Paredes de Dios


 

Por Natalia Ramírez //

Una foto ilumina una pared. Es la imagen de Diego. Sí, así le dicen algunos argentinos, como si fuera de la familia. Ese Diego es Maradona. Esa foto que ilumina la pared blanca sale de un proyector. Al lado, con un lápiz, Mariano se prepara.

Empieza a recorrer el contorno de la foto de Diego, como si lo estuviera calcando. Trazo a Trazo se notan más esas facciones. Época de joven jugador. Esos rulos. Esa mirada.

Pero esto recién comienza. Ahora hay que pintar. La tarea más difícil.

Desde sus inicios, el muralismo siempre exploró en el mundo popular. Nació en México cuando arrancaba el siglo XX y, allí, todo se trataba de las luchas sociales y el combate contra los privilegios. Tal vez, el pintar una pared es expresar algo, dejar un mensaje, más allá de lo que se representa.

A través de las manos de Mariano, sobreviven muchas de las técnicas que se usaban entonces y aún se mantienen. Pero, también, hay otras que se fueron modernizando.

Casi 100 años después, las manos de Clemente Orozco, de Diego Rivera o de David Alfaro Siquieros son las manos de cada artista que, en el conurbano bonaerense, hace que los muros hablen.

Hoy, esas manos empiezan a pintar la cara del mayor ídolo popular de estos tiempos. Mariano tiene 39 años y, desde hace 2, es muralista. Las paredes del Conurbano son su lienzo. Su camino empezó en la escuela. Siempre le gustó el arte plástico. Así, terminó en Bellas Artes

Pasó por ferias artesanales. Hizo miniretratos de bandas. Pintura al caballete. Cuadros en acrílico. Retratos. Paisajes. Varios murales. Nada será igual después de inmortalizar a Maradona en una pared de La Matanza.

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En una pared enorme se lee una frase que reza: “Para que reine en el pueblo el amor y la igualdad”. La rodea un enorme mural. Una bandera de colores con un retrato de Evita, a cuatro colores en estilo pop art, en homenaje a su cumpleaños número 100. El primer desafío de Mariano en el lienzo más difícil: la calle.

Nunca había pintado una pared. Lo asustaban las dimensiones y la técnica que ese trabajo requiere. Algunos amigos, militantes de la agrupación La Cámpora, le preguntaron si se animaba a hacer un mural y él aceptó el desafío.

Hoy sigue siendo la fachada del “Galpón Cultural: La inventamos o erramos” de la ciudad de Villa Madero.

Así como llegó el primero, siguió el segundo y el tercer mural. De repente se convierte en un muralista, que va llenando de arte las calles del Conurbano. En pocos meses, los vecinos se enamoran de su técnica y le empiezan a llover los pedidos. Algo que empezó como un gusto artístico en los tiempos libres, se vuelve algo de todos los días.

Agrupaciones, clubes de barrio, sociedades de fomentos, todos ponen sus paredes en las manos de Mariano.

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25 de noviembre de 2020. 12:30 AM. Muere Diego Armando Maradona. Solo. Durmiendo. Tal vez soñando con una vida que no era la de él. Muchos acudieron a esa casa de Tigre, en la zona norte de Buenos Aires, donde tuvo su final. La historia detrás de esas paredes permitió llenar horas y horas en los canales de televisión, en las radios y en las páginas de los diarios. Aún hoy la Justicia está investigando lo que realmente sucedió.

Como muchos esa tarde, Mariano recibe la noticia como un balde de agua fría. No podía entender lo que escuchaba, lo que veía. De repente, se había ido esa figura que despierta pasiones, odios y amores, en las barriadas del Conurbano, que camina diariamente.

Ese hecho y todo lo que ocurrió después, con las muestras de afecto en su entierro, despertó una idea. ¿Por qué no hacer un muro de Diego?

Sin dudas, Maradona se convirtió en un ícono popular de finales del siglo XX. Su figura está inmortalizada en paredes en el mundo entero. Se lo puede encontrar retratado en los barrios de países como México, Rusia y Estados Unidos. También, en Italia, sobre todo en la ciudad de Nápoles, su lugar en el mundo. La camiseta celeste que usó allí despierta la memoria de toda una generación que tiene recuerdos de su talento futbolístico.

Hay algunos murales muy famosos, como el pintado en el bar Nilo, que entre otras cosas posee un altar del Diez con fotos, billetes argentinos, estampillas y hasta un mechón de pelo. Cuenta la leyenda que hasta te regalan un café, solo por decir: ¡Argentino!

Otro mural se encuentra en el Quartieri Spagnoli, pintado por el argentino Francisco Bosoletti, donde se ve a un Maradona con la camiseta del Napoli en estampado para decorar uno de los barrios más pobres de Nápoles.

Con eso en mente, Mariano empieza a dibujar bocetos de lo que será un homenaje que se hará conocido por todos en las calles de Villa Luzuriaga, en el partido bonaerense de la Matanza, pero también en todo el país y hasta en el mundo.

La idea de llevarlo allí había surgido por sus compañeros y amigos de la agrupación La Cámpora. El lugar elegido es considerado la entrada de La Matanza. Pocos días después de la muerte de Maradona, los legisladores provinciales votaron una ley, la N° 15.259, que modificó el nombre de la Av. Camino de Cintura o Ruta Provincial N°4, por el de Ruta Provincial Diego Armando Maradona.

Una fábrica, dueña de la pared, les dio el permiso. Solo faltaba la mano de Mariano para hacer posible ese sueño.

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Llega el día. Mariano le da las últimas pinceladas. 22 de junio. 35 años del gol de Maradona a los ingleses en el Mundial de México 86. Pero hoy el puño apretado es el de Mariano. Termina el mural. Lo rodea mucha gente, como en el Estadio Azteca, pero a pequeña escala, en esa esquina de Villa Luzuriaga.

Cientos de personas celebran junto al mural. Otros pasan y tocan bocina. Explota el celular. No se pueden contestar todos los mensajes. Ya le da las últimas pinceladas. Unas manos de laca y la firma, que nunca puede faltar.

Le parece mentira por todo lo que tuvo que pasar para terminarlo. Las horas de trabajo y la responsabilidad por el personaje, por la gente que lo apoya y por la repercusión que tiene.

La inauguración coincide con un día festivo. La conocida como Iglesia Maradoniana celebra la Pascua. Sí, igual que la Católica. Son tres días. En este caso para juntarse y compartir la pasión por “El Diego”. Un culto pagano al Maradona futbolista, al Maradona público, al Maradona figura, a ese Maradona que Mariano retrató.

Cual apóstoles, hoy el Monte de Galilea es el mural de Mariano. Maradona no va a volver en cuerpo y alma, pero, al menos, su imagen se reflejará tan fuerte en la pared, con tanto realismo que casi se le puede aparecer a quien lo ama.

Acá no hay botes, peces o luces del cielo. Los tiempos cambiaron. Hay reflectores, cámaras fotográficas y bengalas de humo. Mucha gente se acerca. Empiezan a estallar los flashes de los celulares. Lágrimas y sonrisas. Emociones a flor de piel. Brindis, fotos, abrazos. Muchos aplausos para Mariano.

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Cuatro Maradonas en una sola pared. Un chiquito morocho, con la camiseta de Cebollitas, blanca con el cuello rojo. Te mira a la cara. Otro levantando la Copa del Mundo en 1986. El tercero, con cara de loco, grita el gol a Grecia en el Mundial del 1994, poco antes de que le corten las piernas. El último, un Maradona con la cara hincha, con barba y una gorrita de Venezuela, típico de los tiempos antes de partir.

Por pocas horas, el mural que daba la bienvenida a la Matanza lucirá triunfante. Durará mucho menos que el tiempo que dejó manos manchadas y ojos rojos de tanto detalle, de buscar la perfección. Solo por un rato, los vecinos y los visitantes ocasionales se quedarán admirando el nivel de realismo. Solo por un rato lo imaginarán con la pelota dominada o gritando un gol, como los de aquellos tiempos. Solo por un rato, lo recordarán diciendo algo polémico.

Hoy, Mariano se levanta para dar los últimos detalles a su obra. Está feliz. Sabe lo que genera. Cada día, la gente pasa y le dice algo. Hasta le convidan comida para mostrar su gratitud.

Ahora, el celular no deja de sonar. Los mensajes llegan de a decenas. Lo desbordan.

— ¿No sabés lo que pasó?

Algo estaba mal con el mural. Ya no existía.

La mañana del 29 de junio de 2021 sería la más recordada por Mariano. Todo su trabajo fue tapado por una leyenda que decía: “Valeria Mottard 2021”. Sobre el fondo de pintura blanca se distinguían algunos esbozos de esos Maradonas que ya no estaban.

Los medios se hacían eco de la noticia. Idas y vueltas de versiones. Acusaciones entre los principales partidos políticos que competirían en las elecciones legislativas. Nadie se hacía cargo. Hasta la propia Valeria Mottard, candidata a concejal del partido Juntos por el Cambio, hablaba de “campaña sucia”. Todo terminaría en la Justicia para que, como muchos hechos que ocurren en la Argentina, quede sin esclarecerse. Quizás como una metáfora de la propia muerte de ese ícono borrado de la pared.

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Mariano quiere pintar su mural de nuevo. No le importan las horas que le lleve. No tiene materiales y, tampoco, el dinero para comprarlos.

Pero, el milagro se produce. Y tenía que ser por la Iglesia Maradoniana.

Comienzan colectas para juntar fondos. A los dos días del hecho, llega un camión. Cinco personas bajan. Tienen pintura y rodillos para tapar el daño disfrazado de pintada electoral. Otra gente lleva pinceles y materiales para que Mariano lo haga de nuevo. Muchos se enteran por la tele o por las redes sociales.

Los vecinos del barrio se ofrecen para cuidar el mural. Una especie de custodia popular para que no lo vuelvan a tapar. En pocos días, son decenas los que observan como Mariano vuelve a desandar el camino para que el mural resucite, como tantas veces en su vida lo hizo el propio Maradona en sus famosos ascensos y caídas.

Otros días más pasan y ya los visitantes se convierten en una compañía omnipresente. Ponen un gazebo para acampar. Hay que proteger más la esquina.

Mariano sigue pintando. Tardes y noches pasan. La guardia maradoniana cuida el mural como la pretoriana a la Capilla Sixtina. Siente a esta altura la misma responsabilidad que Miguel Ángel. Como cualquier artista, como el propio Maradona, cuando usaba la camiseta de la selección.

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