LITERALMENTE BAJO PRESIÓN


 

Por Leonel Ramirez //

Vaca Muerta es una región bendecida naturalmente por recursos de hidrocarburos no convencionales de excelencia mundial. Las esperanzas del futuro de nuestro país están enfocadas en este yacimiento que, según información de YPF, solo en el área Loma Campana sería capaz de producir alrededor de 3 millones de metros cúbicos de gas natural y 50 barriles de petróleo por día. Para que ese potencial sea una realidad, se necesitan inversiones millonarias sostenidas en el tiempo de empresas locales e internacionales, y mucho esfuerzo. Su método de extracción se llama fracking y en 2011, la Comisión de Medio Ambiente del Parlamento Europeo emitió un informe concluyendo que Vaca Muerta es una bomba de contaminantes a punto de explotar.

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Cristian abre los ojos y mueve el cuello de un lado a otro con un gesto de dolor, cuando advierte que el colectivo contratado por la empresa Pecom Energías llega al yacimiento La Calera. Cerca de las cinco de la mañana lo pasaron a buscar y tres horas después ingresa al sector de campamentos con todo listo para desayunar. Es un poco más alto que la media, lleva la calvicie con estilo canchero y su voz ronca atestigua que es un experto fumador de habanos. La mesa es larga y tiene todas las sillas ocupadas, menos la cabecera. El grupo de trabajo limita sus risas y recibe a un Cristian serio que los mira uno por uno detenidamente, apoya a un lado su mochila y se sienta, aunque algo incómodo. Aún sin tenerla en la espalda sigue cargando con ella, y le pesa.

Llegó al yacimiento en junio de 2019. El pozo con nombre de androide, 3001, ya estaba operativo siete meses antes de su llegada, y hoy, dos años después, sigue vigente. No es el único. Hay más de mil pozos operativos en los 30.000 kilómetros cuadrados a cielo abierto de Vaca Muerta. Se estima que hay gas de reserva como para 416 años de consumo, el equivalente a más de 27.000 millones de barriles.

El pozo está dividido por sectores, y desde un ángulo panorámico se aprecian solo maquinarias que dejan su rastro sobre el barro. Cuando el calendario de actividades indica día de perforación suelen haber más de 500 personas, 200 camiones y el rugir ensordecedor de sus motores en marcha. Por su visual es difícil que sea la musa inspiradora de algún artista, aunque el área de mantenimiento de Cristian tiene una atracción impensada: un árbol en el medio de la nada bautizado el “Equis Christmas”. Les recuerda a la Navidad, pero solo les regala sombra ante el típico clima desértico neuquino, y logra reunirlos para oxigenar tanta tensión.

Cada empleado en la mesa de Cristian tiene un rol diferente y específico pero todos comparten un súper poder. Se desconoce si a la fuerza, o como mecanismo de supervivencia, pero no hay empleado del yacimiento que no haya desarrollado su olfato. Se acostumbraron a sentir la “niebla de condensado”, un olor símil nafta soportable que utilizan como indicador de que todo está bajo control. Pero si ese aroma se transforma en algo nauseabundo antecede un potencial riesgo que hay que atender. Todos temen a la “concentración de niebla de condensado” que activaría el máximo terror protocolar: el “Shut Down”, la evacuación inmediata de planta por una posible explosión masiva.

En esa cuerda camina Cristian, apegado al manual de procedimientos. Tiene claro que el arte de improvisar no tiene lugar en un escenario que no admite siquiera dejar un auto en marcha a pocos metros. Su puesto arde porque es el Supervisor de Mantenimiento y el encargado de cuidar la integridad física de veinte familias.

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Empieza la semana laboral. Es sábado y en una reunión vía SAP, un software de gestión, Cristian almacena todas las tareas semanales para planificarlas de domingo a domingo. Chequea en su escritorio que cada operario tenga los permisos de trabajo actualizados y queden certificados. Para coordinar un método de trabajo, él prefiere el cara a cara. Apaga su pc, camina hacia el predio y llama a un operario.

   Es inminente perforar.

Lo mira fijo. En los ojos puede intuir si el operario está o no seguro. Observa su postura corporal. Lo lee de arriba a abajo hasta confirmar por el tono de voz.

   ¿Cómo vas a sacar esta tuerca?

   La tenemos que sacar con esta llave, girando acá y con cuidado.

   Tenés presión adentro, ¿cómo pensás disminuirla?

   Voy a bloquear una válvula más arriba, después más abajo y voy a purgar por acá.

Tras una mirada de aprobación, la primera herramienta perfora la tierra y da inicio a 60 días de bullicio. La profundidad deseada es de 3.000 metros para generar micro fisuras en la roca reservorio. La fractura hidráulica es penetrada por mil quinientos kilos por centímetro cuadrado de presión, con agua, arena y químicos que rompen la roca extrayendo el gas y el petróleo.

Vaca muerta es un territorio con gran contenido arcilloso y especial para estimular mediante la inyección de agua y arena a presión. Así lo confirmó YPF en 2013, luego de años de exploración. Pero el fracking no es una práctica novedosa. Desde 1947 la naturaleza lo padece con más de dos millones de pozos abiertos por el mundo y La Calera no es la excepción.

La planta de proceso arrastra horas de extrema concentración. Sus tanques atmosféricos atemorizan a simple vista y a su lado es complejo respirar. Inhalaciones cortas, pero certeras olfatean la “niebla de condensado”. Cristian chequea el “explosímetro” para corroborar que la mezcla de gases no supere el nivel de oxígeno.

El aire se corta solo pero el ritmo de trabajo es vibrante. Los operarios van y vienen, como si fueran hormigas donde cada una tiene clara su tarea. Y son frágiles, como ellas. Las estadísticas marcan 8 muertes en los últimos 15 meses y por eso el Sindicato de Petróleo y Gas de Neuquén, comandado por el secretario general Guillermo Pereyra exige medidas. Durante las últimas mesas de diálogo pidieron por los estándares de seguridad y la reducción del esquema de trabajo. A pesar de esto, son empresas privadas con sus reglas y la mesa chica manda.

   Los dioses del Olimpo son los primeros en decidir – advierten los trabajadores.

La jerga interna de operarios es sincera ante ciertos desmanejos que observan. La torre del Olimpo de 36 pisos podría estar tranquilamente en Dubái, pero queda en Macacha Güemes 515, y es la central de YPF en Buenos Aires. Allí, periódicamente, las altas esferas jerárquicas se reúnen a planificar. Junto con los ingenieros redactan los planos que determinan la mayoría de los procedimientos. No hay lugar para la especulación. Pero, a veces, resulta que entre los planes y su ejecución hay cambios que no se registran como deberían. Se encuentran con un plano viejo o un procedimiento trazado diferente y así nacen las confusiones. Corren las hormigas.

   La mejora continua -, se auto convence Cristian mientras compara lo escrito con lo finalmente ensayado cada vez que concreta un objetivo.

Busca desdramatizar cuando reconoce que la suerte lo acompañó, y recalca a su grupo que tengan en cuenta esos detalles para la próxima. Pasa la página, y redacta un informe que se eleva a las autoridades de ingeniería.

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Cristian es el responsable de que ninguno se lastime. Es sensible cuando en cada partida al yacimiento abraza fuerte a su mujer y sus hijas deseando volver, pero se vuelve inmutable ante sus subordinados. Lo primero es cuidar la integridad física de cada uno, luego la del equipo y por último la del medio ambiente. Parece inoportuno ese tercer lugar que le toca a la naturaleza en una práctica tan polémica y repudiada como el fracking, pero existen razones.

No está parado sobre una rama, pero mueve la cabeza rápido como un búho. De izquierda a derecha, de derecha a izquierda. Su cuello flexible sigue atentamente los movimientos de los suyos, mientras su mirada penetra la materia entendiendo todo lo que ve. Cada tanto ojea la tablita disciplinaria donde reporta los eventos que ameritan sanción. Trata de evitar usarla, pero sabe que cualquier error recaerá sobre él.

Mantenerlos concentrados es su gran preocupación. Gestionó que en sus tiempos libres sean asistidos por cocineros, médicos y servicio doméstico, para evitar que gasten energía en vano. Bajo el discutido régimen llamado uno más uno, trabajan siete días seguidos hasta que llega su relevo y descansan la misma cantidad. Hace tiempo que esperan una reducción del esquema de trabajo porque creen que es uno de los principales causantes de accidentes.

El 6 de mayo de 2019 todavía duele. Un accidente fatal se cobró la vida de dos compañeros de la empresa Tecpetrol en Fortín de Piedra. Ese día Cristian estaba a cargo de otro sector del yacimiento. Estaban atrasados, y el límite de tiempo los acechaba. En el frenesí del hacer y hacer, una reja de dudosa señalización se confabuló con el destino y dos empleados de 24 y 34 años que inspeccionaban la pileta de purga cayeron dentro. Maximiliano Francisco Zappia y Cristian Nicolás Baeza, murieron en el lugar por efecto de los gases.

   Mucho stress - es la respuesta recurrente y una simplificación. Cuesta abstenerse del discurso que los posiciona como engranajes de progreso para el país.

Esa misma presión se percibe hoy en La Calera. De aquel día hasta hoy, lo único que cambió son los millones de litros extraídos de petróleo. Es un recurso que pone en marcha un país y hasta mejora la calidad de vida de todos los argentinos, pero se desconoce el sudor de las hormigas.

En Vaca Muerta el ritmo es frenético. Mientras un pozo convencional se explota en veinte años, acá duran cuatro. Hay que justificar los US$ 7,5 millones de dólares invertidos en cada pozo, por eso les exigen extraer todo el petróleo en el menor tiempo posible. Después el recurso se vuelve finito.

Cada sector de La Calera es monitoreado por la Telemetría, un ambicioso sistema con sensores que miden los millones de metros cúbicos producidos y los próximos a sacar.

Mundialmente, encontrar un yacimiento con potencial geológico, calidad de la roca madre, favorable geografía y profesionales capacitados es un milagro. Vaca muerta tiene todo esto a la vez y para cerrar el círculo virtuoso hay un mandamiento:

“Durante las doce horas diarias que enfrentarás una atmósfera explosiva, válvulas y químicos, evitarás trasladar problemas familiares al predio. No habrá divorcios, depresión, ni tristeza que te desenfoque”.

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Alrededor del yacimiento hay más frentes de batalla. Su relación con el pueblo aledaño está rota. No hay una muralla, pero hay dos realidades paralelas, divididas por unos pocos kilómetros. De un lado, la parte beneficiada que lucra a diario con los recursos naturales en el nombre del progreso. Del otro, un pueblo contaminado, inhabitable, sin agua potable, gas, ni luz al que miles de campesinos emigraron a ciegas por un trabajo que siguen buscando.

Añelo es la capital de Vaca Muerta. Silencioso como todo pueblo, sangra por dentro. Sin apoyo gubernamental, estructural, ni mediático, corta las calles. Diferentes generaciones de hombres y mujeres envueltos en banderas, tocan los bombos, reclaman atención, alertan de temblores sísmicos de considerable magnitud y piden suspender urgentemente el fracking.

La fuerza policial controla los desmanes, intentando dialogar. YPF amenaza con consecuencias judiciales y descarta la contaminación. Mientras tanto, en La Calera aprovechan cada segundo. No escapan de los controles de seguridad del Gobierno de Neuquén pero las consecuencias ambientales aún no pueden medirse. Cada tanto, auditores los visitan revisando la documentación que reporta la cantidad de residuos generados y su destino. La respuesta resulta rutinaria. Luego de que el pozo devuelve el gas con químicos, sal y arena es procesado y vuelto a tratar. Finalmente, aseguran, se almacena especialmente para no seguir generando impacto ambiental.

En Vaca muerta se respira condesado, y mucha incertidumbre.

En el medio, los empleados debajo del Equis Christmas recuperan el aire y piensan en el porvenir de sus hijos. Rompen el primer mandamiento y se preocupan por lo que vendrá, por un futuro laboral incierto y por lo que se debate a miles de kilómetros en otras partes del mundo: ¿Será posible algún día cortar la dependencia con el combustible fósil?