De Tinder a la tragedia


Por Valeria Cornara Perez

Lo que nunca te contaron del caso de Belén y el anestesista. Una historia que se hizo mediática y muestra cómo las redes sociales pueden funcionar como un arma de doble filo.


En la cocina del departamento, un frasco con piedra se recalienta sobre una hornalla.  El olor es dulce y poco familiar. El lugar es amplio, agradable. Por la tarde, las paredes blancas suelen estar iluminadas por un gran ventanal que da una buena vista frente al balcón.


Gerardo le extiende la pipa con confianza y Belén acepta. Bastan unos cuantos minutos para que el crack comience a hacerle efecto. Ella siente que todo su cuerpo se relaja, se desvanece. Un sueño abrumador la envuelve y la lleva a recostarse en el sillón del moderno departamento de su jefe, ubicado en el sexto piso de un edificio en Palermo.


No pasa demasiado tiempo para que note que algo no anda bien. Mientras ella, sedada, se abstrae cada vez más, él comienza a alterarse hasta que por una convulsión se cae sobre la cama. Belén, asustada, no sabe cómo reaccionar en esos casos ni tampoco está lúcida para ayudarlo. Con dificultad, lo voltea hacia un lado y se arrima hacia el teléfono.  


Voy a llamar a alguien para pedir ayuda -le dice.


Esas palabras son suficientes para que él empiece a mirarla con furia, con ojos de locura. A ella le agarra miedo. Gerardo se reincorpora, se le acerca y le da una piña en la cara.


A partir de ese momento, todos son flashes.


***
Según Google, “Tinder” es una aplicación para encontrar pareja de forma online, cuyo único requisito es tener una cuenta de Facebook para entrar y dejar que la interfaz misma se encargue de analizar el perfil, buscando datos en común con parejas potenciales dentro de un radio cercano.
Por lo tanto, cuando alguien crea un perfil en la red social “Tinder” -por lo general- no espera encontrar trabajo sino generar una cita eventual. El caso de Belén fue diferente.


“Hacételo. Es divertido y conoces un montón de gente”, le aconsejaron sus amigos gays para convencerla.


Y lo lograron: Belén se armó un Tinder.


***
Parece salida de una historia de Disney. Piel muy blanca, blanquísima; adornada por unos ojos intensos, grandes, azules y contrastada por un pelo corto y bien oscuro. Cuando sonríe, baja la mirada y lo ojos se le achinan. Es muy tímida, muy.


Sin embargo, para su perfil eligió una foto mostrando facciones de modelo con una coronita de flores, al mejor estilo “Snapchat”, que le decoraba la cabeza. Pelo cortito por encima de los hombros, exceso de rimmel, labios encendidos y mirada "sexy".


Entre el reparto de cruces y corazones a los perfiles de sus virtuales candidatos, ocurrió. Belén obtuvo un “Match”, aquello que ocurre cuando un usuario elige la opción del corazón para dar like al perfil de otro usuario y éste, a su vez, le devuelve ese corazón.
Su elección le dio compatibilidad con el perfil de Gerardo Billiris, a juzgar por la foto: un pibe joven, buenmozo, rubio y de ojitos claros.


Tras iniciar una conversación privada en Tinder, intercambiaron los celulares y pasaron al cómodo chat del Whatsapp.


Hola bb
Ger! Todo bn?
ahora q hablamos x acá mejor!
jaja.. si mal
en q andas
nada, acá aburrida. En un rato voy al laburo, vos?
ah laburas.. De qué?
sisi, en una parrilla
justo tengo una buena oferta q hacerte, t va a copar!


Gerardo le ofreció la propuesta soñada que ella no habría imaginado: un trabajo tentador tanto por el horario como por el sueldo. Implicaba ir todos los días por la tarde a su casa en la calle Beruti al 4500 para cargar los datos en los formularios de los pacientes. Gerardo, detrás de una foto de perfil vieja y retocada, tenía 42 años y era profesional coordinador de anestesiología pediátrica en el hospital Militar de Belgrano.


***


Su primer día de trabajo fue un jueves 26 de enero. Ella tocaba timbre una y otra vez en la dirección pactada a las seis de la tarde. Se encontraba en pleno Palermo, un barrio lindo, “cheto” y la acompañaba su hermana. Esperó en la calle por más de media hora, Gerardo no bajaba.


Te está esperando- dijo una chica que bajaba y le dio las llaves como si se conociesen de toda la vida. Era Sabrina, una amiga de Gerardo.
Belén subió y la puerta estaba entreabierta, estupefacta golpeó por las dudas y él fue quien le abrió. Había mucho humo, como si varios sahumerios estuviesen encendidos a la vez.


Uh ¡Qué rico olor!  -dijo Belén y él se río.
¿No sabes qué es?  -Gerardo agarró una pipa de agua y se la mostró- ¡Mira el chiche que me compré! ¿No sabes qué es el olor?
No, es un rico olor. Yo que voy a saber
Gerardo arrojó a sus manos un pedacito de bolsa negra de consorcio con algo muy duro dentro.


¿Fumás durlock? -se burló Belén apretando el paquetito, ignorando hasta ese momento de lo que Gerardo hablaba exactamente.
Eso es crack, ¿nunca viste? - se sorprendió él -Bueno ahora ves, estoy cocinando.


***


El crack es una droga ilegal derivada de la cocaína. Se consume fumándose en pequeños tubos de vidrio y tiene un efecto inmediato: empieza a actuar a los diez segundos. Es una de las drogas más adictivas y es mucho más dañina que la cocaína, siendo sus efectos iniciales la euforia, el placer o aumento de energía. El anestesista vivía su adicción como algo natural.
Gerardo terminó de cocinar la piedra de crack y le ofreció cenar una pizza. Ella aceptó, él no tocó bocado.


Para finalizar la jornada nocturna, el anestesista le explicó por fin lo que tenía que hacer: gestionar en una computadora unas viejas fichas médicas de pacientes.


Él le mostró dos cajas llenas con papeles que ella miró por arriba sin entender demasiado; eran todos de sanatorios, con una letra ilegible. Ver todos esos datos juntos tranquilizaron a Belén, entendía que su nuevo jefe era adicto a la cocaína, pero trabajaba en el Hospital Militar, por lo tanto, debía ser un anestesista profesional.


No eran demasiadas horas y el sueldo era bastante bueno. A ella le parecía raro que la citara en su casa y en un horario nocturno, pero de todas formas ya no había vuelta atrás; ya había renunciado a la parrilla ubicada en la esquina de su casa donde solía trabajar y necesitaba la plata.


***


El segundo día Gerardo estaba con un amigo y todo el tiempo le ofrecían probar la piedra.


Finalmente, ella aceptó: se le dilataron las pupilas y él con su amigo comenzaron a reírse. Belén volvió a sentarse a la mesa donde tenía sus papeles, mientras los observaba buscar más piedra desesperados.


Como a ella le seguía costando traducir lo que decían las fichas, le mandaba fotos por el celular a su mamá, que es enfermera, esperando que le ayudara a traducirlas.


***


Para la tercera visita partió de la casa de su hermana en Villa Luro. De allí, se tomó el colectivo de la línea 34 hacia Palermo. “Baja. No me vas a hacer venir hasta acá y no me vas a abrir”, le mandó a Gerardo en un mensaje de texto a las siete de la tarde.


Ese caluroso lunes 30 de enero esperó media hora en la puerta del departamento, como de costumbre. Se había cortado la luz en el barrio, entonces Belén cruzó la calle y compró un helado en el mercadito chino. Estaba vestida con un short y una camisa atada con un nudo, en los pies zapatillas verdes.


Gerardo por fin se asomó al balcón y le tiró las llaves.


Estaba abierto el lugar, al pedo me dio las llaves. Y encima estaba el portero ahí, pensó fastidiada.


Cuando entró al departamento, se encontró a Gerardo hablando por teléfono con una amiga. Ya estaba oscureciendo. Después de un rato largo, colgó la llamada y le dijo a Belén que iba a salir un rato.


Entonces me voy- le replicó ella.
No, no, quédate, hay fideos para comer. Te dejo abierto el garaje, por cualquier cosa, para que puedas salir.  
No hace falta, no voy a salir a ningún lado -le respondió Belén.
Lo que sí, para nada vayas a atender el portero de la puerta- concluyó, antes de irse.


Belén se sentó a la mesa, abrió su computadora y buscó una película en Netflix. A las 12 de la noche, le mandó un mensaje a Gerardo diciéndole que estaban tocando un montón el timbre, pero no hubo respuesta. Una hora después le mandó otro. El apareció recién a la 1 y 15 de la madrugada.


Le reprochó que había estado tocando timbre hacía rato porque había perdido las llaves. Le preguntó si había comido, ella respondió que no.


Gerardo se puso a cocinar crack en una pipa grande, parecida a las de las novelas turcas, como hacía siempre. Terminó a las tres de la mañana y se puso a fumar.


Belén vení. Ya sé cómo podemos hacer para que te haga efecto. Ayer nos reíamos con mi amigo porque vos no sabes fumar.
Yo no fumo nada, ni cigarrillo- respondió ella.
Tenes que respirar todo el aire de la pipa y luego lo largarlo -le explicó mientras le tapaba la nariz y la boca.


Ella tragó todo el humo que tenía la pipa, se mareó y sintió que su cabeza empezaba a volar. El efecto era muy rápido. Gerardo fumaba una piedra muy grande de crack, cuando comenzó a ahogarse y a escupir.


***


En el Chaco la gente no tiene maldad. Uno puede confiar en el otro, nadie te va a hacer nada malo -recordará varios meses más tarde Belén sentada en una mesita de un diner americano en San Justo- ojalá me hubiese quedado a vivir en mi pueblo.


Belén nació en la provincia de Buenos Aires, la Tablada. Pero creció en un pueblito del Chaco, la única provincia donde supo ser feliz. Sus padres la llevaban y traían muy seguido para que visitara al resto de su familia. Ella siempre prefirió quedarse ahí, porque se siente libre, protegida.


No me gusta para nada Buenos Aires. No pertenezco acá, no me siento en confianza para ser yo misma en la ciudad. Me siento encerrada, insegura, perseguida y amenazada.


Mi hija es distinta a las demás jóvenes de su edad. Ella es transparente, frágil, es una chica muy inocente -interrumpirá el relato la mamá de Belén, tomándola de la mano, con unas sutiles lágrimas en los ojos- ella no merecía haber ido a parar ahí.


Su infancia, a la imitación de una frágil cajita de cristal, fue distinta. Sus papás, Rubén Torres y Leonor, se encargaron de criarla con los valores más puros del pueblo de donde provenían. Procuraron una educación libre de maldad alguna y dotada por un peligrosa, pero inefable inocencia. Así creció, buena, pero ciega. Incapaz de reconocer la malicia cuando esta se oculta detrás de un disfraz, o de un perfil virtual.


***


Belén siente como si se le hubiese apagado la mente. Recuerda poco. Después del primer golpe vino otro, y otro. A ella le parecía que nunca más iba a parar. No sabe bien que hizo ni ella, ni él. Tampoco con qué le pegó. Recuerda vidrios, tirones de pelo, piñas, forcejeos… otro apagón.


De golpe, se encuentra corriendo desorientada por el departamento. Lo primero que ve es el balcón y la luz. Pero no, no puede tirarse por ahí. Entonces, bajo el efecto de las drogas, con los ojos inflamados por la cocaína y por las piñas y con los brazos llenos de cortes, corre al baño y se encierra. El espacio es muy limitado, ella sabe que si se queda ahí dentro él va a lograr entrar.


¡Te voy a matar, te voy a matar! -escucha gritar a Gerardo desde el otro lado de la puerta.
Mis papas no saben dónde estoy -piensa y siente miedo de nuevo- me va a matar y nadie va a encontrarme.


Belén quería escaparse de ese infierno, sabía que si se quedaba en el baño iba a morir. Entonces, sin dar más vueltas, lo hace. Empuja la puerta y sale corriendo expuesta a todo.  Aún recuerda todas las piñas en la espalda. De repente, en medio de la vorágine, un flash de lucidez: Gerardo había trabado la puerta con llave. Rápidamente la abre y se tira hacia el costado del ascensor gritando “Auxilio” y cubriéndose la cara con sus brazos.


***


Despertó desfigurada en el Sanatorio Itoiz de Avellaneda. Tenía los ojos llenos de sangre, irritados por los lentes de contacto; mechones de pelo arrancados de raíz; la boca y los oídos, destruidos. Los médicos encontraron un tímpano reventado, junto al omóplato y los frágiles huesitos de los ojos fisurados.


Lo primero que vio al abrir los ojos fue al mediático abogado, Fernando Burlando a los pies de la camilla.


Yo voy a ser tu abogado a partir de ahora, necesito que me cuentes exactamente lo que pasó.


***


A las 7 de la mañana de aquel martes 31 de enero, los noticieros daban la primicia: “Un anestesista del barrio de Palermo atacó a golpes a su pareja”. De esta forma, sus padres se enteraron de lo que le había pasado a su hija y corrieron al hospital Rivadavia, donde fue derivada de urgencia.


Una asistente social, les explicó lo sucedido: Belén había sido atacada a golpes por el anestesista drogado, pero la había rescatado el portero al escuchar los gritos y encontrarla tirada en el suelo rodeada de sangre.