Ladrones de cuna

Por Aldana Farinelli
Más de cuatro millones de argentinos, desde el inicio de la democracia, desconocen su origen. Muchos de ellos fueron robados y vendidos al nacer a familias que buscaban un bebé. Marcela fue uno de esos niños.  Marcela tenía unas pocas horas de vida. Su madre de 12 años la estaba amamantando cuando fue arrancada de sus brazos en el Hospital Municipal de San Pedro, provincia de Buenos Aires.
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Marcela Mónica Rondeau ahora tiene 54 años, vive en Tres de Febrero, es jubilada del Banco Provincia desde que su padre de crianza falleció en el año 1983 y ella pudo entrar a trabajar allí. Hoy la hija más grande de Marcela ocupa su lugar.
Con un poco más de un metro y medio, Marcela tiene la dulzura de una madre protectora con cada persona que se cruza en su vida, escucha sus historias y siempre que puede ayudar a alguien, lo hace. Su voz aniñada y sus ojos brillosos no transmiten la dureza de una vida rodeada de dolor y mentira.
— Mi infancia fue feliz, no tengo nada que reprocharles a mis padres - afirma Marcela.
Nada que reprocharles, hasta que cumplió 10 años y decidió preguntarle a su madre, Leonor Parrondo, si ella había sido adoptada. “Sos una desagradecida”, le respondió. De inmediato Marcela comprendió que sus padres en realidad no eran sus padres.
Leonor no era sincera con su hija. Fue su papá, Manuel Rondeau, quien le confesó que había tenido que sacar un préstamo para poder comprarla. Marcela no entendía en qué consistía aquella transacción, y su duda era otra: de dónde venía.
Los años le hicieron comprender por qué se sentía como "sapo de otro pozo" y perdió toda la confianza de la crianza que le habían dado. Hoy en día, confiesa no saber si Leonor alguna vez la quiso, ni si ella sintió algo por quien dijo ser su madre.
—Estoy segura que lo que rompió todo el cariño que podríamos haber tenido fue el engaño. Terminó siendo una familia inventada y cuando se inventan mentiras esa familia al final se destruye.
Durante la adolescencia y adultez, Marcela no podía preguntar por su historia. No tenía a quién, ni sabía a dónde concurrir, pero tenía la certeza de que por sus propios medios algo iba a lograr.
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Era el año 2010, la madre de Marcela agonizaba en el Hospital. Su hija consideró que era un buen momento para intentar una vez más conocer sobre su origen. Pensó que su madre iba a querer redimirse y revelarle sus orígenes para poder descansar en paz, pero se equivocó.
— ¿Me vas a decir quién es mi mamá?
— ¡No! Nunca lo vas a saber, está todo bien oculto- le contestó.
A los pocos días, Leonor falleció y luego de su partida apareció una persona nueva en la vida de Marcela que con el tiempo iría tomando más importancia: Ariel, un joven militante de La Matanza que estaba involucrado con el trabajo social y la conoció en Facebook a través de amigos en común. Decidió hablarle. Desde ese día no se separaron. Entraron en confianza rápidamente. Se pusieron de novios, se fueron a vivir juntos y le dio las fuerzas necesarias para que ella fundara la ONG que le venía dando vueltas en la cabeza: una organización que ayude a personas que fueron apropiadas para encontrar su identidad.
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—Tenés que contenerla. No es fácil. La vida del apropiado es de vaivenes: estar bien, estar mal. Yo te digo porque lo viví- aconseja Ariel a un joven que lo llamó desde La Plata, preocupado porque su mujer descubrió que había sido apropiada y su matrimonio estaba en crisis.
Él ya había pasado por eso. Cuando la conoció a Marcela, ella estaba en plena búsqueda y las crisis emocionales eran recurrentes.
— Marce estaba ahí sentada -expresa Ariel, señalando la cabecera de la mesa del comedor de la casa que funciona como sede de "Nueva Identidad" en Ciudadela- y se puso a llorar. Ella decía que había sido una mercancía, que la habían comprado como si fuera un yogur en el supermercado.
Meses después de la muerte de su madre, Marcela hizo realidad su idea de ayudar a otros. Creó la fundación "Nueva Identidad", una de las únicas tres asociaciones argentinas dedicadas a investigar apropiaciones de bebés durante la democracia. Desde su apertura allí se trataron a más de 800 casos, de los cuales solo 63 concluyeron con un reencuentro que no siempre terminó con un final feliz. Algunos acaban con rechazos, reclamos, negaciones, y es por eso que los presidentes de la ONG acompañan al apropiado en todo el proceso de su búsqueda y cuentan con una psicóloga especialista en el tema, quien también padeció ser robada de niña.
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Al año de creada la fundación, una nueva sorpresa la estaría esperando. Era el 25 de noviembre de 2011, en Nueva Identidad los miembros se estaban preparando para celebrar el primer año de creación de la asociación con una caminata para festejar los logros de la entidad.
Para la ocasión, los colaboradores Carolina, de San Antonio de Areco, y Daniel, de Córdoba, vendrían a visitarla. Para no llegar con las manos vacías le preguntaron a Marcela qué quería de regalo.
— Tráeme a mi mamá - bromeó antes de terminar la conversación.
Más tarde esa madrugada, eran las cinco de la mañana, Marcela y Ariel descansaban en el dormitorio cuando sonó el teléfono.
— ¿Marcela? Soy tu hermano, solo te pido que no la culpes a mamá, ella sufrió tanto como vos, no te dejó porque quiso.
Atónita, Marcela, que hasta entonces era hija única, le aclaró al hombre con el que hablaba que no le iba a reprochar nada a su madre. Solo quería encontrarla.
A los pocos minutos el teléfono volvió a sonar.
— Marce, ¡Venite ya para San Pedro, encontramos a tu mamá! ¿No era lo que querías? - le dijo Carolina. Carolina había pasado el día recorriendo las casas de San Pedro en busca de una señora de la que solo tenía el nombre: Ida Arias.
El matrimonio se vistió, se subió a su Chevrolet gris 0km y emprendió el viaje a San Pedro. Al llegar, se dieron cuenta que la historia por conocer era mucho más larga de lo que creían.
— Empezaron a salir personas de la casa. Chicos que, después supe, eran mis sobrinos ¡Eran un montón! Ocho hermanos me aparecieron - recuerda Marcela desde la sede de la Asociación.
— Cuando salió la mamá de Marce no lo dudamos ni un segundo, fue increíble, eran dos gotas de agua- añadió el marido.
El encuentro se selló con un abrazo y ese mismo día Ida viajó a Ciudadela para participar junto a su hija de la primera caminata por la identidad no sin antes contarle la historia de aquel 29 de abril de 1963.
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Ida Arias tenía 12 años y estaba en pleno trabajo de parto. Ella había quedado embarazada, fruto de una violación, y había decidido dar a luz a quien sería su primera hija.
El último recuerdo de Ida junto a su beba fue el momento en que la vio irse a la fuerza, en los brazos de las monjas Sor Lidia y Sor Querubina con la complicidad de los tíos policías de Marcela, y de una de las enfermeras que estuvo involucrada en otro robo. Pero admitió no acordarse de los casos por "la cantidad de bebés que habían pasado por sus manos".
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Sor Lidia y Sor Querubina fueron dos monjas de la congregación de San Camilo de San Pedro, que tuvieron 70 denuncias, entre ellas algunas de parte de Marcela, en el juzgado de San Nicolás por robos de bebés, pero fueron sobreseídas por falta de mérito.
Sin embargo, no fueron las únicas.
En el año 1779 se creó la Casa de Niños Expósitos, cuando los pobladores de Buenos Aires se quejaron por los embarazos no deseados que concluían en bebes abandonados en las calles de Buenos Aires. Pero ese no parecía ser el problema.
Los perros callejeros se comían a las criaturas, y los carros los atropellaban. La alta sociedad consideraba que la situación no le daba una buena imagen a la ciudad y vieron la necesidad de pedirle al Virrey Vértiz que creara un orfanato, a imagen y semejanza de los de España, donde las mujeres pudieran dar a sus niños.
"Mi padre y mi madre me dejan en las manos del creador" rezaba la leyenda de la cuna antes de pasar a manos de las monjas a cargo del orfanato.
— Había sectores populares, sobre todo el mestizaje entre los blancos y los criollos o las esclavas, que no podían sostener a los hijos. Si eran familias de alta sociedad, sí los sostenían y éstos eran hijos bastardos que eran criados como uno más de la familia, pero los demás eran expuestos ahí. Si se veía alguna chica embarazada que tuviera algún bebé y no estaba reconocido, las monjas o ciertos círculos lo que hacían era sacarles a los chicos y los vendían- explica la historiadora argentina Fernanda Cabrera.
Hoy en día, según la Fundación Adoptar, el robo de bebés involucra otros negocios: para cumplir roles de hijos en Argentina o en Europa, para la industria de la pornografía y la prostitución infantil, para la explotación laboral, para el transporte de sustancias prohibidas, para el tráfico de órganos e incluso para ritos satánicos.
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Marcela fue víctima de una situación semejante pero hace seis años que sabe quién es y le alcanza. Ahora ya pasaron varios meses desde que no tiene noticias de Ida.
— No hablamos. Es mi madre. Yo necesitaba encontrarla, pero el lazo biológico no nos hace familia- aclara Marcela- tuvimos relación un tiempo, pero después no fue necesario.
Marcela es positiva, dice que, aunque al principio se juntaban siempre, se veían y hablaban, hoy en día la relación no es tan fluida porque "no dejan de ser dos desconocidas".
A sus espaldas, su marido tiene otra visión.
—No me voy a meter. Son su familia no la mía, son muy distintos, distintas crianzas, y no hay que olvidar que Marce fue producto de una violación, entonces cuando su madre la ve ¿Qué ve en realidad? Capaz al verla ve todo el dolor que significó tenerla.
La historia de Marcela le sirvió para poder ayudar a otras personas. El próximo objetivo es crear un hogar para ayudar a las madres donde puedan capacitarse, trabajar y no tengan la necesidad de dar en adopción a sus hijos.
— Con el tiempo entendí por qué estoy acá. Yo no sufrí lo que sufrió Marce - señala Ariel. Mira hacia abajo y con un nudo en su garganta continúa- la que sufrió robo de bebé fue mi mamá, me enteré de grande. Perdí dos hermanos al nacer, del tema no se hablaba y hoy en día mis padres fallecieron. Quizás no podré hacer nada por mi caso, pero si por los que vienen a buscar.

Mientras tanto continúan investigando cientos de historias al año y tal vez pronto la búsqueda les vuelva a tocar de cerca.