El sembrador de techos


por Belén Croce

Carlos está por contarle a un grupo de personas cómo fabrica oro en su PH de Chacarita. Lo quieren ver con sus propios ojos. Algunos se anotaron, otros cayeron sin avisar. Forman una ronda apretada e impaciente al sol del mediodía. Están en el techo.
Lo hace en un balde de pintura de 20 litros. Los videos con su receta están en YouTube y tienen más de 200 mil visitas de todas partes del mundo. Levanta la mano como un predicador para pedir que tomen nota. La impaciencia se puede cortar con una tijera.
-  Yerba mate, café, té y verdura. Cáscara de huevo sólo si está lavada y triturada. Se mezcla con tierra. Todo adentro del tacho. Dejalo cuatro meses y olvidate. – explica victorioso.
Carlos Briganti tiene 57 años,  estatura mediana, piel trigueña y ojos claros. Habla rápido y sin cortes, explica con las manos. Para sus pares es un rockstar: instaló una huerta en el techo de su casa en Chacarita, donde crece fruta y verdura sin veneno durante todo el año.
Con un movimiento lento destapa un tachoy con confianza mete la mano. Todos miran asombrados como saca un puñado de lombrices que bailan entre sus dedos. Las presenta como “californianas”, ellas trabajan para él las 24 horas.
- ¿Pero no es necesario algo más grande y especializado para hacerlo? – pregunta sorprendida una mujer canosa, petacona, de unos 50 años.
- Esta, chicas, señores, es la compostera ideal. No le den más vueltas. Los ladrillos se los afanan a Larreta porque son nuestros, un balde lo consiguen en cualquier lado. Un agujero en la base. ¿No tenés mecha?, calentás un hierro y lo hacés. Lo ideal sería ir y comprar en la NASA un tanque, pero usamos lo que tenemos. – dice medio enserio y medio en broma. 
La ronda festeja el chiste, saben por lo que fueron y se muestran satisfechos.  Se pasan un mate para celebrar el encuentro mientras él los mira uno por uno y agradece la paciencia a pesar del día caluroso que les tocó. 
Es que Carlos fabrica oro: enseña acompostar, es decir, a descomponer materia orgánica para sembrar una quinta en casa. La propuesta es producir sin gastar un peso, para eso reutiliza lo que encuentra en la calle y levanta de cotainers. 
- Esto, señores, es revolucionario. – remata el tipo que se ganó el apodo de “El Reciclador”.  

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Carlos nació en Montevideo, donde fue chacarero en la zona periurbana. Hace 30 años vino a Buenos Aires apurado por la crisis económica pero lo recibió el fin de la dictadura militar. Joven y con ambición, empezó a sacarse la bronca caminando con las Madres de Plaza de Mayo. 
Con ayuda de una pala de metal toma tierra estacionada cuatro meses en un tacho. Con cuidado de cirujano, se la entrega en las manos a una chica que pone su nariz flaca y respingada sobre el material. La joven confirma que no siente ningún tipo de olor.
Es devoto de los mensajes fáciles y sin vueltas. Cuando uno de sus hijos se volvió vegetariano, no quiso que compren verdura en el mercado.  La mayoría contiene hasta 30 venenos, producto de las fumigaciones en los campos, dice.
-  Nos están envenenando, hasta con plomo en la nafta. La ecología no le importa a nadie. Entonces se quema la Amazonia y todos lloran por Facebook.  En Argentina se viene deforestando sistemáticamente hace años, desde que está el agronegocio. - se lamenta.
Camina por su techo de cemento de 60 metros cuadrados hasta que en el suelo encuentra una papa solitaria llena de tierra. La observa extrañado y bromea que está viva. Se acerca a un tacho azul de 200 litros y la deja junto con otras 30 papas iguales.
Mientras se toca la visera de la gorra,más por tic que otra cosa, cuenta que con lo producido en la huerta comen todo el año. Los servicios y otras necesidades las paga dando clases de plomería a mujeres, los días jueves, en una escuela de oficios de la Ciudad.
También es alumno, aprendió leyendo a Fukuoka, un agricultor y filósofo japonés que vivió 95 años. Aquel viejo ideó una forma de "agricultura natural" con cinco premisas: no arar, no usar fertilizantes, no podar, sembrar con arcilla y eliminar los pesticidas.
Toma con la mano un ramo de hojas verdes despeinadas y puntiagudas que descansan dentro de un cajón para repartir lácteos. De un tirón certero y firme las arranca de la tierra hasta que asoma una zanahoria. Sus raíces parecen piernas que bailan tango.
Repite una y otra vez que las verduras crecen en cualquier lado, desde una lata de pintura, un tambor de plástico, un caño y hasta un alambrado fijo en el techo. En su trinchera hay quinotos que los visitantes comen sin lavar.

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Carmelito poda un banano que echó raíces en tres gomas de auto apiladas. Es un señor que esconde el pelo platinado debajo de un sombrero piluso, se acomoda seguido los anteojos y limpia las manos en un delantal. Viene a la huerta cada vez que puede.
Domina el banano con astucia. Con una mano toma el tronco y con la otra el cuchillo para hacer cortes espaciados y confiados. Genera capas mientras arranca corteza sin miedo. El color pasa de ser marrón seco a un verde vivo. El árbol quedó como nuevo.
En el techo se siembra lechuga, tomates, frutillas, chauchas, papas, orégano, zapallos, palta y zanahoria. La vedette es el nabo: algunos llegan a medir 20 centímetros. A veces  entre Carlos y Carmelito cultivan de todo, hasta la paciencia.  
-  De la verdulería no plantes nada. El único confiable es un zapallo, ese si lo podes sembrar después lo demás nada. Ni el tomate, ni el morrón, ni el zapallito, ni el zuquini, ni berenjena. – adviertetajante Carmelito.
- ¿Por qué?- interpela un joven curioso que se separa de la ronda.
- Porque se cosechan inmaduros. Entonces las semillas son inviables. El morrón puede ser un híbrido. Te sale la planta y no tiene fruto. El tomate tiene una alta tasa de germinación, pero no sabés después que pasa. 
- ¿Y qué hacés ante eso?- insiste el muchacho.
- Andá a buscar semillas por intercambio. O andá a algún foro .
- ¿Aunque no sepas de donde las sacaron?.
- No importa. La idea es arrancar con una base sólida, hacer tus semillas y para eso tenés que tener algunas que sean confiables. Hay que seguir ciertos parámetros.
Carlos irrumpe en la charla y pide hacer un círculo, aconseja que el grupo se desplace. Las góndolas que se forman con los cajones son estrechas y mejor repartir el peso en el techo. A los visitantes les cuesta porque todos quieren tocar las plantas.
Una mujer de unos 60 años, rubia y menuda, contempla unos zapallos del aire como si estuviera en el Louvre de los vegetales. Gira sobre su propio eje y choca la rodilla de lleno con un cajón de apio y tierra. El sonido se escucha y todos achinan los ojos.
Una pareja joven se deslumbra con un tubo de plástico del que florecen todo tipo de aromáticas y  se animan a acariciarunas hojitas verdes aterciopeladas. Pasan la mano por la nariz del compañero,juegan a adivinar qué es. Él arriesga apurado: es orégano. Ganó ella: era hierbabuena. 
En Argentina se fumiga con 107 plaguicidas prohibidos en el mundo, cerca del 33% de ellos es considerado “altamente peligroso” por la Organización Mundial de la Salud. Para suerte de los tortolitos, su ramo de hojas no tiene veneno.

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Rosa Cristina nunca imaginó este presente cuando llegó con su marido al país. Es flaca, tiene pelo negro y viste de polera violeta para recibir a los interesados en el comedor. Pregunta nombres y número de contacto con amabilidad mientrasexplica que se dedica a la nutrición naturista.
En la mesa están las ediciones de “Una huerta en mi terraza”, un libro donde Briganti cuenta cómo cultivar de forma sustentable y responsable en el hogar. Está escrito para que cualquiera lo entienda y lo más difícil está dibujado.
El capítulo más buscando es “Microoganismos eficientes”,unas bacterias que vuelven fértil la tierra y se generan en un biodigestor donde no entra aire. Este contenedor hermético lo construye con un bidón de agua, una manguera, un codo y una botella de gaseosa.
Mueve el cuerpo para llamar la atención de la ronda y todos hacen silencio. Confiesa una mala experiencia: una vez usó Serenito para fermentar el aguay las bacterias murieron.  Invita a imaginar lo que hace el postrecito en el cuerpo de los niños.

También incita al trabajo de campo: una vez se animó a pasar una madrugada contando babosas que se comieron las hojas de una planta. ¿Qué mejor forma de averiguar de dónde vienen que perseguirlas por la noche hasta su guarida?
-La idea de la huerta es como un laboratorio. Si quemás o matás una planta, hay que ver qué se hizo. – simplifica.
Otro de sus pasatiempos es desterrar mitos porque más de una vez le preguntan si la gente muere por comer de un árbol de la calle. Él responde que los edificios ponen antenas de telefonía celular para tener expensas más baratas yeso causa cáncer, igual quefumigar.
La Red de Médicos de Pueblos Fumigados asegura que desde que comenzó la fumigación con glifosato en Argentina, las poblaciones de las zonas rurales registran mayor incidencia de cáncer. Hay estudios médicos que registran muchos nacimientos en esas zonas conniños enfermos y malformaciones.
Se suma el caso de Fabián Tomasi, un trabajador que surtía de herbicidas a los aviones de fumigación en Entre Ríos. Nunca usó protección, sufrió de polineuropatía tóxica severa, no podía comer y quedó inmovilizado. Murió en 2018, siempre culpó a los agrotóxicos.
En la parte delantera del PH el show continúa con Carmelito enseñandocómo hacer un limonero a codo. Toma una rama y la encinta fuerte a la rama de otro limonero donde los cítricos amarillostintinean y brillan. En varias semanas estará listo para plantar. 
- Carmelo, ¿te acordás el tipo que vino de Morón el otro día?, estábamos sacando zanahorias y de repente no había más. Se las empezó a comer una atrás de otra. – bromea Carlos.
Los asistentes al taller ríen,se sonrojan, miran con complicidad. Es que más de uno se va después de degustar hasta flores desconocidas. Una chica intenta masticar disimuladamente una hoja de apioque le asoma en la boca. Ninguno de ellos pudo resistir el placer de comer sin veneno.