RETORNO AL ESPLENDOR


Por María Celeste Bailo//

Antonia y José bajan tomados del brazo por la escalera de mármol que comunica con el salón principal. Suena “El Danubio azul”, y el vestido con varias capas de encaje de esta joven de 18 años recorre todo el salón de la Confitería Del Molino.

Es 30 de septiembre de 1960, son las 9 de la noche y van llegando poco a poco algunos de los 200 invitados. Al entrar a la confitería, todos se detienen a observar el salón de fiestas: las columnas son de estuco símil mármol con capiteles de bronce, los vitrales policromados mandados a hacer especialmente a Italia decoran toda la planta baja del edificio, las luces encandilan a los presentes y las impactantes arañas de mil caireles son el centro de atención.

En la mesa principal, donde se sienta la familia más cercana de la pareja, la imponente torta de cuatro pisos resiste el calor de las luces junto a algunos arreglos de flores sintéticas que combinan con los colores del salón. A pocos metros, en un salón exclusivo, se exhiben los regalos: juegos de porcelana, ramos de orquídeas, vajilla, bandejas de plata.

Los novios, van pasando de mesa en mesa para poder conversar con todos los invitados. Con el correr de las horas, en el salón de 832 metros cuadrados abundan las charlas, los bailes y fuertes carcajadas.

La música parece amplificarse en la estructura metálica de la confitería. El edificio Del Molino tiene mampostería de ladrillo como cerramiento y entrepisos de perfilería metálica con bovedilla. Cuenta con un amplio repertorio de materiales de acabado de origen europeo, como pisos de piedra, mármoles, o de madera y ornatos premoldeados de yeso estucados o con toques dorados.

El edificio se desarrolla en tres subsuelos, planta baja y 5 pisos. La confitería se encuentra en la planta baja y el salón de fiestas en el primer piso, mientras que los tres subsuelos alojan una planta de elaboración integral, una fábrica de hielo, las bodegas, los depósitos y el taller mecánico. Entre el segundo y el quinto piso hay departamentos. Todo un mundo cabe en Del Molino y las altas columnas de hierro se ocupan de que las demás actividades no interfirieran con los eventos del salón de fiestas. Fueron colocadas de manera tal que sostuviesen los subsuelos y la planta baja y sobre ellas se colocó la estructura de hormigón armado que sostiene el resto del edificio.

Nada perturba el casamiento soñado de Antonia y José que, casi al final de la noche, se toman de la mano, se dan un beso y cortan juntos la torta. Después, emocionados y con lágrimas en los ojos, se dirigen al centro del salón, alzan las copas y convocan a un brindis a modo de fin de fiesta.

Los novios se despiden de todos los presentes con abrazos afectuosos. Se retiran de la mano por la puerta lateral de Avenida Callao 32.La boda de Antonia y José es tan solo uno de los miles de eventos que se llevan a cabo en el primer piso del edificio Del Molino entre 1916 y 1997. Celebraciones de quince, eventos de fin de año, aniversarios y fiestas infinitas logran que el salón escriba su propia historia a fuerza de reconstrucciones.

Ya en 1930, la confitería logró resistir al golpe de estado, donde es incendiada en medio del levantamiento militar contra Hipólito Yrigoyen. Se vio obligada así a cerrar sus puertas para su reconstrucción, lo cual demoró más de un año.

Con el fin de proteger integral y estructuralmente al edificio, en 1992 es declarado Área de Protección Histórica (APH) de la Ciudad de Buenos Aires, categoría que busca salvaguardar sus valores patrimoniales y culturales. En 1997, se transforma en monumento histórico nacional, y en el 2000, la UNESCO lo designa Patrimonio Histórico del Art Nouveau y la vanguardia de la Belle Époque.

Con el pasar de los años, Del Molino se convierte en un espacio que marca el pulso porteño: la planta baja, donde funciona la panadería, comienza a ser apodada como “la tercera cámara”, al volverse el espacio de encuentro por excelencia entre senadores y diputados nacionales. Además, celebridades como Libertad Lamarque, Roberto Arlt, Jorge Luis Borges comienzan a ser habitués de la confitería.

Carlos Gardel inspira el nombre del postre Leguisamo, la vedette por excelencia de la confitería, cuando a principio de los años treinta, le pide al fundador de Del Molino, Cayetano Brenna, que invente un postre para agasajar a su amigo Leguisamo.

Además de la gastronomía, la música es también protagonista de esta historia. En 1996, en un descanso de la filmación de “Evita”, Madonna convierte a la confitería en la ambientación perfecta para su videoclip “Love don´t live here anymore”, donde recorre el salón de fiestas caracterizado por sus imponentes columnas y lámparas de bronce.

Del Molino es una cápsula del tiempo, un lugar lleno de anécdotas, un observador mudo. El inmenso edificio de estilo Art Nouveau, ubicado frente al Congreso de la Nación, es testigo de cientos de historias de amor, de generaciones sucesivas comprando pan dulce, de mesas de debates acalorados e intercambios de ideas literarias. Se convierte así en protagonista de la vida social, política e intelectual de Buenos Aires.

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Del Molino logra escapar a la crisis económica de los ’90 y baja sus persianas el 24 de febrero de 1997. La esquina de Callao y Rivadavia comienza así poco a poco a ensombrecerse, pasando de la gloria a la indiferencia absoluta.

Es 11 de junio del 2008. Las aspas del molino dejaron de girar hace ya un largo rato. Los años de gloria terminaron. Antonia y José caminan por la Avenida Rivadavia y al llegar a Callao apuran el paso por miedo de que se les caiga algún pedazo de marquesina encima. No pueden evitar buscar la cúpula con la mirada y ver que la aguja ya no está, que los leones alados desaparecieron.

Caminan con precaución, intentando esquivar los trozos de andamios y materiales que ocupan toda la vereda. Las baldosas están fuera de lugar, lo que genera que muchos de los que pasan a su lado se tambaleen. En el camino se encuentra con varios vendedores ambulantes y personas en situación de calle que se cobijan con frazadas compartidas bajo los balcones ornamentados que se caen a pedazos.

El hormigón de la fachada del edificio está ennegrecido por la suciedad, las cerámicas cuarteadas, los hierros oxidados y los vitraux destruidos. Así Del Molino transita 20 años de absoluto desamparo.

Tal es el deterioro del emblemático edificio, que algunos ciudadanos deciden aunar sus voces en una agrupación, a la que llamaron “Para que se restaure la confitería del molino”. Con el objetivo de exigir la expropiación y restauración de la confitería, conservando su esencia como tal, reúnen más de 5.000 firmas a través de actos culturales y difusión en redes sociales.

En el año 2014, la situación de Del molino comienza a revertirse cuando se convierte en ley por unanimidad el proyecto que declara al edificio de utilidad pública y sujeto a expropiación por su valor histórico y cultural. Cuatro años más tarde, se constituye la comisión bicameral del edificio Del Molino y el inmueble pasa a estar en manos del Congreso Nacional. En este momento, se empieza a idear un plan de restauración integral que busca recuperar el pasado histórico de la confitería.

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-       ¡Acá! ¡Acá encontré algo muchachos! ¡Vengan!

Es 10 de septiembre del 2021 y cinco obreros se dirigen al primer subsuelo, donde en su momento funcionaba el sector donde se elaboraba la repostería. Son parte del equipo de arqueólogos que comienzan un nuevo día en la recuperación de objetos de valor histórico.

En la tarea de reconstrucción, el principal desafío es ser fieles a la historia y reescribir su pasado. Para ello, la comisión conforma un equipo interdisciplinario con más de cuarenta restauradores, que se encuentran distribuidos en distintos talleres de vitrales, arqueología, maderas, estucados, terminaciones superficiales, moldería, entre otras tareas específicas.

Los cinco obreros examinan el sitio y deciden excavar. Realizar el pozo en el sector de ventilación puede llevar toda una mañana. Uno de los trabajadores recoge una taza con el logo del Molino que se asoma entre la tierra, es el primero de una lista de tesoros ocultos que más tarde formarán parte de la exposición permanente del museo de la confitería: cucharas, infusores de té en hebras, apoya saquitos, frascos, botellas, moldes, asaderas, libros, diarios, latas, fichas de proveedores. Es como si esa cocina se hubiera detenido en el tiempo.

Una vez que los objetos son hallados, el equipo de restauración liderado por la licenciada Sandra Guillermo comienza el proceso de estabilización, es decir, son limpiados, rotulados y finalmente guardados en el taller. Los objetos que esperan su turno reposan en ocho mesas redondas vestidas de blanco y rodeadas de sillas. Se destacan dos cartas menú de 1935 tamaño bolsillo con letras diminutas, impresas sobre papel amarillento y plastificado.

Más de 15.000 son los objetos encontrados que cuentan cien años de historia argentina y permiten conservar la memoria del edificio.

El Plan de Restauración Integral del Edificio del Molino (RIEM) se propone la recuperación y preservación de los bienes, tanto en sus dimensiones materiales, como inmateriales. La primera tarea que realizan los trabajadores es escanear toda la superficie en 3D, para conocer el estado del piso y mapear las piezas deterioradas. Para reconstituir ese piso, los restauradores usarán piezas originales recuperadas por los arqueólogos.

Se renovarán los muros y cielorrasos, las molduras en yeso, las carpinterías de madera y los vitrales. Avanzarán con la puesta en valor de los ventanales, columnas de mármol, aberturas de madera y esculturas de hierro y bronce del espacio interior. El equipo de vitralistas estará a cargo de la reparación de 1200 m2 de vitrales, logrando recuperar los 117 paños de vitral del salón de fiestas del primer piso. Para restaurar la cúpula, los especialistas deberán retroiluminar los ocho gajos de vitrales de la torre. Cada uno de 5m2 y 655 teselas, pequeñas piezas de vidrio que conforman el mosaico, lo que hace un total de 5.240 teselas.

Con una inversión de más de 100 millones de pesos, el trabajo es monumental, pero poco a poco, los vecinos comienzan a ver la fachada sin andamios, la torre cúpula iluminada. Las aspas del molino en reparación, como una  promesa de que pronto volverán a girar.

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Antonia saca un pañuelo del bolsillo y se seca las lágrimas. Con la otra mano guía a su nieta mientras avanzan por el hall de entrada de la confitería Del Molino. Es 23 de septiembre del 2021. Del Molino abre sus puertas en una visita guiada que les permite a los visitantes conocer las obras de restauración.

-       ¡Por estas escaleras bajamos nosotros! ¡Y acá bailamos el vals!

Con una sonrisa que es mezcla de nervios, nostalgia y emoción, 60 años después, recorre cada rincón del salón de fiestas con la piel erizada y los ojos cristalizados. Mira de un lado al otro, una y otra vez. Señala cada lugar a medida que revive sus recuerdos. El salón luce sus históricas columnas recubiertas con estucado veneciano, los 117 paños del vitral restaurados, el cielo raso intacto. Las lámparas de mil caireles vuelven a encandilar el lugar.

Después de casi cuatro años de un arduo trabajo por parte del equipo de restauradores, el salón de fiestas del primer piso logra recuperar su historia. Se encuentra íntegramente restaurado en sus molduras, paredes y falsos acabados, pisos de madera y boiserie. La tarea contempla la puesta valor de departamentos, el hallazgo y recuperación de objetos históricos y hasta recetas de cocina, la restauración de la azotea y de la torre cúpula.

Todavía no hay una fecha exacta en la cual el edificio abrirá sus puertas de forma definitiva. Aún así, los restauradores creen que su apertura podría suceder de forma gradual a partir de fines del 2021, e invitan a los argentinos a conocer la nueva vida Del Molino a medida que cada piso esté listo. 

-       ¡Pero qué increíble lo que están haciendo!

Antonia agradece a cada uno de los trabajadores que se cruza mientras recorre el salón. Ubica a sus invitados en cada recoveco. Piensa en cómo hubiera sido la reacción de José, si hubiera llegado a ver el salón en su esplendor.

Algunos argentinos añoran su postre favorito de la confitería junto a una taza de café en las tardes de invierno, otros ven a Del Molino como su antiguo hogar, y muchos lo creen testigo de una noche mágica que recordarán toda su vida. Este valor sentimental conforma el patrimonio intangible del edificio que los trabajadores están reconstruyendo a través de la participación de la comunidad, la cual les acerca sus relatos y fotografías. A más de 100 años de su inauguración, la confitería construye una nueva vida, donde el pasado también es presente. 

Al salir del edificio, Antonia levanta la vista buscando a los cuatro leones alados que vuelven a custodiar, desde la cúpula, al Congreso de la Nación. Bajo el casco iluminado, con su aguja central como nueva, los pequeños balcones silenciosos observan nuestro presente lleno de pasado y las aspas del molino giran, de tanto en tanto, haciendo vibrar el retorno a un viejo esplendor.