THEY ARE FINE -dos veces dos-



Por Rocío Kalenok //

Sólo en 36 países del mundo las parejas del mismo sexo pueden contraer matrimonio. En otros tantos, no solamente es ilegal el matrimonio igualitario si no que se prohíben de forma explícita las relaciones homosexuales, alcanzando incluso la pena de muerte. El 15 de julio del 2010 Argentina sancionó la Ley de Matrimonio Igualitario. Fue el primer país latinoamericano y el décimo a nivel mundial en legalizar las uniones civiles entre personas del mismo sexo. En la primera década de vigencia hubo 5.924 matrimonios igualitarios en la Ciudad de Buenos Aires. Entre esas parejas está la de Daniel y Sebastián, juntos desde hace más de 20 años, casados desde 2014 y padres de mellizos por vientre subrogado desde 2015.

Es un día lluvioso del mes de febrero. La Ciudad de Buenos Aires reluce la decoración típica de los carnavales. Banderines de colores visten las calles un poco vacías, como suele suceder para esta época del año. En minutos Daniel recorrerá las pocas cuadras que separan su casa de la clínica de Recoleta. Allí, una vez más, una mujer lo espera. Se apresura a salir pero intempestivamente alguien lo interrumpe.

— ¿A dónde vas?

— Tengo que trabajar hijo.

— Pero es viernes papá.

Para los médicos no existen los viernes o los fines de semana. Daniel lo sabe por experiencia. Tiene más de cinco mil partos en hospitales públicos y otros tantos en privados. Con el tiempo uno deja de contar, pero claro, si para los médicos no existen los días francos para los padres tampoco.

“Papi Seba y papi Dani” suena todo el tiempo en esta casa. Los mellizos, como cualquier niño, son muy demandantes. Les gusta compartir tiempo con sus papás, y aprecian las rutinas que tienen juntos. Cepillarse los dientes es una de las preferidas. Marco Stefano es extrovertido. Rebelde. A veces confrontativo. Giuliana es más introvertida. Obediente. A veces terca. Los dos son cariñosos con sus papás. Su crianza está basada en la confianza. Los chicos conocen su historia, saben lo que tuvieron que atravesar sus papás para poder estar con ellos y, por sobre todo, saben que son fruto del amor. 

***

El 13 de mayo del 2015 sonó el teléfono. El llamado llegaba 8 semanas antes de lo esperado. El contacto había sido frecuente durante todo el embarazo, pero nunca se está del todo preparado para cuando llega el día.

— ¿Y ahora qué? 

Daniel había pasado miles de veces por esa situación, pero esta vez su rol era diferente. No era el médico, que sostenía, apoyaba y tranquilizaba a los padres próximos a la llegada de un bebé. Hoy le tocaba ser el padre primerizo. Nervioso, ansioso, con dudas.

— They were already born. They are fine.

Yanel, la subrogante,había sido clara. Habían nacido y estaban bien. 

Al momento del nacimiento de Giuliana y Marco Stefano, Yanel estaba divorciada y en pareja con otra mujer. Esta mujer, afroamericana y estadounidense de 28 años, ya era madre de tres hijos propios. Este era uno de los requisitos que desde la Agencia de abogados Boston Circul le solicitaban para considerarla como posible subrogante.

La búsqueda de los mellizos comienza un tiempo atrás. Fue a principios del 2014 que Daniel y Sebastián viajaron a Estados Unidos para una primera entrevista con la agencia que se iba a ocupar de intermediar en la gestación por sustitución.

En todos los estados de Estados Unidos la subrogación de vientre está expresamente permitida (excepto en Lousiana y Michigan), al igual que en otros países como Rusia, Canadá, Grecia y Ucrania. En Argentina el procedimiento no es legal pero tampoco ilegal, ya que no está regulado.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que este método es una opción terapéutica dentro de los tratamientos de reproducción asistida, ya que brinda la posibilidad de llevar un embarazo en una persona gestante con el fin de que el niño nacido tenga vínculos de filiación con una persona o pareja que se denominan padres de intención. 

Las agencias como Boston Circul se ocupan de vincular a las parejas con posibles donantes y subrogantes.Así fue que, un tiempo después, Daniel y Sebastián conocieron a Yanel. La conexión fue mutua. Instantánea.Tuvieron el primer encuentro por videollamada. Pasaron tres o cuatro meses más de conferencias hasta que los tres tomaron la decisión. Ellos desde Buenos Aires. Ella desde Houston.

Algunos de los encuentros virtuales eran seguidos por un grupo de psicólogos de la agencia.Para todo había un modelo de contrato donde se establecían condiciones, incluso sobre el material genético que debía aportar una segunda mujer, la donante de óvulos.

Daniel y Sebastián solicitaron que la donante no tuviera antecedentes psiquiátricos, ni penales y sí estudios universitarios completos o en curso. También optaron por no conocerla durante el proceso.De forma opcional, tanto la donante como ellos podían solicitar no conocerse. Ella eligió lo mismo. Una cláusula en el contrato establece que hasta los 20 años los hijos pueden pedir conocerla.

Con Yanel la relación fue distinta. Más cercana y amigable. Decidieron que ella llevaría en su vientre mellizos. Un hijo de Daniel y uno de Sebastián. Hermanos biológicos entre sí por parte de la misma donante.Para octubre de ese año se había realizado la transferencia.

Este día de mayo, el sueño se hacía realidad. Daniel y Sebastián eran padres.En otro país, en otro idioma. Antes de lo previsto.A miles de kilómetros de casa. Sin vuelos directos. Llenos de miedo e incertidumbre. 

Daniel compró un pasaje, armó sus valijas y partió. Varias escalas y 14 horas de vuelo lo separaban de sus hijos. Comenzó el viaje, literal y metafóricamente.

***

El tiempo se detiene en ese instante. En esa sala de neo del hospital de Texas Daniel pasará las siguientes seis semanas esperando el alta de los mellizos.

Quien ha visto miles de bebés nacer sabe que ese, tal vez, no es el mejor momento. Daniel se conmueve con esos pequeños despeinados que apenas abren los ojos.

En la sala de neonatología el tiempo pasa más lento cuando estás solo. Sebastián hace de soporte desde Argentina hasta conseguir pasaje. El folklore de los partos en Estados Unidos es diferente. No se ven diariamente a los padres “internados” junto a sus hijos. Los prematuros suelen quedar a cargo de las enfermeras del hospital hasta el alta. Sin embargo,Daniel permanece en el medio de las dos cunas. Los mece. La canción de Pinocho es para Marco Stefano. La de Manuelita, para Giuliana.Varias veces por semana recorre el camino que lo lleva del hospital a la casa de Yanel. Ella lo espera con bolsas de leche congelada. Él las recoge y las lleva a neo.Las enfermeras se extrañan.

— ¿Qué estás haciendo? Nosotras podemos cuidarlos.

— Yo también, soy su papá. 

Esta rutina será hasta el alta de Giuliana, que llega primero. Marco Stefano permanece internado algún tiempo más. Yanel visitará frecuentemente el departamento de alquiler temporario de Daniel. Allí, junto a una enfermera, cuidará a Giuliana durante las horas que él se ocupe de Marco Stefano en el hospital, mientras espera ansioso la llegada de Sebastián para emprender juntos el regreso a Argentina.

***

— Si me pasa algo a mí o le pasa algo al otro papá, uno de los nenes se queda huérfano.

Daniel y Sebastián intentaban iniciar los trámites en el Registro Civil porteño. Por regulaciones propias del estado de Texas y a pesar de que al momento del nacimiento los mellizos tenían los dos apellidos, en las partidas de nacimiento no figuraban como tal. En el Registro no reconocían a sus mellizos como hijos de ambos. Uno de ellos estaba inscripto a cargo de Daniel y el otro a cargo de Sebastián. Fueron tres veces al Registro Civil de la calle Paraguay. Realizaron tres presentaciones diferentes. Mantuvieron varias reuniones. Acercaron las filiaciones completas. Por falta de información, por burocracia o por mala predisposición, la respuesta era siempre la misma.

— Judicialicen.

En Argentina existe un vacío legal, los jueces deben emitir una autorización judicial y, en el caso de acuerdos realizados en el país, cuidar que no haya enriquecimiento, es decir, que el resarcimiento económico busque cubrir únicamente las necesidades de la mujer gestante. Sólo en la Ciudad de Buenos Aires y por una medida cautelar de 2018 se obligó al Registro a anotar a todos los menores que nacieron a partir de ese año por gestación subrogada a nombre de los padres de intención; pero en el año en que Daniel y Sebastián llevaban adelante su pelea la Ciudad tenía una resolución específica que buscaba, justamente, evitar la judicialización en casos como este. 

La Secretaria de Justicia de la CABA había resuelto que en este territorio debía inscribirse a los niños cuyos progenitores estuvieran amparados en los términos de la ley 26.618 de Matrimonio Igualitario. Esto significa que las parejas homoparentales casadas podían reconocer a los menores como hijos de ambos si la voluntad procreacional así lo establecía, permitiéndoles ser, en cuanto a derechos y obligaciones, ambos responsables de los niños.

Pero la resolución no se cumplía.

Ni el INADI, ni Abosex -una red de abogados por la diversidad sexual- encontraban herramientas para resolverlo.

***

— ¿Por qué si una pareja heterosexual va al Registro con el mismo trámite se procede de otra manera? ¿Por qué si un varón quiere reconocer a un niño con filiación maternal únicamente no le hacen problema? ¿Por qué judicializar el caso si la Ley contempla lo que pedimos? ¿Por qué tenemos que exponer nuestra vida privada ante un juez? ¿Es discriminación por orientación sexual?

Estas eran solamente algunas de las preguntas que los papás de Giuliana y Marco Stefano se hacían cada vez que salían del Registro, en cada conversación con amigos, en las consultas a organismos defensores de los Derechos Humanos, cada vez que tenían que salir del país con los mellizos para no estar en falta con Migraciones.

Faltaba poco para que cumplieran un año y los mellizos no tenían documentación argentina.

***

Daniel se sienta frente a la computadora. Busca el correo electrónico del editor de Clarín. Está decidido a contarle esta historia al mundo. Redacta una carta junto a su esposo. Clarín, uno de los medios más importantes del país, decide publicarla. Otros medios se hacen eco. Daniel redobla la apuesta y la envía al Jefe de Gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta.

Algunos días después suena el teléfono. Desde Jefatura de Gobierno piden concertar un encuentro.

— Horacio quiere conocerlos a ustedes y a sus mellizos.

Daniel y Sebastián no sabían que esa carta, enviada casi como último recurso, tendría el impacto que tuvo. No imaginaban que Bárbara Diez, la mujer del Jefe de Gobierno, la compartiría con su marido durante el desayuno. Ni que Rodríguez Larreta iría hasta su casa, con un fotógrafo días antes de que el Registro les permitiera reconocer a sus hijos como tales, sentando un precedente para padres en la misma situación.

Lo que sí supieron, desde el primer momento en que estuvieron los cuatro juntos fue que, diga lo que diga la Justicia, ellos eran una familia.