TRES OMBÚES DE PIE

 


Por Patricia Martínez //

Aquí hubo una vez un pueblo llamado Querandí. Aquí, el 15 de junio de 1536, los guerreros querandíes se enfrentaron a la tropa de Don Diego de Mendoza. Del lado español, eran trescientos soldados de infantería y seis hidalgos a caballo. Tenían ballestas, arcabuces, espadas y rodelas. Los jinetes usaban cascos y espadas. Del lado originario, guaraníes, charrúas y chaná-timbús se unieron a los querandíes. Juntos causaron grandes bajas en la tropa española con el uso de la bola arrojadiza. Don Diego de Mendoza encontró la muerte con un bolazo en medio del pecho. Ese día, las aguas del río se tiñeron de rojo. 

Hoy, aquí, hay una comunidad multiétnica llamada Tres Ombúes. Kollas, mapuches, guaraníes, diaguitas y qom, entre otros. Están reivindicando a sus ancestros en este espacio comprendido por la autopista Ricchieri, ruta provincial N°4 (Camino de Cintura) y el Río de La Matanza. Aquí hay vida, flora y fauna, pero también memoria y resistencia.

—¡Llegó El Cheuke! No desacomoden nada.

Gritan en medio de la oscuridad mientras apilan ramas secas para la fogata. Miguel, el Cheuke, está vestido para la ocasión. Lleva un poncho azul y un cintillo de lana que le cubre la frente y parte de la cabeza. 

—Marimari.

Saludan en mapuche. Miguel tiene una especie de silbatos de caña en una bolsa. Los llama “pifilkas". Prueba el sonido, se asegura de que salga perfecto. Le da uno a cada uno de los presentes y con una sonrisa pícara, les dice que no puede haber otra pifilka mejor que esa. 

—Estas pifilkas son de Tres Ombúes, de este territorio. Cuídenlas mucho porque son un regalo de la naturaleza.

Hace frío, pero sacan las manos de los bolsillos del abrigo. Están de pie y en ronda. Se concentran para que el aire salga de los labios apenas entreabiertos y suenen las pifilkas. Después de varios intentos, se consigue una melodía armoniosa y comienza la ceremonia. Es el solsticio de invierno. Será la noche más larga del año. Esperan a que el dios Inti asome los rayos en este espacio ubicado en la localidad matancera de Ciudad Evita.  

La comunidad enciende la fogata en representación de los pueblos del Norte, Sur, Este y Oeste. Entre los pedidos a los ancestros no se olvidan de Jujuy. A 1.531 kilómetros de la provincia de Buenos Aires, las comunidades aborígenes reclaman en contra del gobierno de Gerardo Morales. La reforma constitucional provincial promueve la explotación del litio y no respetó el Convenio Nro. 169 de la OIT. Violaron el derecho de los pueblos a ser consultados sobre las decisiones que les afecten. Durante la semana hubo protestas. Camiones de infantería y efectivos persiguieron por los cerros a los manifestantes. Hubo detenidos. Al menos cuatro personas perdieron uno de sus ojos. 

Están sentados alrededor del fuego. Los colores bailan en las llamas. Las ramas secas arden. Se oyen anécdotas, bromas, risas. Delia habla. Hacen silencio. Así como en las venas lleva sangre kolla, también lleva la vocación de enseñar y con su voz teje una historia de hace mucho tiempo. 

—Acá vivieron los hermanos querandíes. Este es un territorio ancestral, patrimonio de todos los pueblos originarios.

***

—¿Saben jugar a la payana? Miren, es fácil. 

A pocos metros de la Municipalidad de La Matanza, Delia se sienta en el piso. Arroja con las dos manos cinco piedritas sobre una manta de hilos de colores. Toma una piedra, la lanza al aire y agarra otra antes de que la primera caiga y la vuelva a sostener con la mano derecha. Dos niñas la miran con atención junto a su madre. 

—¿Ven? Después hay que agarrar dos, tres, y así hasta agarrar todas. 

La payana es un juego infantil. Fue popular en las escuelas hasta finales de los noventa. Originalmente, lo practicaban niños tobas y wichis con carozos o semillas. Las niñas empiezan a corretear y antes de que se vayan, Delia les da un tríptico de Tres Ombúes y un panfleto que dice: “Red de espacios verdes de la cuenca del Río Matanza”.

Las rejas que rodean el monumento al General San Martín están cubiertas de banderas y cartulinas. En uno de los carteles se lee: “Los humedales no se negocian”. Se denuncian destrozos y quemas en los últimos pulmones verdes del conurbano. La firma del intendente Fernando Espinoza se encuentra en una Ordenanza Municipal, que declara como reserva natural a las hectáreas donde se encuentra Tres Ombúes. Delia no puede hablar mucho, está afónica, pero acompaña a Miguel, el Cheuke, hasta el escenario. 

—Marimari. Los Tres Ombúes son un sitio sagrado de los hermanos querandíes. En el cual, un grupo de originarios nos juntamos de acá del conurbano, de la urbe, para defender ese lugar. 

El territorio Tres Ombúes del que habla Miguel era conocido como el Yacimiento Arqueológico Ezeiza III. Desde los años 30 del siglo pasado se sabe que es un reservorio de historia. Fue en 1937, cuando el investigador Florencio Villegas Basavilbaso publicó los primeros hallazgos de piezas de culturas recolectoras cazadoras. Pasaron 40 años de abandono, hasta que el arqueólogo Daniel Conlazo rescató más fragmentos de cerámica, piedras y restos óseos en los 80.

En 2008 quisieron poner una planta de residuos del Ceamse. Los vecinos se opusieron. Se conformó el colectivo Tres Ombúes y el espacio se declaró Patrimonio Arqueológico. El territorio contaba con 110 hectáreas gestionadas por la Administración de Bienes del Estado (AABE). Setenta fueron destruidas. 

— Fue usurpado por la venta inmobiliaria con la complicidad del Estado y la municipalidad. Y bueno, ahí están vendiendo esas parcelas a nivel dólar.

Miguel asegura que la política originaria es siempre decir la verdad y proteger el territorio. Desde el municipio de La Matanza, en esta jornada, le responden con silencio.

***

— Estoy buscando a Maria Isabel Carballo. 

Un periodista y un camarógrafo del canal TN se acercan a las rejas negras que protegen la propiedad.

— ¿Por qué asunto?

La mujer está del otro lado del enrejado, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. La acompaña un hombre que mira un celular. 

— Entendemos que Isabel Carballo y Rolando Pardo están siendo investigados…

— No tiene porqué filmar.

Interrumpe la mujer enojada y señala al camarógrafo. El hombre que está a su lado, levanta la mirada de la pantalla del teléfono. 

— ¿Quién está grabando? ¿Vos estás grabando mi casa, la concha de tu madre? 

Se escuchan los gritos del hombre, mientras los perros ladran eufóricos del otro lado de los barrotes. 

— ¡No, tranquilo, tranquilo, señor!

— ¿Qué grabas? ¡La concha de tu madre!

Se abalanza sobre las rejas y parece arrojar algún elemento detrás del portón. 

— ¡Tranquilo, tranquilo!

Quieren calmarlo sin éxito y salen corriendo por las calles de tierra. 

Una mujer, María Isabel Carballo, y un hombre, Rolando Pardo, dicen tener la posesión de los terrenos del barrio Puente 13, lindero a Tres Ombúes, y que forman parte del patrimonio indígena. Ambos le iniciaron un juicio por usucapión a la AABE. La usucapión le confiere la calidad de dueño de una propiedad a alguien por el mero hecho de tenerla, según plazos que fija el Código Civil y Comercial. Carballo y Pardo hicieron cesión de derecho de tierras a decenas de personas.

Por un lado, el municipio de La Matanza le dijo a TN que Carballo estafó a las familias y que nadie les pidió habilitación municipal para construir. La AABE habló de “procedimiento delictivo” sobre el accionar de los acusados. Por otro lado, los vecinos le mostraron a los periodistas recibos de hasta 10 mil dólares por los terrenos y se niegan a abandonar las viviendas en construcción. 

Mientras  el Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional 3 de Morón investiga a Carballo y Pardo por supuesta estafa, las construcciones avanzan sobre el sitio arqueológico que la comunidad multiétnica de Tres Ombúes intenta proteger. 

***

Es sábado por la mañana. Hace casi un año que trabajan en la huerta. Algunos sacan los yuyos que ahogan las plantas y otros labran la tierra. En una mesa, Delia y su comadre, Jacky, preparan nueva cartelería para frenar el avance de las topadoras, que ganan terreno para el Barrio Puente 13. No pretenden el desalojo de las familias, sino la protección del poco espacio que les queda. 

La distancia por carretera entre Bolivia y Buenos Aires es de 2416.5 km. Allí nació Jacky, de raíces aymara- quechua. Toda su vida vivió en Argentina, pero de adulta fue a sus pagos de visita. Allí las comunidades están más organizadas. Eso le hizo un clic y le cambió la cabeza. Conoció Tres Ombúes hace unos años, gracias a Punta Querandí, tierra ancestral, comunitaria y sagrada del partido de Tigre. Pero en ese entonces todavía no podían entrar porque Carballo y Pardo no se lo permitían. 

—Es todo un triunfo entrar al territorio, hacer las ceremonias acá en el territorio.

Jacky dibuja las ramas de un ceibo en un cartón, flor nacional de Argentina y dice que se siente una “oveja rara". Sonríe, pero reconoce que las personas a veces no entienden. 

— Lo que pasa es que la lucha te lleva. Es un compromiso y te lleva vida. — Le dice Delia a su comadre.

—Y sí. 

— Pero bueno, es cuestión de que entiendan que esto también es para ellos.

“Territorio de memoria indígena Tres Ombúes. No romper. Cementerio indígena de la República Argentina”, se lee en los carteles terminados. Citan el artículo 75, inc.17 de la Constitución Nacional, donde se reconoce su preexistencia étnica y cultural, y el derecho a la posesión y propiedad de las tierras que ocupan tradicionalmente. Pronto deberán agregar a sus carteles, que ya tienen personería jurídica. 

***

Camino a la apacheta se siente la fuerza de la madre naturaleza. Los pastizales murmuran junto a las aguas del riachuelo. La boca de la Pacha se abre en el suelo de Tres Ombúes y espera ser alimentada con las ofrendas de sus hijos e hijas. Hay guisos de lentejas, semillas, naranjas, manzanas, bananas, tabaco, maíz, agua, vino, hojas de coca y hasta papelitos de colores. 

El incienso se mezcla con el perfume de las frutas y flores. Es un aroma denso, pero dulce. Dicen que sahumean para alejar las malas ondas, las malas energías. Están todos en ronda, porque nadie es más que nadie y de esa manera pueden mirarse a la cara cuando hablan. En el altar está Don Mario Barrios, de raíces kollas. El anciano tiene el título de sabio y guía espiritual de la comunidad. Los cabellos blancos de su cabeza son un regalo de las 1049 lunas que vivió. Toma la palabra en la ceremonia del día de la Pachamama.

—Cuando yo era chico hacíamos la ceremonia escondidos porque estaba prohibido.

Cuenta el hermano mayor a la comunidad sobre su infancia en la Puna jujeña. Los labios de don Mario revelan que, en sus tiempos, los libros y manuales escolares fueron armas silenciosas usadas por occidente y el cristianismo con las que intentaron matar la cultura de su pueblo. 

—Occidente no tiene conexión con la madre Tierra. Por eso la destruye, la lleva a su límite. Ahora están buscando otro planeta a donde ir y destruir los recursos. 

El guía espiritual dice que el planeta está en ebullición. En los últimos 20 años, sólo en Argentina se perdieron 438 mil hectáreas de bosque primario húmedo. Los bosques no son los únicos recursos naturales en riesgo. En nombre del progreso, las empresas buscan el litio. Para producir un kilo se usan de 400 a 2 millones de litros de agua, agua que ahora se busca en Marte. Pero las naves espaciales también necesitan de este mineral llamado “petróleo blanco”. 

El sabio devela la cosmovisión indígena. Para ellos no hay lugar para la destrucción de la tierra. La comunidad vive en armonía con el entorno. Hay una relación de reciprocidad. Por eso, celebran el día de la madre tierra, cuna y sepultura de los cuerpos. 

—Nosotros nunca nos ponemos de rodillas. 

La declaración de Don Mario es una señal de resistencia y transmite la enseñanza de los incas, quienes se ponían en cuclillas y ofrendaban con las dos manos. En las palabras de este hombre vive la memoria de sus ancestros y el sentido común, que por extensión es comunitario. Esa memoria seguirá viva en quien escuche.