El Clandestino
La historia de un
quinielero clandestino de La Matanza que vive del rubro hace más de 40 años. La
vida entre corrupción, apuestas y familia.
Por Mariel Eivers
En el conurbano bonaerense son una plaga. Están en todos
lados pero nadie los ve, salvo que uno afine el iris y el oído. Suelen estar
detrás de un mostrador o tal vez arriba de una bici. Se camuflan entre los que
venden el pan, la comida para el perro, el juguito o la galletita para el
recreo del nene. Son tus vecinos, tus amigos, tus pares. Pero también son algo
más: quinieleros clandestinos o también llamados “pasadores”.
El proceso de trabajo es metódico. Las apuestas pasan por el pasador
hasta llegar al capitalista. El eslabón se construye de la siguiente manera: en
la base de esta pirámide se encuentran los clientes, que son los jugadores, los
que apuestan. En definitiva de quien viven los otros integrantes de esta
cadena. Subiendo hasta la punta, se encuentran los pasadores que serían los
empleados de los capitalistas. Estos segundos se conocen en la jerga como
“sobres”. Y son a quienes se le realizan las apuestas. En lo más alto se ubican
los capitalistas de juegos, también llamados “banqueros” o “la banca”. Quienes
pagan las apuestas.
***
—¿Cómo anda Norma?
¿Tengo tiempo para un numerito? - le pregunta el cliente con mirada pícara
porque sabe que otra vez está tarde.
—Siempre se queda
dormido usted, che. Vamos vamos rapidito. ¿Qué le anoto? - se apura Norma a
agarrar la lapicera y la lista de las jugadas que ya pasó por teléfono.
—Lo de siempre Normita.
En las 3 el 1948 x $10 y bájemelo.
—Bueno, hijo, esperame
a ver si entro - marca rápido un número de teléfono.
Después de dos o
tres tonos del otro lado hay respuesta.
—¿Tengo tiempo para un numerito para el sobre 6? – pregunta
ella sin presentación ni saludos cordiales. Saben que si el teléfono suena es
solo por una razón, pasar jugadas.
—El 1948 948 y 48 por
$10. Todo en las 3. Muchas gracias y disculpe la hora.
—Gracias Normita - le
dice el cliente. - ¿Me vende 1kg de Pedigree junior? ¿Y me lo puede anotar en
la cuenta? La semana que viene le pago todo.
—Sí querido, pero que
no pase de la semana que viene. No lo puedo aguantar más.
Para entender la anterior conversación hay que saber que cada pasador o
sobre lleva un número que lo identifica. A dicho número se le suben las
apuestas a través de una computadora con un sistema particular. Ese sobre se liquida
diaria y semanalmente. Todos los días se procesa lo recaudado, la comisión del
pasador y las apuestas acertadas.
El pasador debe transferir las apuestas minutos antes del comienzo de
cada una de las cuatro loterías diarias (primera, matutina, vespertina y
nocturna). Al finalizar el día se lleva un 20% de lo que trabajó, y en el
cierre de la semana otro 20% más. Algunos capitalistas suelen pagar una
comisión extra, si el sobre no generó deudas en los últimos seis días.
Los aciertos se pagan igual que como se paga en las agencias
de Lotería oficial. Dos cifras acertadas por $1 suman $70. Tres cifras
acertadas por $1 suman $600 y cuatro cifras acertadas por $1 suman $3500. Pero,
si no hay diferencias entre los premios, ¿por qué la gente prefiere apostar de
manera ilegal?
***
Son las 17.00. Acordamos vernos en la
esquina de su oficina. Estoy esperando a un señor de unos 70 años, metro setenta,
trigueño y con un cuarto de su cabellera blanca. Nunca lo vi. Me guío por su
foto de WhatsApp. Lo diviso al instante que baja de su auto y me saluda con una
sonrisa amigable y me insta a seguirlo con una seña. Lo sigo. Se lo nota
relajado, como un encuentro casual o cotidiano, yo soy un manojo de nervios.
Para llegar a su oficina hay que pasar tres puertas, de las
cuales una está siempre cerrada con llave. Camino a través de un apagado pasillo.
Y subo unas escaleras de veinticinco escalones. Podría ser el ingreso a
cualquier departamento del partido de La Matanza, pero no. Ahí. Entre esas
paredes hay algo más. En lugar de camas, en lo que serían los dormitorios, hay
computadoras en desuso. Podría ser cualquier departamento si no hubiese en lo
que sería el comedor, en lugar de mesa, un escritorio.
Me sorprenden la presencia de otro hombre y una chica, que
después me enteraría que es su hija. La
chica de entre 20 y 25 años tipea en una computadora. Sus dedos se mueven a la
velocidad de la luz. Apenas levanta la vista para verme y saludar, pero sus
dedos nunca dejan de tipear. El otro hombre que ya estaba sentado cuando llegué,
de mediana edad, atiende dos teléfonos fax a la vez. Su escritorio rebalsa de
papeles con columnas infinitas de números, lapiceras, calculadoras y
abrochadoras.
Paralelamente a los quehaceres que realizan los dos
presentes en el ambiente, el hombre que sigo se sienta en un sillón al otro
lado del escritorio, y yo me dispongo a escuchar, y sobre todo a observar.
—Acá estas - me dice
levantando los hombros en un típico gesto automático
Me quedo inmóvil, tratando de sobrellevar y disimular los
nervios que me genera estar en un lugar ilegal con personas que no había visto
jamás hasta hace dos minutos.
—Mira y escribí
lo que quieras - me insta de modo confiable a perder la vergüenza.
Mientras la radio sintoniza la 8.90 con la voz de Enzo en “Viví tu
suerte” que canta todos los resultados de las loterías, una pava chifla encima
del fuego, esperando ser apagada para que comience la ronda de mates. Sí, podría
ser cualquier departamento, pero no. Es la oficina de un capitalista de juego.
***
—¿Qué es ser capitalista de
juego? - le pregunto con intriga y desde la ignorancia total.
—Capitalista de juego es
tener mucha gente a cargo. Y jugar apuestas, mal llamadas ilegales - me
contesta un poco nervioso y con absoluta sinceridad.
—¿Por qué mal llamadas
ilegales?
—Porque es un trabajo
informal. La gente no tiene trabajo, y tiene una salida. Así de esta manera,
por falta de trabajo, se empezó a hacer el juego clandestino. Esto existe desde
1896 - algo me dice que con la fecha exacta trata de marcar territorio, ya que
el primer sorteo oficial surgió en 1959
en Tucumán.
Con muchas vueltas y tratando de ser detallista me explica
que en el gobierno de Alfonsín en 1983 tuvo que dejar de trabajar. En una
importante fábrica de la zona lo obligaron a firmar su renuncia. Pasó por
varios trabajos. Comenzó vendiendo helados en bicicleta. Después churros. Luego
puso una heladería. Fue pasador de otro capitalista primero y se independizó
para seguir creciendo en el ambiente.
—Son casi 40 años
trabajando de esto - dice orgulloso.
***
Para preservar la identidad de personas que son tildadas de
delincuentes, decido utilizar seudónimos. Llamaré a mi personaje principal
Hache. Hache se empeña en defender el oficio que ejerce de la palabra
ilegalidad. Y rescata en varias oportunidades la confianza que la gente
deposita en él.
Ser capitalista de juego, es lo que en los barrios se conoce
como banquero de quiniela clandestina. Entre estos banqueros existen acuerdos
tácitos para dividirse las zonas de trabajo. Pero, ser capitalista de juego es
mucho más que tener un gran número de personas a cargo. Ser capitalista de
juego es ir contra la ley, ya que el juego clandestino dejó de ser una
contravención para convertirse en un delito penal a partir del 2017. La ley
13470 tiene por objeto prevenir y reprimir la organización, explotación, y
comercialización de juego de azar, apuestas mutuas y/o actividades conexas, no
autorizadas por la Autoridad de Aplicación.
Según estadísticas del 2016, hay cerca de 100 capitalistas
de juego solo en el partido de La Matanza. En la Provincia de Buenos Aires
manejan cerca de $50 mil millones de pesos al año. Y cada uno de ellos tiene a
cargo un ejército de “pasadores”. Se estima que son más de 120 mil familias
que, en el partido dirigido por Verónica Magario, se sustentan gracias al juego
ilegal.
***
La segunda vez que me contacto con Hache después de muchos
mensajes es por medio de un llamado telefónico. Se disculpa por no haberme
podido atender a pesar de haberse comprometido a hacerlo. Expresa sus
justificaciones y me da las no debidas explicaciones. “Hay que andar lo más
desapercibido posible”.
Lo cierto es que la movida del juego clandestino se puso
pesada el último año, como consecuencia de las constantes denuncias que los
agencieros oficiales realizaban contra las oficinas y los levantes de apuestas
ilegales. Los comisarios se vieron obligados a actuar a pesar de los diferentes
“arreglos” que tenían con los capitalistas. Demoraron a pasadores. Llevaron a
cabo grandes operativos policiales en los cuales allanaron las casas de los
capitalistas más poderosos de la provincia.
La noticia que revolucionó y puso en alerta eal ámbito
clandestino fue la última irrupción en la vivienda del llamado “Zar del juego”,
Adrián Almaraz, quien ya había sido noticia en los portales informativos en
2016. La primera vez se le incautaron 700 mil dólares, 250 mil pesos y 10 mil
euros que el mismo Almaraz negó tener. En la segunda oportunidad la cara visible
fue su mujer, Karina Díaz, a quien ligaron con portación de armas además de
usura y juego clandestino.
El allanamiento movilizó a los capitalistas allegados que,
junto a pasadores del propio Almaraz, le hicieron frente a los medios que
hacían guardia en el domicilio. Defendieron su trabajo y la honradez del mismo.
Criticaron y desmintieron las injurias sobre la usura.
—Yo no tengo miedo de ir
preso. A mí me da miedo no poder trabajar. Me da miedo dejar a 40 familias en
la calle.
Hache me explica que entre sus empleados hay gente jubilada,
gente discapacitada, gente con enfermedades crónicas. El juego clandestino, me
explica, es la manera que muchos encontraron para enfrentar la marginalidad.
“Para hacerse unos mangos más”.
***
Hache tiene tres hijos: dos mujeres y un hombre de entre 22
y 30 años. En un momento los tres llegaron a trabajar para él. Pero por el
momento solo quedó uno que es mujer. Se llama Jota. Arreglamos para
encontrarnos en el shopping de San Justo. Nos aislamos en un café. Cuando
enciendo mi grabador las bebidas ya estaban servidas. Un café con leche para mí
y un jugo de naranja para ella. Jota es el reflejo de su padre. Mismo tono de
tez. Mismos rasgos. Misma picardía en la mirada. Se podría decir, digna hija de
su padre.
—Cuando éramos chicos nos decían que en el
colegio digamos que papá era remisero. No entendíamos porqué teníamos que decir
algo que no era cierto. Tanto lo dijimos que hasta llegamos a pensar que sí era
remisero.
Según Jota, ella y sus hermanos tuvieron un papá poco convencional. No
era el típico empleado de administración atrás de un escritorio que cumplía el
horario de 9 a 18. Ni trabaja las 8 horas diarias habituales.
—Ni carnicero. Ni abogado. Es quinielero.
Siempre tuvo horarios raros. Estaba en casa a la mañana. Se iba al mediodía.
Volvía a la tarde y después volvía a irse hasta la medianoche. De esto me doy
cuenta ahora de grande - dice sin ánimos de reproche.
Jota confiesa que en la casa en la cual convive con sus hermanos y
padre, todos, viven de la quiniela. Si bien ella y su hermano tienen otros
trabajos, sabe que cuando no “le alcance el mango”, siempre serán Hache y la quiniela
quienes “banquen el mangazo”. Ninguno de los tres aporta económicamente en la
casa. Por ende, sí, todos viven de la “timba”.
—En un momento laburamos con mi viejo los
tres. Pero no teníamos vida, vivíamos para la quiniela. Tenes que estar todo el
día metido ahí. Y bueno, ni hablar de aportes, obra social. No sabíamos lo que
era un feriado.
***
El año pasado, durante cinco miércoles, siete capitalistas de juego de
La Matanza se dirigieron al Instituto Provincial de Loterías y Casino a exigir
que alguna autoridad les abriera la puerta y les otorgue solución alguna al
problema de la ilegalidad. Dispuestos a pagar los aportes e impuestos
correspondientes, reclamaron por el derecho a trabajar libremente.
Este año, el mismo grupo de banqueros llenó nueve micros con pasadores
preparados a marchar por el mismo reclamo. Fue un antes y un después. Desde
entonces, los banqueros, apoyan la Ley 27.346, la cual dispone que el juego
ilegal es un delito penal. Pero también exigen una solución al problema que
sería dejar a más de 100 mil familias sin el ingreso económico más fuerte.
Esta pequeña asociación dejó de “arreglar” económicamente con los jefes
de calle de los diferentes barrios de la zona, haciendo frente al pedido del
blanqueo del juego. A la necesidad de encontrar solución al trabajo en negro, y
lo que esto conlleva. Y para erradicar el sinónimo de ilegalidad que se apega a
los capitalistas y a los pasadores.
Según investigaciones del grupo “La Cornisa”, el programa televisivo
que conduce el periodista Luis Majul, hay varias modalidades de asociación
entre los capitalistas y policías. La más conocida es el pago de los primeros a
los segundos por protección, para no ser denunciado. Por lo que Hache está
tranquilo. Sabe que mientras haya corrupción en las comisarías siempre estará
la posibilidad de arreglar las cosas por “izquierda”.
***
La pregunta me sigue zumbando en la cabeza ¿por qué la gente
prefiere apostar de manera ilegal?
—Porque después de 40 años
la gente confía en el pasador, y en mí, que cumplo y pago en regla.