AL CORTE
Por Hugo Fernando Blasco //
Oscuridad absoluta. Hay que estar atentos. Las luces de los autos rebotan contra la niebla que empieza a formarse al costado del río Reconquista. El Camino de la Ribera une los partidos bonaerenses de Ituzaingó y Merlo. En la primera curva quedan retazos de un guardarraíl inclinado como una rampa. Todo oxidado, rayado, chocado, completamente inútil. Los restos de una obra que jamás se terminó. Pasando la baranda de contención, hay un barranco de seis metros que da al cuerpo de agua. Parece hirviendo por el reflejo de la evaporación. El trayecto continúa con incontables curvas en sintonía con el curso fluvial. Desde las sombras, se escuchan cuatro detonaciones comparables con disparos de arma de fuego, que se van multiplicando en proporción a la cantidad de motos. La falta de claridad continúa, aunque algunos faroles de los rodados reflejan sombras de personas y mucho humo, mezclado con vapor y polvo.
Abundan los conjuntos deportivos, las calzas y shorts que desafían la época invernal. Escasean los cascos, las luces y las patentes. Algunos se encargan de aprovisionar a los pilotos, mecánicos y curiosos con bebidas energizantes, latas de todos los colores y sabores. También cigarros y otras cosas que comparten entre varios y que duran bastante poco. Por suerte, los dealers tienen stock.
Ahí, donde debería haber una autopista, se arma una improvisada pista de carreras. Los bloques de hormigón deberían dividir los sentidos de circulación, pero hoy está el sector de pits donde se sustituyen plásticos, llantas e incluso motores completos de origen asiático. La escenografía se completa con las ruinas de casas demolidas y restos de autos abandonados, incendiados y/o vandalizados.
Dos pilotos tienen puestos los únicos cascos que se pueden ver en todo el evento. Están a bordo de una Honda Wave, que supo ser blanca, y una sin marca definida. Deciden medir su potencial en el asfalto. El árbitro asignado, que oficia de semáforo, espera a dar la orden de largada mientras las aceleraciones suben las revoluciones. Retumban los oídos. En un movimiento, el referee baja los brazos, flexiona las rodillas como bajando la barrera del peaje.
Los pilotos salen disparados apoyados en el manillar, a medida que el rodado busca estabilidad zigzagueando, luego del chirriar de los neumáticos. Los bólidos desaparecen a medida que se aleja el ruido y baja la tierra volátil. Ningún reloj luminoso marca al ganador, tampoco al perdedor.
En el regreso, la moto sin marca arriba a la zona de largada para ceder el casco. No llega a frenar a tiempo. Termina de detenerse al impactar contra una enduro impecable de un espectador que, rápido de reflejos, se salva de que la pierna le quede atrapada. Solo atina a reírse. De un sorbo termina la lata de Brahma y la tira.
― ¡Me voy a laburar con la moto!
El muchacho se pierde en la oscuridad, solo se pueden ver los chispazos del escape cuando acelera y llega al corte. Quizás vaya a buscar una mochila térmica de la aplicación, o quizás no.
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El gobierno de Javier Milei, apenas comienza, decide no continuar con la traza pendiente de la inconclusa autopista Presidente Perón de 83 km en total. Fue proyectada en 2013 como el tercer anillo que atraviesa el conurbano, después de la Avenida General Paz y el Camino de Cintura. Luego de 11 años, fueron terminados 53 km. En diciembre de 2023, el extinto Ministerio de Obras Públicas habilita el último tramo de la Autopista, entre Ruta 3 y la localidad de 20 de junio. Sigue en disputa el cierre de los 31 km restantes.
Agrupaciones de vecinos reclaman al municipio que el sitio se convirtió en un basural. Exigen que se termine la obra o que limpien la zona de los restos de materiales y de las máquinas abandonadas. También, se quejan del tránsito pesado que es desviado por el corte del Camino de la Ribera. Casi no hay controles, el container de seguridad, que alguna vez existió, ahora no tiene una función definida.
El lugar se convierte en el circuito favorito para realizar “eventos”. Concurren personas de barrios aledaños de Merlo, Moreno, Hurlingham e Ituzaingó. Muchos jóvenes van toda la semana a hacer stunt, especie de acrobacias en moto que consisten en llevar al límite las habilidades y destrezas de alto riesgo sobre una o dos ruedas.
De vez en cuando arriban al lugar dos o tres patrulleros y ahí es cuando ponen en juego las habilidades para escapar en lugares reducidos y en fracciones de segundo. Las motos de baja cilindrada se montan sobre alguna de sus ruedas y voltean hacia la dirección contraria para salir a toda velocidad. Algunos raspan partes del rodado en giros inesperados y al ras del piso. El festejo de la proeza, consiste en burnouts, salir chirriando con la rueda trasera o con wheelies
Tal vez inspirados en la saga de Rápidos y Furiosos, con el toque tercermundista del conurbano bonaerense, suena el Duki a todo volumen. Las motos siguen dando vueltas sin documentación, con cuadros deformados producto de algún choque, sin luces, ni pintura. A diferencia de la saga original prima lo oscuro, lo opaco y el ruido de los escapes libres.
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Roberto tiene 70 años. Es un albañil que se quiere retirar, pero no puede. Tiene que seguir trabajando. Vive en una casa que quedó en las seis manzanas entre el río, el Camino de la Ribera y la nueva carretera. Tiene por delante la odisea de atravesar, una vez más, el único acceso al barrio, sepultado por el río y la vía discontinuada.
Conoce la zona a la perfección. Esta noche vuelve otra vez de trabajar. Escucha los constantes cortes, explosiones y aceleradas. Cuando suenan los escapes, se retrae. Mira hacia todos lados buscando el origen del ruido. Ahora, se desplaza más rápido.
Todos saben en el barrio que las compras se hacen antes de que baje por completo el sol. Es la regla no escrita que les impone la realidad. Los robos van en aumento día tras día. En general, son los vecinos quienes se cuidan entre sí. Incluso hasta reparan la calle Arribeños que está destruida por completo.
Roberto tiene que cruzar el desierto, o al menos eso parece el tramo de la autopista sin habilitar entre Acceso Oeste y la Ruta Nacional 7. No tiene iluminación ni indicaciones. Todos hacen lo mismo: miran al suelo y transitan el camino de memoria. Pasan restos de hormigón, arbustos, montañas y senderos de arcilla. Luego, zanjas, basura y pastos crecidos hasta llegar a la oscuridad. Algunos juntan la leña que dejó el desmonte para calefacción y la cocina.
La autopista sin concluir deja atrás la posibilidad de acceder al agua potable y el gas natural. Así como la seguridad, los bomberos o la ambulancia. El hospital más cercano es el Malvinas, que está a casi 3 km. Los vehículos deben dar toda la vuelta por el Camino de la Ribera, sumado al trabajo de las tres ambulancias para toda la zona. El promedio de arribo del servicio es de 40 minutos. La comisaría también está del otro lado de las vías, a más de 35 cuadras. Incluso, los vecinos esperan a los empleados del correo en las afueras del barrio.
Hay calles nuevas, otras que ya no existen y el camino se hace al andar. Roberto desde el anexo olvidado del barrio, hace el mismo recorrido de la línea 503. Antes lo hacía el ramal “Lago del Bosque” de la ex empresa Ecotrans. Todos los días hay que caminar para llegar al trabajo. A la madrugada o a la noche. La pregunta es si esa rutina continuará por mucho tiempo.
Con el fin de la obra pública se perdieron más de cien mil empleos genuinos, 11 Km fueron terminados por la gestión Cambiemos entre 2015 y 2019. Otros 41 km en el mandato de Alberto Fernández de 2019 a 2023. En la actualidad, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, junto con un grupo de intendentes de las zonas afectadas, busca que el Ejecutivo Nacional traspase la obra con los fondos necesarios para terminar.
Según datos de Vialidad Nacional se llevan invertidos más de 70 mil millones de pesos para alcanzar el 88% del avance. Aunque aún no se conoce cuanta inversión será necesaria para terminar lo que falta. También hay que sumar la mejora y reparación de aquellos tramos finalizados que ya presentan signos de deterioro.
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Ana enseña un viejo mapa de la zona y cuenta la historia del lugar. El lago, el bosque, las familias adineradas y los escritores de renombre que iban a veranear en sus aguas. El “Bachi”, como lo nombran los más cercanos, surgió luego de la crisis del 2001 como resistencia al abandono de los lugares más recónditos y de su gente. También, había que dar soluciones a la falta de educación de adultos. Es ese el rol del Bachillerato Popular “Lago del Bosque”.
Los estudiantes escuchan la historia de la casona del lugar, que fue conservada con la promesa de hacer un museo. Extrañamente fue demolida. El municipio informó que la propiedad fue ultrajada. Hay quienes creen que, como es un lugar estratégico para la autopista, la municipalidad denunció actos vandálicos con el fin de demolerla y allanar el camino.
El primer tramo de la autopista conecta Buen Ayre con la localidad de 20 de Junio en La Matanza. La autovía arrancó casi media manzana y un pedazo de pared de la escuela. Dejó apenas el baño que sobresale del terreno.
Ana es docente. Asiste con su hija de diez años que disfruta del espacio cultural. Da clases de geografía. Casi por casualidad, les propone a los estudiantes hacer un trabajo sobre el barrio. Aparenta ser aburrido. Ana suponía esa reacción y destaca los hitos cercanos de cómo fue cambiando todo. El tornado, el Camino de la Ribera, la autopista. El paisaje se transformó y trajo consecuencias sociales y ambientales.
― ¿Les gusta la idea?
Una docena de estudiantes se entusiasma. Empiezan a relatar historias de tiempos pasados. Juegos, aventuras y viejas amistades que se mudaron cuando fueron expropiados. El tornado en abril de 2012 fue un tema central en la zona. Arrancó árboles de raíz, provocó destrozos en algunas casas. Familias enteras fueron evacuadas. La situación de inmediato la compararon con la actualidad, pero ya no por causas naturales, sino por el accionar de las máquinas.
El avance sobre el bosque añoso dejó plantas y animales fuera de su espacio, como las tortugas de río, peces y decenas de aves cuya población quedó reducida al mínimo y, en algunos casos, ya no se registran presencias. Al final de la clase, la profesora advierte sobre la presencia de un vendedor de animales en un costado del camino, que aprovecha el paso vehicular para vender tortugas de tierra y aves.
En ese trayecto también existen derrames sospechosos, de la curtiembre que opera del otro lado del río y que periódicamente hace tareas de calidad del agua tomando muestras con buzos. Sin embargo, la situación no cambia. En el verano el olor es insoportable. Imposible combatirlo.
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En otro tramo de la autopista existe una derivación de la vía principal. Es la conexión directa entre el camino del Buen Ayre con la Ruta 4, el mítico Camino de Cintura. Por seguridad y para facilitar el flujo de tránsito liviano, busca desviar los camiones de carga que sufre el centro de la ciudad de Hurlingham. Los vecinos del barrio Jorge Newbery reclaman en el municipio.
Allí se encuentra el curso del arroyo Morón, que desemboca en el Río Reconquista. Atraviesa los partidos de Hurlingham, San Miguel, Tres de Febrero y Morón. Alrededor, hay un humedal urbano, un espacio verde en medio de la ciudad, que se caracteriza por contener gran cantidad de agua y favorece al ecosistema como reserva de carbono, permite cuidar la biodiversidad de flora y fauna. También mejora la calidad del agua y ayuda en el control de las inundaciones. Además, favorece el paisaje y, si es mantenido, puede ser un espacio de recreación.
Ese lugar está decorado con un caño de 250 milímetros. Es el destino de los desagües domiciliarios e industriales de la zona. El agua servida rompe el sonido natural del flujo del arroyo. Lo convierte en un estallido de espuma amarronada, como si fuera de jabón. El olor a podrido está presente en el aire y en el agua oscura.
Mara, encabeza un movimiento ambiental en Hurlingham. Defienden los espacios verdes de la ciudad. Mira con desgano el caño y escupe palabras con bronca a los presentes.
― Esos son los desagües de los barrios de Tres de Febrero.
Unas doce personas escuchan atentos y muestran entre sí las plantas del lugar. Seleccionan cañas como bastones, principalmente para las subidas y los sectores donde el lodo suele ser resbaladizo.
Una vez al mes, la organización Aiken propone reunirse para compartir las novedades y avances que tiene el reclamo por el humedal urbano. Supieron ganar una batalla mediante marchas cuando la justicia decidió suspender las obras en 2018. Perdieron cuando se restablecieron. El proyecto es para declarar el espacio como protegido y continúa en el Concejo Deliberante de Hurlingham.
A unos metros Mara, que también es docente de arte en una escuela de la localidad de William Morris, está con otras chicas buscando el color perfecto para unos carteles con pintura acrílica. Las maderas reflejan una diversidad de tonalidades alegres que anuncian los senderos y los nombres de los árboles. Además, realizan murales y las banderas de la organización. Alguien saca una guitarra y la afina de oído, después hace los ajustes con un aparato.
Al compás de las pinceladas, la profesora relata los temas tratados con el ComiRec, que es el ente autárquico que coordina y ejecuta acciones vinculadas al saneamiento ambiental, la preservación de los recursos y la mejora de la calidad de vida de los habitantes de la cuenca del río Reconquista, o Río de las Conchas, como lo conocen los vecinos.
Existen dos problemas que no se tienen en cuenta con las obras viales. Los aspectos ambientales: la obra avanza sobre el humedal y el arroyo arriesgando el equilibrio de las especies. La cuestión social como la iluminación en los alrededores, la transformación del barrio y hasta la cercanía al depósito judicial que funciona como desarmadero.
Los activistas llegan y encadenan unas bicicletas de estilo retro, reacondicionadas y modernas. Las cosas son fáciles de perder de vista entre la vegetación durante las caminatas y no pasan colectivos por la zona.
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Este tipo de megaproyectos son complejos. Surgen nuevas problemáticas como consecuencia de la inconclusa autopista. El territorio fue fragmentado. El impacto en la vida cotidiana genera cambios. Desde la lucha social que deja a sectores por fuera de las promesas de progreso hasta la degradación ambiental. Por eso, las organizaciones reclaman que se apruebe la ley de humedales para combatir la pérdida del ecosistema.
De las familias que no pudieron instalarse o que se fueron esperando un cheque, no hay noticias. Los barrios se fueron nivelando hacia abajo, escapando de los accidentes, la inseguridad y los excesos organizados. Las consecuencias pegan fuerte cuando no se tienen en cuenta a todos los actores. Lo cierto es que en la otra costa del río emerge un barrio construido a fuerza de maderas, chapas y nylon.