¿DÓNDE ACAMPAN LOS CORAZONES ROTOS?
Por Victoria Sanagua //
Adelante o atrás, se mueven nerviosas dentro del vallado. La seguridad está atenta y las guían dentro del corral. Al final de la fila permanecen de pie, inseguras por el lugar, mientras como suricatas alzan la cabeza para ver cuántas personas hay adelante. Calculan cuánto tendrán que correr al cruzar los molinetes y qué tan cerca podrán llegar.
La mayoría está sentada sobre cartones y aislantes plateados. Cientos de jóvenes se tapan con mantas, acurrucadas contra el paredón del colegio Vélez Sarsfield al comienzo de la fila en la puerta 15 del Estadio José Amalfitani. Han pasado la noche en la fila, a la intemperie, después de meses de acampar. Allí se maquillan, se visten, hacen carteles, o van y vienen de comprar el almuerzo e ir al baño.
Cada una tiene un número escrito con marcador negro en la mano. Hace 9 meses acampan para obtener ese número. Esos simples dígitos simbolizan ahora la posición sobre otras y la distancia que las separa del artista.
Faltan 5 horas para que abran las puertas del estadio, 9 para que comience el show. Encorvada en el piso, rodeada de mochilas y bolsas de dormir, Sofía traza con mucho cuidado letras con acrílico rojo sobre un pedazo de cartón.
Tiene 22 años, trabaja y estudia Medicina en la UBA. Es una joven enérgica y carismática pero el cansancio le gana y se le nota en el rostro. Está motivada por la música y el agradecimiento hacia el artista favorito.
En 2018, comenzó a tener depresión. Se la pasaba en la cama, encerrada. Fue en Louis Tomlinson y sus canciones donde cree que encontró apoyo para mejorar la salud, así como también para aceptar su sexualidad.
El olor a pintura se vuelve más intenso.
― Cuando empezó su primera gira, me acuerdo de que veía videos y una chica hizo un cartel que decía “por vos, mi papa tiene una hija que está viva”, yo ahí dije ‘lo tengo que conocer'.
Le cuenta a una compañera. Sofía trabajó toda la pandemia para verlo y todo lo que ganó lo guardó en un sobrecito que decía “Louis”. Con eso pagó la entrada en 2022.
Termina el cartel y, satisfecha, lo deja a un lado. Decía “How r you 1 to 10?/¿Cómo estás del 1 al 10?”.
Mira alrededor buscando algo más para hacer, algo para pasar el tiempo y distraerse dentro del mar de nervios en el que todas las jóvenes de la valla se mueven. Sin éxito, toma el cartel de nuevo y se pone a arreglar imperfecciones solo visibles para ella.
***
Los autos van y vienen durante todo el día sobre la avenida Juan B Justo al 9100 en el barrio de Villa Luro/Liniers. Firmes permanecen las carpas. Van a ver a Louis Tomlinson en el Estadio Vélez Sarsfield.
El ex One Direction, comenzó la gira de su segundo álbum solista el 26 de mayo de 2023 y no fue hasta noviembre del mismo año que se anunciaron fechas en Argentina.
El Estadio nunca había presenciado un acampe tan largo. Con una duración total de 9 meses, este acampe se ubica en el podio de los más largos en Argentina, seguido por el acampe para Taylor Swift en 2023 y Harry Styles en 2022 compartiendo el segundo lugar, ambos a las afueras de River, con una duración de 6 meses; y el acampe de Lali Espósito en 2022 a las afueras del Movistar Arena por 5 meses.
Todo empezó cuando unas chicas pusieron carpas sin saber siquiera si Louis iba a venir.
Pasó un mes de acampe, distribuido entre los posibles recintos: Vélez, Movistar Arena y Campo Argentino de Polo; hasta que se anunció la fecha y las entradas salieron a la venta.
Desde entonces, junto al paredón del polideportivo, más de 240 chicas y unos pocos chicos, repartidos en 6 carpas, se turnan con una meticulosa organización para asegurar un lugar en la fila.
Y las reglas del acampe son mandamientos sagrados. Todos deben cumplir un mínimo de 28 horas y, al menos, una noche al mes en la carpa; o son expulsados del acampe. Las únicas situaciones que se contemplan son enfermedades o algunas otras urgencias.
Durante el día puede haber entre dos y seis personas en la carpa, mientras que por la noche deben ser mínimo dos o tres chicas, si una cuarta desea sumarse solo puede hacerlo si las otras tres acceden, por una cuestión de espacio y comodidad.
La carpa no puede quedar sola por más de dos horas porque si no las de atrás pueden moverla y adelantarse. Pocas veces sucede aquello, pero cuando fue así, se conversó y se restablecieron los lugares originales bajo la promesa de que no iba a volver a pasar.
Tampoco puede haber una persona en la carpa sola por más de dos horas. Si es así, el resto del tiempo que pase sola se le duplica. Y para darse de baja de un día es necesario avisar con 48hs de anticipación. De lo contrario, esas horas son descontadas.
Para llevar un registro, cada carpa cuenta con un Excel donde se muestran quienes van cada día y otro con el total de horas y la posición de entrada que corresponde a cada cual. Estos están a cargo de las administradoras, quienes ponen la carpa y saben sobre el arte de acampar.
Muchas de ellas han sido derrocadas mientras que otras sobrevivieron casi ilesas. Dicen que los reemplazos son elegidos por voto o consenso.
Para la Real Academia Española, Golpe de Estado significa usurpación violenta del gobierno de un país. En el acampe no hay tanques o comunicados militares. Estás jóvenes condenan los errores y malas actitudes con la exclusión y destitución de su función, que el acampe se vea. guste o no.
Este derecho adquirido lo hacen respetar con frecuencia. Acampar implica por momentos administrar una detallada estructura, por otros ser niñas que se divierten cantando y bailando viejas canciones de Disney.
Un teléfono suena e interrumpe la música. Son las 16 en punto y, a falta de una semana para el concierto, Sofía y Juliana deben ir hacia la puerta 15, donde montan guardia por turnos entre todas las carpas para vigilar que nadie llegue para colarse.
Saben que esa será la entrada de campo delantero. No pueden quedarse allí porque a solo unos metros se encuentra la entrada del Colegio Primario de Vélez.
En el acampe, nada puede dejarse al azar, incluso se hace lo necesario para cuidar el lugar.
― Adentro, vamos a tratar de estar juntas, pero si yo tengo que pasar por encima tuyo para llegar a la valla, lo voy a hacer. Es así.
Comparten un mate.
***
Los acampes parecen ser una forma de crear espacios de identificación y pertenencia. Sin embargo, en Argentina, tienen una historia como una herramienta de protesta y visibilización frente al Estado. Poner el cuerpo en escena es una expresión de malestar social.
La recuperación del espacio público está estrechamente relacionada con el fin de la última dictadura militar, con las rondas de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y las concentraciones ante la vuelta de la democracia. En los 90, los acampes continuaron acampañando la lucha política y social. En 1997, se instaló una carpa blanca frente al Congreso Nacional en reclamo por el aumento de los fondos para la educación y otras necesidades. Durante 1003 días, la carpa fue visitada por casi 3 millones de personas.
En 2008, exconscriptos que se desempeñaron en las bases militares patagónicas durante la Guerra de Malvinas establecieron un acampe en Plaza de Mayo con el objetivo de ser reconocidos como veteranos y recibir una pensión vitalicia. Se extendió por 10 años. La comunidad qom también instaló un acampe en Plaza de Mayo en 2020, que duró casi cuatro años.
En los 90 también surge la “misa ricotera” como un retiro casi espiritual. Los fanáticos de Patricio Rey y los Redonditos de Ricota viajaban por un recital a una ciudad. Allí, se hospedaban en casas, hoteles, campings, vehículos o en las mismas plazas para ser parte de una previa que podía durar días.
Los rockeros trasladaron la “cultura del aguante”, propia del fútbol, a la música. Este término se entiende como “hacer el aguante, soportar o ser solidario”. De esta forma, se inician rituales en la música en donde el fanatismo es proporcional a la participación frente a un evento. Todo el tiempo se compite por quien es más fan.
***
Por la avenida pasan miles de vehículos cada día. Cientos de ellos recorren el tramo de Villa Luro. Es imposible no ver las carpas. Lo que no saben es que son la fuente de entretenimiento de quienes acampan. Identifican colores y memorizan números. Quien gana el juego le pega a la otra en el brazo.
Las puertas de la carpa 1 y 2 están enfrentadas. El espacio entremedio les funciona como un pequeño patio común.
La carpa 1 es azul con bordes amarillos. Tiene un cartel decorado con pequeñas fotos del artista. La carpa 2 es color crema con bordes azules. Es la segunda que utilizan y está bastante dañada. Tiene pequeños agujeros y el cierre falseado, pero falta tan poco que no tiene sentido comprar una nueva.
Las demás son similares. Todas colocadas sobre palets de madera, aislante y cartón para evitar el frío, la humedad y el agua de lluvia que se estanca en la vereda. Por encima, las recubre un nylon a modo de toldo, anclado en el suelo con ladrillos o cascotes. Hay escobas y productos de limpieza. El viento lleva hojarasca y basura de todo tipo a las carpas.
A veces, les regalan comida. Un día unos camioneros les dieron un brownie y un lemon pie en pleno embotellamiento. Mucha gente les ofrece plata porque piensan que son personas en situación de calle. Muchas jóvenes del acampe forman parte del 19,5% que no tienen trabajo en Argentina. El número es tres veces mayor que la del promedio de la población (7%). Las mujeres son las que sufren más desocupación (21,5%).
Carolina trabaja en silencio con una computadora y usa su teléfono laboral como fuente de internet. Está sentada sobre las macetas de ladrillo que decoran el paredón blanco y azul del Polideportivo de Vélez.
Cuando le toca home office va un ratito al acampe. Los días de oficina pasa la noche en la carpa. Está a solo unas horas de entrar séptima.
En un punto, se vuelve una carrera. Juliana de 24 años también hace los mismos malabares. Por días duerme en la carpa, va a su casa y se baña. De ahí a trabajar y regresar a la carpa.
Será la primera en ingresar de la carpa 2. Ese privilegio lo consigue en los primeros meses de acampe durante los que llegó a hacer 200 horas. Luego acumularía un total de 800. Ahora, se limita a hacer las mínimas.
Junto a ellas, Sofía enciende un sahumerio y lo coloca entre los ladrillos del paredón. Ya conoce el hueco y sabe que no se caerá. Lo vuelve a tomar por la mera ansiedad de sostener algo en la mano.
El humo es para evitar el contagio de dengue. Se mezcla con el olor a Off. Los mosquitos sobreviven al incipiente frío. Según datos oficiales, las mujeres y jóvenes de entre 20 y 39 años, se encuentran entre los grupos más afectados por la enfermedad. En otra de las carpas, las chicas pasean con un espiral en la mano. La humareda tapa un poster gigante: una estampita que emula el Sagrado Corazón de Jesús. La cara es la de Louis.
***
El día previo al concierto es cuando se desarman las carpas y se reduce lo más posible todo para poder trasladarse al anochecer del polideportivo a la puerta 15 del estadio.
También, es el día en el que todas las jóvenes de otras provincias o países que forman parte del acampe deben llegar para quedarse.
Entre ellas, se encuentra Nicole, de 22 años. Viene de un pueblo de Córdoba llamado San Francisco y trae consigo un cartel que dice “hace 3 años no me rendí porque apareciste en mi vida”.
Comenzó a escuchar al artista cuando se encontraba en rehabilitación por un intento de suicidio. Afirma que con la ayuda de su música mejoró y dejó de tomar medicación. Su sacrificio es motivado por esa forma de agradecimiento.
Durante meses, todo lo que gana trabajando como empleada doméstica en Córdoba, lo invierte en el acampe. Cumple un mínimo de 12 horas mensuales, menos que quiénes residen en Buenos Aires.
Al comienzo, paga $1600 la hora a una ex administradora, con fama de mala compañera en las carpas, para que la reemplace; pero fue demasiado para el bolsillo así que comienza a ir ella misma.
Ahora, llega con 20 mil pesos en el bolsillo y sin pasaje de vuelta. Le faltan 25 mil para comprar uno. Después del recital no sabe qué va a hacer.
Sentada sobre palets y cartón, se acurruca bajo una manta junto a su amiga, una uruguaya de 28 años que ayuda a Nicole con lo que puede, por ejemplo, rifas para recaudar dinero.
Además de cumplir con las horas y alojarse unos días en la carpa 1, aprovecha para rendir exámenes del CBC que cursa mediante el programa UBA XXI. Sin embargo, está pálida y tiene anemia. Sobrevive a base de galletitas y agua.
Otras compañeras de acampe le donaron todo lo que sobra del dinero recaudado para la compra de más entradas para el show, costumbre que muchos fandoms tienen en un intento por lograr el Sold Out.
***
Los carteles de Sofía están esparcidos en el piso al igual que muchos otros. Magalí, una de las jóvenes más conocidas entre los acampes, está sentada junto a otras chicas contra el paredón. Nicole da vueltas dentro de la valla con la mirada perdida y la cara aún pálida. Dos administradoras de las carpas se acercan a unas chicas que husmean cerca de la puerta para decirles que no pueden estar ahí. Les piden que se vayan.
Unos metros atrás, una joven le ofrece pulseras de mostacillas de colores a otra que, emocionada, elige una con pequeñas letras que dicen “i luv 1D/Amo a 1D”.
Aquella es una tradición que comenzaron las fanáticas de Taylor Swift inspiradas por “You’re on Your Own, Kid”, cuando la cantante dice “todo lo que pierdes es un paso que das, así que haz pulseras de amistad, vive el momento y siéntelo”. Esto se extendió a cientos de géneros y artistas como símbolo de estos grupos de fanáticos a través de los que construyen su identidad.
A su lado, algunas chicas rodean a un vendedor ambulante que recorre la fila desde adentro de la valla vendiendo gorros, vinchas y otros objetos temáticos del artista.
Entre ellas, se encuentra Rocío, una de las 54 chicas de la Carpa 4. Es fanática desde que se formó One Direction en 2010. Va a la facultad, trabaja y realiza varias actividades extracurriculares. Siente que lo que no pudo o no se le permitió hacer en la adolescencia, lo hace ahora.
Sin embargo, tiene solo 24 años, pero se siente grande para seguir siendo parte del fandom. Ahora llega el momento del duelo de la vida adulta. Muchas son las que comparten una gran nostalgia por la banda, en parte porque no pudieron verlos cuando se presentaron en ese mismo lugar un 3 de mayo de 2014, cuando aún eran niñas o adolescentes.
― Para mí, es una despedida porque una ya tiene otra edad. No tenés los mismos tiempos que cuando eras adolescente, Louis no te va a dar de comer ni te va a dar un título universitario. Tenés que enfocarte en tu vida propia también.
Rocío le dice a una de sus amigas en la fila. Afirma que, durante la adolescencia, muchas vivieron grandes ausencias y encontraron apoyo en la música.
En el acampe, la ausencia también es el pie para el “chiste de los papás”. Todas aquellas cuyos padres las van a buscar o las ayudan son vistas como privilegiadas.
En el piso, junto a mochilas y maquillajes se ven varios carteles del fandom oficial que había elegido la frase “este sábado se lleva el dolor”, una transcripción casi exacta de la canción Saturdays de Louis.
9 horas más tarde, Louis cantará “Siempre solíamos decir que los sábados quitan el dolor”. Las voces de todos en el estadio se alzan con más ganas. Las chicas lloran. Toman carteles y los levantan bien alto.