

José Luis no tiene un compañero fijo en el Coronamóvil. Cuando comenzaron a realizar los testeos, en abril, iban médicos. Al pasar los días y aumentar los casos, los docs eran necesarios en las salas de internación. Por eso, lo empezaron a frecuentar enfermeros y técnicos extraccionistas capacitados para realizar los hisopados. 

—¿Te molesta la radio?

—No, no me molesta.

—No te quiero molestar cuando hagas las fichas

—No me molesta. Gracias.

—Vos decime eh. No seas tímida.

Ayelén sonríe.

En su tiempo libre, sube fotos a Instagram vestida de pies a cabeza con friselina blanca, un protector facial, debajo unas gafas y un barbijo azul claro. También, hace un primer plano de su rostro cuando termina el día. Se ve hinchado, cansado y apretado, pero ella siempre sonríe. En unas historias de Instagram revolea los ojos al enterarse de la marcha anticuarentena. En el pie de las fotos les pide a sus seguidores, a sus amigos, que se cuiden y cuiden al otro. Su contrato, al igual que el de Maxi, es por tiempo indeterminado, y como la mayoría del personal del Hospital de Campaña no sabe hasta cuándo se requerirán sus servicios, pero tiene claro que, sea por un mes o por un año, el Coronamóvil le cambió la vida.