SIN RETORNO A CAPE COAST

Por Victoria Fuentes //

Un recorrido por Ghana, tierra de oro y cadenas.

A 7.545 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires se encuentra Ghana. Está ubicado en la costa oeste de África y se necesita un día completo en avión para llegar desde Ezeiza hasta Accra, la capital. Ghana era conocido como Gold Coast por la gran cantidad de oro que exportaba a los imperios europeos, pero no eran piedras preciosas lo único que salía en los barcos y no regresaba.

En Tema, una ciudad portuaria a 30 minutos de la capital, vive Paa Kofi, un joven marinero de baja estatura, tez morena y ojos color café enmarcados por naturales pestañascurvas. Paa Kofi es su nombre local para las personas del barrio, también tiene un nombre inglés u oficial que figura en su pasaporte para los asuntos más serios. Cada nombre tiene un significado y cada día tiene un nombre asignado. Paa Kofi es Paa Kofi porque nació un viernes.Él sube al auto, corre algunas hormigas que salen del botón de encendido y lo presiona para arrancar. Así comienza su día lejos del mar.

La tierra colorada vuela por toda la ciudad. En cada semáforo esperan vendedoras ambulantes que llevan sobre la cabeza una gran canasta. Caminan, corren, se agachan, como equilibristas sin la presión del show. Algunas ofrecen bebidas, otras esponjas y ropa; las de la cuadra siguiente tienen maníes, chips de plátano y caña de azúcar. Algunas llevan hasta escobas. Todo se mantiene sobre la cabeza. Son las originales palenqueras. Los niños se acercan a los vehículos y con sus manos forman una casita para atravesar con la mirada el polarizado de los vidrios. Mueven los labios y abren grande los ojos. El vidrio se empaña un poco, pero nunca baja.

Paa Kofi prende la radio. Se escucha un sermón de fondo. Entre las casas bajas se distinguen unos pocos edificios y múltiples carteles publicitarios. En algunos solo queda la estructura, otros están gastados por la erosión del viento y la tierra, mientras que los más grandes están perfectos y muestran los sonrientes rostros de los pastores con alguna frase superadora que invita a dejar atrás el pasado pecador. En Tema las iglesias son más grandes que los hospitales y más numerosas. Funcionan de domingo a domingo. Cuando no es en el edificio, el encuentro se transmite por televisión o radio.
Junto a un gran hormiguero, a los que es mejor ni acercarse, están parados dos policías. Están haciendo controles y Paa Kofi detiene su auto. Baja el vidrio y un hombre vestido de negro se acerca. En Ghana, aunque el lenguaje oficial es el inglés, aún persisten aproximadamente 80 dialectos locales. Akan es el dialecto más hablado en el país y es ideal cuando hay extranjeros que no pueden comprender.
-Hola, ¿cómo va su día? ¿De dónde vienen?

-Hola, de Accra.

-¿Y a dónde van?

-Vamos a Cape Coast y volvemos.

-Al castillo.

-Sí.

-Entonces voy con ustedes.

-¿En serio?

-Sí, voy. - Ríe y se aleja. Al menos no pide dinero.

El Castillo de Cape Coast fue construido hace más de 350 años y está a 150 kilómetros de la capital. Estuvo bajo las órdenes de los suecos, luego de los daneses, los holandeses y, finalmente, los ingleses. Al principio se exportaba oro, madera y textiles, luego personas, miles de personas. No es la primera vez que Paa Kofi visita el castillo, pero no suele ir por allí. Baja el volumen de la radio y pone Spotify. Elije una lista con canciones de alabanzas y con un tono dulce y profundo comienza a cantar.

***
La ruta a Cape Coast está un poco descuidada. Paa Kofi está tenso, con ambas manos en el volante y la mirada fija en el paso. Los pozos son sólo una parte de los obstáculos, también se cruzan cabras, gallinas, vacas y monos. Hay varios pueblos pequeños, que ocupan aproximadamente 6 cuadras en total. Todos comienzan con una gran y pesada soga en el piso. Como una loma de burro que obliga a los conductores a bajar la velocidad. Las casas son de arcilla colorada y el techo es mitad chapa, mitad hojas secas de palma de coco. Los niños que están sentados a centímetros de la ruta agitan fuerte los brazos con una gran sonrisa en el rostro. Los adultos no sonríen tanto. Cada pueblo tiene su mercado, algunos son más grandes y más aforados, mientras que otros son más chiquitos y tranquilos. Se escuchan las olas del mar y la fina brisa no es suficiente para apaciguar los rayos de sol.

Un hombre limpia el sudor de su frente y continúa martillando una canoa. A su lado, otro hombre trae maderas para hacer la suya. Los niños corren descalzos alrededor del área de trabajo y se esconden dentro de los botes rústicos. Otra loma de burro marca el fin de la zona poblada y los conductores puede pisar otra vez el acelerador.

***

Frente a una catedral anglicana descansan los restos de dos cañones que se encargaban de proteger el castillo de Cape Coast de cualquier ataque terrestre. De ambos, solo quedan las bases con una bala en medio. Detrás de los cañones comienza el imponente edificio blanco. Paa Kofi busca su billetera para pagar la entrada al lugar. Todavía no hay suficientes personas para el tour así que da una vuelta por el castillo mientras espera.

Las olas golpean la escollera que está siendo construida por grandes grúas amarillas. El Castillo de Cape Coast fue nombrado patrimonio de la humanidad por la UNESCO, junto a otras fortificaciones en Ghana construidas entre 1482 y 1786. Además de ese fuerte, están el Castillo de Elmina y Christiansborg. En total abarcan aproximadamente 500 kilómetros a lo largo de la costa. Comenzaron como centros de intercambio de oro y luego de personas.

Paa Kofi se dirige a la parte trasera del castillo, mira el mar, se mantiene callado. No hace falta hablar, las paredes gritan la historia. Toca uno de los dieciséis cañones azotados por el viento y la humedad del lugar. Las ráfagas son fuertes, pero el pelo de Paa Kofi permanece estático. Se seca la transpiración con un pañuelo. El sol brilla con todo su potencial sobre la costa.

El piso empedrado también sufrió el paso de los años, solo quedan algunas piedras bien aferradas. El guía turístico está listo para comenzar. Paa Kofi apura el paso como si no quisiera perderse ni una palabra. Lee rápidamente unas láminas que cuentan la historia del castillo. Ojea los planos expuestos allí. El grupo se mueve hacia la derecha y se detiene frente a la entrada de un sótano.

Primera parada. Paa Kofi permanece cerca del guía. Bajan unas escaleras que llevan al que era el calabozo de los hombres. Los restos de la luz del sol iluminan el lugar lo suficiente para que los visitantes no se choquen contra la pared. El cuarto es inmenso para las 15 personas del tour, pero muy pequeño para más de 300 esclavos. Las paredes blancas están manchadas con un verdín brillante casi fluorescente. En Ghana el clima es tropical, la temperatura diaria ronda los 30° y tiene sólo dos estaciones, una época seca y una época de lluvia.

-En este lugar se mantenía a los esclavos hasta que un barco llegaba y se los llevaba al otro lado del Atlántico.

El guía toma una pausa. Mira el piso que parece de tierra y lo señala.

-Ellos dormían aquí. No sabemos cómo porque no había lugar para acostarse. Iban al baño aquí. Ahora estamos parados sobre la solidificación de las heces y los desechos… Vamos al siguiente cuarto.

La habitación es oscura y sofocante. El único contacto con el exterior es a través de un agujero en el techo. La arquitectura es la misma. El mismo piso. Las mismas paredes. La misma humedad. El mismo olor. La diferencia es la iglesia que se erige sobre el cuarto.

El guía se aproxima a una pared que no es blanca ni está cubierta de humedad. Es de ladrillos y los bordes no encajan con el resto de la habitación. Esa pared sella el túnel que conecta el castillo con el mar, por donde los cautivos caminaban a oscuras directo hacia un barco. Fue construida durante el gobierno de George Maclean bajo el pacto de 1844 que garantizaba a la costa de oro la abolición de la esclavitud por 100 años. Sin embargo, durante un largo tiempo más, continuó el contrabando de personas africanas.

El guía hace el mismo recorrido para salir del sótano y llegar al patio. El grupo se mueve con él. Esquiva tres tumbas y se dirige al ala izquierda del castillo.

Segunda parada. Una gran puerta arqueada de madera da a la costa. Es una representación de la antigua ‘’Puerta Sin Retorno’’ por la que salían los esclavos a altamar. Ahora tiene fines turísticos. Al lado de la puerta hay otro calabozo que era para mujeres y niños pequeños.

Un anémico foquito deja ver en el calabozo tres ventanas del tamaño de una caja de zapatos. Las únicas para ventilar una habitación donde esperaban unas 250 mujeres y niños. 

El grupo retrocede y se acerca a la prisión del castillo, donde se encerraba a los que se comportaban mal. Hay que agacharse para entrar. Allí se castigaba a cualquiera que rompiese las reglas. Los oficiales salían a los pocos días. Los esclavos no. Paa Kofi golpea accidentalmente su cabeza contra el techo al salir. Toca el pesado cerrojo y observa con detenimiento la única puerta que se conserva original.
Tercera parada. El guía sube las viejas escaleras y entra en la zona de los oficiales.

Paa Kofi asoma su torso por el balcón y observa el playón principal de los oficiales donde cumplían su rutina de desfiles, marchas y azotes a algún esclavo rebelde. Una escalera de madera lleva a la habitación del gobernador del castillo. Los escalones están torcidos por el paso de los años y la humedad. Paa Kofi sube con cautela uno a la vez. 

La que era la habitación del gobernador tiene forma de semicírculo. Allí hay una mesa vieja y arruinada que nadie se acerca a tocar. En total hay 16 ventanas del tamaño estándar de una ventana con una amplia vista al mar.

Ultima parada. El guía se detiene junto a la biblioteca. Seca la transpiración y respira profundo. El tour ha terminado. Los turistas se acercan y le dan una propina al buen estilo ghanés. Paa Kofi agradece y se va a paso ligero. Paga el estacionamiento después de un rápido regateo y compra una pequeña bolsita con agua potable. Muerde el extremo superior. Toma un buen trago. A pesar del sabor amargo, sonríe y sube al auto.

***

El tráfico es demasiado. La angosta calle está repleta de autos, vendedores ambulantes, taxis y alguna que otra cabra. Los vehículos grandes son los que más dificultan el paso. Unas combis ovaladas, mejor conocidas en Ghana como ‘’trotro’’, son dueñas de la calle. Estos peculiares vehículos se detienen en cualquier lado para levantar pasajeros. Paa Kofi frunce el ceño cada vez que frena por culpa de una trotro y hace un agudo sonido con los labios.

A la derecha de la calle hay una iglesia. Junto a la iglesia sobresalen dos grandes gazebos, uno rojo y uno negro. Es un funeral. En el medio de los gazebos hay un imponente cuadro con la foto de la persona fallecida, está rodeado de coloridas flores. Detrás, sobre un escenario, están los familiares y amigos sentados. El pastor predica en un dialecto que Paa Kofi no puede entender. Pero no hacen falta las palabras. 

El coro de pie comienza a cantar. La gran mayoría de los invitados visten de blanco y negro. Todas las mujeres llevan vestido por debajo de las rodillas y cubren su pelo con un pañuelo negro. Algunos hombres tienen puesta una túnica local. Es una especie de gran pañuelo que se cruza por el pecho y deja un hombro al descubierto. Todos se paran y comienzan a bailar y a aplaudir. Paa Kofi mira al frente, enciende la radio y continúa su camino.

Tras varios minutos de manejar a paso de hombre, se pueden divisar más de una docena de puestitos al costado de la calle.

Las vendedoras están sentadas bajo una gran sombrilla que las protege del sol, a su lado hay una mesa pequeña que exhibe unas bolsitas azules. Paa Kofi detiene el auto frente a uno de los puestos y una mujer de rasgos cansados se acerca. De su cintura cuelgan dos piecitos que se mueven sin parar. Se da vuelta para agarrar una de las bolsitas y un bebé envuelto en un gran paño abraza su espalda y sonríe. La mujer vende kenkey, un plato tradicional de Ghana que lleva al menos dos días de preparación. Es una pasta bien concisa a base de maíz blanco fermentado, que no necesita heladera y que se come sólo con la mano derecha.

-¿Cuánto?

-10 cidis.

- ¿Podrías bajar el precio por favor para mí?

- ¿Cuánto me podés dar?

- 6 cidis.

- No, no me sirve. 8 cidis.

-Es mucho, ¿te puedo dar 7 por favor? es todo lo que tengo.

Después de negociar el precio con la vendedora, Paa Kofi sonríe por su victoria. Pone en marcha el auto y continúa en la ruta con su bolsita azul.