Tres abortos para un nacimiento
Por Natalia Orellana
En el salón Caleidoscopio de Belgrano las charlas virtuales se
convierten en encuentros. Es domingo al mediodía y un grupo de mujeres se
reúnen a festejar. Algunas con hijos, otras intentando tenerlos.
Muchas se conocen personalmente por primera vez, aunque se identifican
más por sus historias que por sus nombres.
Esas mujeres sonríen a pesar de estar contando anécdotas no tan
agradables, pero están celebrando que se tienen la una a la otra, aunque
parezca una frase cliché. Se juntan una vez al año para apoyarse entre sí.
Todas tienen algo en común. A todas las une un mismo dolor.
***
—Mirá, te dio positivo, supongo que habrás hablado con tu doctora —dice
la recepcionista del consultorio de forma fría y distante.
Mariana no entiende nada mientras sigue escuchando la voz de la mujer
que está del otro lado del teléfono.
—Te dio el anticoagulante lúpico positivo, si estás embarazada tenés que
hablar con tu médica.
Lo único que hace Mariana es llorar.
A partir de ese momento, sabrá que su vida cambiará, pero no tendrá las
cosas claras hasta ver a su médica.
La doctora Fisher le explicará que tiene trombofilia.
La trombofilia es un trastorno en la sangre que hace que se coagule más
de lo normal. Muchas veces se desencadena frente a una alteración hormonal como
es el embarazo. En ese caso, los trombos o coágulos obstruyen las arterias
uterinas, las del bebé y se pierde el embarazo porque se produce un retardo de
crecimiento en el útero.
En palabras simples, la sangre de la embarazada es espesa y hace que
algunas arterias se tapen. El bebé dentro de la panza no logra alimentarse y
fallece.
Según la Sociedad Argentina de Hematología -la rama de la medicina que
se ocupa de la trombofilia- recién tras el tercer aborto espontáneo se pueden
iniciar los estudios sobre trombofilia, trastorno que no es considerado la
principal causa en pérdidas de embarazos.
Perder tres embarazos hasta saber qué es lo que está pasando es un
angustioso camino que atraviesan muchas mujeres.
***
Marianela no tuvo la suerte de Mariana. No se cruzó con un médico que le
facilitó el acceso a un diagnóstico para descartar o no la posibilidad de tener
trombofilia antes de pasar por abortos naturales.
El primer embarazo fue normal. No tuvo complicaciones mayores.
Las cosas se pondrían difíciles en los siguientes.
En la semana 26 de su segundo embarazo, su panza comenzó a ponerse más
dura de lo normal. Sin embargo, la obstetra no la revisó porque Marianela fue
al consultorio de urgencia, sin pedir un turno previamente.
—Los latidos son bajitos seguramente porque va a ser varón. Tomá
buscapina y volvé a tu casa —le explicó la obstetra.
A la mañana siguiente, los dolores regresaron y sintió la necesidad de
hacer fuerza; comenzó a tener pérdidas. Entonces volvió al sanatorio y entró en
trabajo de parto.
—¿El bebé va a estar bien? —preguntó entre lágrimas a su obstetra,
mientras entraba a la sala.
—Es incompatible con la vida, es muy chiquito –le respondió
Ángela nació muerta con 450 gramos.
Pero Marianela escuchará por primera vez la palabra trombofilia recién
en su tercer embarazo.
Una vez más intenta traerle un hermanito a su hija Malvina. Pero no será
un embarazo fácil ya que Trinidad nacerá en la semana 26, con apenas 870 gramos
y por una cesárea de urgencia porque ambas corrían riesgo de muerte.
Recién después de su cuarto embarazo, Marianela confirmará el
diagnóstico de trombofilia tras consultar, por su propia iniciativa, a un
hematólogo.
La doctora
Guerrero le recetará aspirineta de por vida y, en caso de embarazo, tratamiento
con heparina.
***
Belén prende su cámara y decide contarle a sus subscritores de Youtube
un secreto.
—El tema de la semana 23 es inyecciones —anuncia Belu, como es conocida
en las redes sociales, que está haciendo un seguimiento semanal de su embarazo
a través de videos.
Levanta su camisa y muestra los moretones en su panza, mientras explica
que cuando le detectaron útero didelfo le hicieron el diagnóstico en un
laboratorio especial donde le salió que un factor de su sangre estaba al
límite, es decir, tenía posibilidad de tener trombofilia.
El útero didelfo es una malformación congénita, donde el útero tiene su
cavidad divida en dos partes.
—Si yo hubiese sabido de entrada que yo tenía trombofilia, yo Belén
Lucius quizás no hubiera perdido un embarazo —explica resaltando los “yo”.
Belén abre una caja mientras explica en cámara que el hematólogo le
indicó colocarse inyecciones diariamente. Del interior saca un paquetito con
una vacuna cargada de heparina y decide mostrar a sus seguidores como se la
aplica.
Agarra algodón con alcohol y se lo pasa en el lado izquierdo de su panza
para esterilizar el lugar. Pellizca su piel e inyecta a cinco centímetros del
ombligo. Al sacar la aguja se coloca una cinta con algodón que preparó en un
comienzo y listo.
Este proceso lo repite diariamente. Hay mujeres que lo deben hacer dos
veces por día o que necesitan una dosis mayor. Esto varía según el grado y el
tipo de trombofilia que se tiene.
—Si se diagnostica a tiempo, se trata a tiempo y, resuelto el pollo,
pelada la gallina.
***
Todo empezó con un foro en Argentina.
Hoy es un grupo de Facebook con 6356 miembros, exclusivo para mujeres
que tuvieron, tienen o sospechan tener trombofilia. No se acepta a otras
personas, ya que el requisito para ingresar es contar cada caso.
El crecimiento fue tal que hasta se crearon subgrupos en otras
provincias. También se sumaron otros países a la iniciativa.
Además, se extendió a otras plataformas, ya que Trombofilia y Embarazo
cuenta con una página oficial http://trombofiliayembarazo.org, un Twitter twitter.com/trombofiliaorge
Instagram instagram.com/trombofiliayembarazo.
La organización nació en junio de 2004 y no fue creada por médicas, sino
por pacientes que ya sufrieron lo que no quieren que les pase a otras mujeres.
Aunque el principal objetivo era circular información sobre la
enfermedad, también se convirtió en una red solidaria.
—¡Hola chicas! Quería consultarles cuánto están pagando la caja de
heparina las que están actualmente con el tratamiento —publica Mariana en el
muro del grupo.
—$4300 están... compro de 40mg. y ese es el precio por caja de 10
unidades —comenta Eliana, una de las integrantes.
—La de 60mg. la pagué $5800, hace una semana —agrega Jessica para
completar la información.
El costo del tratamiento para quien tiene que inyectarse durante los
nueve meses una dosis de 40mg. por día es de $120.400 y llega a $240.800, si se
aplica dos dosis. La heparina de 60mg. cuesta
$162.400 o $324.800 si se inyecta dos veces, según estimaciones a fines
de septiembre de 2018.
Por los elevados valores, muchas mujeres no pueden acceder a la cantidad
de heparina que se necesita durante el embarazo. El principal problema: su obra
social no lo cubre en su totalidad.
Entre las publicaciones más destacadas del grupo están los avisos de
donación de heparina de las que terminaron su tratamiento. Esta dinámica ayuda,
principalmente, a embarazadas de bajos recursos y a las que viven en el
interior del país. También colaboran con mujeres de otros países, como
Venezuela.
Una vez al año se reúnen en un salón de Buenos Aires. Lo hacen como una
forma de apoyo, ya que sienten que no tienen la contención que deberían por
parte del Estado.
Las mujeres del foro luchan por la sanción de La Ley de Detección
Precoz. Un primer proyecto fue aprobado por el Congreso por una unanimidad en
2015, pero rechazado por las Sociedades Científicas y vetado por el Poder
Ejecutivo en el 2016.
Con esta ley,
buscan que el Estado y la Sociedad Argentina de Hematología eviten
que más mujeres tengan que perder tres embarazos antes de ser diagnosticadas
con trombofilia.
Un aborto espontáneo no siempre es común, como se cree; con un
diagnóstico a tiempo se lo puede prevenir. Pero los médicos suelen usar de
excusa la edad de la mujer, cuando supera los 40 años, para evitar los estudios
sobre presunta trombofilia.
En el grupo hay casos como el de Andrea, que tuvo un primer embarazo
normal, pero luego sufrió tres abortos
espontáneos; Romina, que descubrió que tenía trombofilia hereditaria cuando
tuvo un ACV, y Julieta, que perdió un bebé a pesar de hacer el tratamiento,
porque se aplicaba una sola dosis cuando necesitaba dos.
Todavía hay mujeres que no saben qué es la trombofilia, aunque la
tengan. Van a seguir intentando una y otra vez tener un hijo sin éxito. Son
ignoradas por el Estado y la Sociedad Argentina de Hematología.
Pero pueden encontrar un apoyo en la organización Embarazo y
Trombofilia, donde a todas las une el mismo dolor y también la misma lucha.