El Envión de los pibes


por Camila Rodríguez

El mismo barrio que los margina, los empuja a seguir.

Arranca la tarde en el corazón de Rafael Castillo. Una vecina y una docente que se llama Paula, del programa Envión Podés, que brinda acompañamiento a jóvenes en situación de vulnerabilidad social, recorren las calles de El torero.

En la caminata se escuchan los romances de Leo Mattioli, los insultos de un pibe a otro “eh gato a vos te voy a cagar a trompadas” y un grito: “Doñaaaaa”, de alguien que vende trapos de pisos casa por casa. 

-Acá en el fondo cuando llueve se inunda todo, pero tratamos de que igual los pibes vayan al cole y al comedor- dice la vecina.
-¿Vos sos nueva?, ¿Sos de Envión?-pregunta una niña a Paula cuando la ve por “el fondo”.

Le dicen “El fondo” al zanjón que está más adentro del barrio y marca la frontera con un descampado que funciona como basural. Queda en la calle Dávila y ahí paran los amigos, las doñas en la vereda, los hombres sin trabajo, los pibes que se prenden un porro o los chiquitos que juegan a las bolitas. El único colectivo que entra para llevar a la gente al trabajo es la línea Almafuerte 284.

La arquitectura de las casas varía. Hay prefabricadas, sencillas de material y de chapas. De las calles, pocas están asfaltadas con un cemento imperfecto y en las demás se hace difícil caminar por sus piedras y pozos. Como en cualquier lado, existen zonas iluminadas y seguras, otras oscuras y deterioradas.

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A pocos minutos de haber abierto las puertas de la sede, El torero, aparece Celina apurada porque dice que es tarde para sus tareas. Tiene 25 años y una sonrisa contagiosa. Su pelo es largo con puntas verdes que resaltan en el sol cuando camina por el barrio.

-Nosotras trabajamos con el Sistema de Niñez. Abordamos situaciones problemáticas, temas como el consumo, la reinserción escolar y distintos tipos de violencia–dice Celina, quien hace poco se recibió de Trabajadora Social.

Envión es un programa provincial diseñado por el Ministerio de Desarrollo Social de la provincia de Buenos Aires, que además lo administra presupuestariamente, pero la gestión es municipal. Su objetivo es profundizar los procesos de inclusión y promover los derechos.

El torero no solo es una casita precaria pintada de colores cerca de una canchita; es importante para los pibes por sus talleres recreativos como macramé, rap y fútbol.

Cada dos minutos Celina revuelve en el armario los legajos de las situaciones que acompaña. En un momento, se entretiene con la carpeta de letra “N”. Es de Pablo, uno de los jóvenes con “consumo problemático”.

-La idea es buscarles alternativas para que ellos terminen, por ejemplo, el secundario. Acudimos y ayudamos en eso, en cómo cumplir esos derechos vulnerados.

Hace tres años que Celina trabaja en Niñez creando estrategias que dependen de la demanda del joven. Las acciones que llevan adelante se enfrentan a distintas realidades y no siempre se cumplen los objetivos, ya que los jóvenes y sus familias tienen otras prioridades.

-Muchos de los pibes no pueden disfrutar de su niñez o ir al colegio porque tienen que salir con el carro para ayudar a sus familias y otras veces no pueden asistir a los turnos médicos que le sacamos porque no tienen ni para la SUBE.
La situación económica dificulta las demandas de los jóvenes considerando que el 48% de niños y adolescentes en Argentina son pobres, según un estudio de UNICEF que mide la pobreza y toma en cuenta dimensiones desde el acceso a una vivienda hasta la escolaridad. De ese 48%, 20 puntos porcentuales registran privaciones severas como vivir en zona inundable, cerca de un basural o no haber ido a la escuela entre los 7 y los 17 años. Detalle no menor en los tiempos que corren.
-Lo que motiva es apostar a que las políticas públicas puedan ser una transformación social y que los pibes sepan que si no quieren estar en la esquina pueden estar en Envión.

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Cerca de las 12hs de un día de lluvia, Rafa, uno de los pibes que más participa, está por ir al comedor. Es alto y morocho. Le gusta la cumbia y jugar al fútbol. 

-Tremendo guiso vamos a comer hoy-dice alegre frotándose las manos.

Sale de la sede y mira el predio de la cancha. Es un campo abierto y de lejos se ven caballos pastando. Son de los carreros del frente.

Junto a su amigo Lucas y el piberío del barrio van hacia el comedor. Queda a cinco cuadras al fondo. Lucas también es alto y morocho, pero a diferencia de Rafa, es callado. 

En el comedor, la calidez del lugar y el olor a salsa los cobijan. Rafa va a buscar el canasto de pan y hace la repartija, pero no alcanza. La solidaridad de los jóvenes hace que nadie se quede sin un pedacito para acompañar el guiso caliente.

-Qué raro que no vinieron las chicas -dice un joven cuando recibe su plato.
-Qué van a venir con este barro -contesta otro.

Pocas veces pueden repetir, y si lo hacen es porque alguien ese día no tuvo su plato de comida. La falta de zapatillas o el barro de las calles dificultan que los jóvenes salgan de sus casas para ir al colegio o para acercarse al comedor con un tupper y llevar un poco de comida para sus familias.

Rafa se dirige a lavar el plato; se arremanga el puño desgastado, y toma la esponja con el detergente rebajado por las cocineras. Cuando termina, busca del canasto de frutas una naranja que no esté podrida y se la guarda en el bolsillo.

-¿Hay fútbol hoy? Así aviso a los pibes-pregunta a las chicas de Envión.

Pero él no vuelve a la sede porque tiene que llevar al colegio a tres de sus ocho hermanos. Los pasa a buscar a su casa y atraviesa un portón de madera cuya única traba es un pedazo de alambre. Los abriga y los deja en la N°122, escuela primaria del fondo, a la que asisten la mayoría de los chicos porque es la única cerca.

Rafa debería ir también, pero tiene que cortar el pasto de algún vecino o revocar una pared para juntar unos pesos y compartir una Coca-Cola con amigos en la esquina de su casa.

Envión trabaja con la Ley Provincial Nº 13.298 de Promoción y Protección Integral de los Derechos del Niño, que marcó el fin del antiguo Régimen del Patronato de Menores, dejando sin efecto el sistema tutelar. Fue así como el Estado asumió un rol protagónico y una forma de responder a las problemáticas que afectan a la niñez mediante la implementación de políticas públicas. Al menos, eso dice la ley.

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Es la tarde y los chicos se acercan a la cancha del barrio. Están en grupo gritando y haciendo juego con la pelota. Tienen entre 13 y 20 años. Hay botines de todos los colores y algunos más rotos que otros. No llegan a 10 pibes, pero forman dos equipos.

La pelota comienza a girar. La rapidez con la que corren levanta el polvo que los envuelve. Uno de ellos cae, otro tropieza con él y ambos terminan tirados. Entre gritos y enojos uno de los chicos tira un centro y la emboca en el arco enemigo.

- ¡Goooooool! -gritan eufóricos por el predio aunque otros se quejan.

Al rato aparece Agustín, un pibe que vive a la vuelta de la cancha. El negro de sus ojos combina con su piel morena. Su gorra deportiva es la excusa perfecta para esconder sus rulos porque no le gustan, pero un mechón de cabello insiste y le cae sobre la frente.

-Eh, miren que yo también vine a jugar patas duras- grita y se ata los cordones de las zapatillas de su hermano mayor que le van perfecto.

Tiene 20 años y trabaja de muchas cosas. A veces se despierta temprano para comprar nafta para su máquina de cortar pasto. Sipuede, agarra alguna changa en la construcción. En las tardes toma su caballo, el carro y junta cartones. Cuando no trabaja y si no tiene resaca, se va con las chicas de Envión para que le enseñen a escribir su nombre.

-Más vale que jueguen bien-dice y se acomoda el cigarro que lleva detrás de la oreja.

Todos corren detrás de la pelota. Se pechean entre ellos, pero no importa. En el fútbol callejero no hay reglas formales, un campo grande, ni once jugadores por equipo. Las reglas las ponen ellos: la barriada.

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Como todos los miércoles, en la salita está Celina sacando turnos para algunos chicos: Odontología y Clínico. También pide para Obstetricia porque una chica de 20 años embarazada de cinco meses todavía no hizo ningún control. Se llama María y ya se le nota la panza. 
-Desde el programa se trabaja en restaurar derechos en los jóvenes, acompañarlos en sus trayectorias educativas, en su formación laboral y cuestiones de salud. Se trata de un conjunto de objetivos, decisiones y acciones de un gobierno para solucionar problemas prioritarios -cuenta Celina.
Este tipo de políticas públicas surgieron  en los ’90 para paliar los efectos de la crisis en poblaciones con mayores necesidades. También en el 2001, cuando Argentina  atravesó otro momento de urgencia social. Pero en los gobiernos Kirchneristas se pensó a las políticas públicas desde un enfoque de derecho, y en ese marco surgió el Programa Envión.

Celina carga con la bolsa de mercadería que lleva a la joven junto a su turno médico. Yerba mate, cinco leches, algunas mermeladas y azúcar.

Ella y María hablan en el portón de su casa y detrás se ve a su padre trabajando. Es inválido y, como puede, repara zapatos para conseguir algún ingreso para la familia de más de 7 personas.

Rafa y Lucas pasan y saludan. Vienen de hacer changas en la construcción  y se quejan porque los paró la policía.

- A los que están bien vestidos no les dicen nada -dice Lucas disgustado.

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En el taller de macramé están Rafa, Lucas y Agustina. Sus manos se concentran en tejidos de colores y nudos decorativos que serán pulseras. Ellos saben todo lo que pasa en el barrio: quién robó a quién o quién es el nuevo transa. Incluso, Agustina cuenta cómo fue cuando policías rompieron la puerta de su casa en un allanamiento porque buscaban a su primo.

-Nosotros no sabíamos nada. Llegaron a las cinco de la mañana y se quedaron hasta el medio día porque decían que abajo de la cama había un arma-cuenta sin perder el trenzado que arman sus finos dedos.

La desconfianza de los pibes de El torero, en parte, se debe a que, socialmente, se los criminaliza por su aspecto, por ser pobres, por su color de piel, o porque algunos cometen actos fuera de la ley. 

-Es verdad que en el barrio está lleno de transas y chorros, pero no todos somos así. Algunos sabemos hacer pulseras- dice Rafa cuando le da el último toque y se la regala a una de las chicas de Envión.