DESDE LO INTERNO: UNA CÁRCEL EN PANDEMIA

Por Justina Bentivenga // A Marcos Paz lo conocen como “el pueblo del árbol”. 48 kilómetros al oeste de la Capital Federal. Sus calles datan de 1825. Nadan entre coposas veredas con troncos blancos. Todas desembocan en la plaza San Martín. Una iglesia le hace frente. Varios comercios mutan con el tiempo. Familias con antepasados de antaño adoran a su querido pueblo. Cargan con historias infinitas que perduran de generación en generación. Los contrastes marcospaenses se delimitan en los distintos barrios más alejados de su centro comercial. Hay casas de altos y casas bajas. Hay countrys y barrios marginales. También, hay canchas de tenis. Clubes náuticos y potreros al lado de la vía abandonada del Ferrocarril Belgrano. Unas 50 mil personas lo habitan. Algunos pasean en bicicleta. Otros en 4x4. El resto, a veces, a pie. Los veranos se visten con jacarandá y quintas florecidas. Los inviernos con olor a horno de barro y leña. A media hora de viaje, el pueblo parece esfumarse. La malez...