Vegana por un mes



Crecí en el barrio de Mataderos, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Mi familia tiene un frigorífico y yo decidí dejar la carne, los lácteos, la miel y los productos testeados en animales por un mes.


Por Verónica Freire


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Cuenta una leyenda oriental que las personas destinadas a conocerse están conectadas por un hilo rojo invisible. No importa la distancia, el tiempo o el lugar, éste se estirará, pero nunca se romperá. Para mí el hilo rojo era evidente, recorría la unión entre el asfalto y la vereda, con una corriente y un espesor propio, diferente al del agua. El hilo del que yo hablo unía un barrio entero. 
Todas las mañanas un olor fétido inundaba la zona, se impregnaba en mi nariz y no me dejaba tranquila, pero los demás parecían ni sentirlo. Por costumbre, quizás. Había hombres. Muchos hombres vestidos íntegramente de blanco. La similitud con el ambo de un médico era indudable, sobre todo a ojos de una nena. Pero a eso de las cinco de la tarde, cuando ellos volvían a sus casas, el blanco pasaba a ser rojo, un rojo oscuro, manchado, furioso y explosivo. Era rojo sangre. 
Recuerdo la llegada del camión blanco e inmaculado al que le ponían una cinta transportadora por la que circulaban las reses, cuyo destino más próximo era colgar del techo de una cámara refrigerada. He entrado un par de veces a ese lugar, pero me mantenían lejos. Como quien esconde un muerto en el placard. 
Crecí en el barrio de Mataderos, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Mi abuelo llegó en un barco de Alemania y construyó un frigorífico, mi mamá siguió el legado y yo: me hice vegana por un mes.

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Según la Organización de las Naciones Unidas, las actividades ganaderas son una de las principales causas del calentamiento global, incluso por encima del efecto que genera el transporte. En una nota del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina, el ingeniero agrónomo Roberto Rubio explica que la ganadería argentina es responsable del 24% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.  
Además, un 70% del agua dulce del planeta se destina a la cría intensiva de animales. Por lo tanto, se necesita sesenta veces más cantidad de agua para producir un kilo de carne que de trigo, o veintiocho veces más cantidad que para producir un kilo de arroz. En consecuencia, se precisan 14 mil litros más de agua para alimentar a un consumidor de carne que a un vegano. Al día, por persona.

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Mi primer día de veganismo se inauguró con un asado. A pesar de que las dietas se empiezan los lunes, la mía comenzó un domingo. Tenía en claro que lo que había iniciado era una transformación en mi estilo de vida. Un cambio profundo y con fecha de vencimiento. 
Antes de tomar la decisión de emprender este camino, investigué: Internet, documentales, videos, libros, conversaciones con activistas, nutricionistas y la lista sigue. Este es un mundo que te atrapa y te empuja a querer conocer más. ¿Será morbo? Me pregunté todas las noches que pasé mirando videos de pollitos aplastados en una trituradora. 
Ahí estaba yo, en medio de un asado, sentada en la punta de la mesa. Por adelante mío pasaban todo tipo de carnes y achuras. Se veía tentador, no me mal entiendan. Sin embargo, después de tanta información, yo no era la misma. 
¿No querés carne? - preguntó una amiga de mi mamá.

Soy vegana, por un mes.

¿Y qué significa eso?

Que no como carne, ni lácteos, ni miel, ni ropa hecha de cuero o pieles. Tampoco cosméticos testeados en animales. 

Cuando el veganismo se puso sobre la mesa, comenzó una lucha de pasiones. Una pugna por ver quién tenía el mejor argumento. Con el tiempo me fui dando cuenta que la comida es uno de esos temas de los que se puede opinar, a pesar de no saber mucho. Pienso que es porque abarca lo único en lo que los argentinos nos ponemos de acuerdo, la carne. 

Pero entonces, una mujer vegana no puede amamantar a sus hijos, eso sería un poco de lo mismo- argumentó mi abuela. 

Ahí fue cuando sentí que el mundo del veganismo me dio la bienvenida. En ese instante comprendí que este estilo de vida tiende a ser reducido al no consumo animal, pero no se trata solo de eso. Sino de evitar la explotación y sufrimiento de otras especies. Todos los días hay millones de animales que son concebidos para morir. 

¡Un aplauso para el asador! - gritó un familiar.
   
Todos aplaudieron. 

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La crueldad se basa en complacencia a través del sufrimiento o dolor animal, en forma gratuita e innecesaria. Diferente es el maltrato, que implica no brindarle los cuidados básicos a un animal como forma de tortura. En Argentina la ley 14.346, conocida como Ley Benítez, pena los malos tratos hacia los animales.

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Los primeros días pasaron y mi alimentación había cambiado radicalmente. Nunca le presté excesiva atención a lo que consumía o no. Yo comía y punto. Jamás leí las etiquetas en detalle, con relojear las calorías de vez en cuando me era suficiente. Sin embargo, cuando me embarqué en esta aventura vegana, fue inevitable leer los cuadros de información nutricional en cada paquete. Resulta que hay ciertos insumos obtenidos a partir de componentes animales, y en su nombre esto no se encuentra de forma explícita. 
Por otro lado, cada vez que le comentaba a alguien sobre esta experiencia la primera reacción siempre era la misma:

¿Y las proteínas? 

No importaba si la persona me conocía más o menos, o si teníamos mucha o poca relación, les preocupaba mi consumo de proteínas. Todo el tiempo me encontraba explicando que era posible llevar una alimentación saludable a través de reemplazos vegetales y una buena combinación de alimentos. 

Es totalmente posible y hasta podés mejorar tu alimentación. Eso sí, lo tenés que hacer de forma equilibrada y con asesoramiento profesional – me aseguró mi nutricionista

Durante mi vida omnívora, a nadie le importaba si incorporaba a mi alimentación el suficiente pescado para obtener el necesario Omega 3, si me salteaba el desayuno o comía la cantidad recomendada de frutas, verduras y legumbres. Es más, estoy segura de que no lo hacía. 

Durante este mes estoy comiendo más vegetales que en toda mi vida – recuerdo haberle dicho a mi mamá una tarde. 

Por suerte es solo un mes ¿no? – A ella nunca le gustó la idea, por ahí porque pertenece a una generación que no se hacía estos planteos, o porque pensar la industria de la carne como un sistema de explotación y contaminación, sería ir en contra de sus propios intereses.  
Por qué será que cuando nombraba al veganismo automáticamente se hablaba de proteínas, si en realidad los nutricionistas afirman que el déficit más común es el de hierro, que genera cansancio, caída del pelo y somnolencia.  
Yo todo eso, realmente no lo siento. No obstante, descubrí que llevar una dieta vegana de forma saludable no es fácil, requiere de organización y disciplina, sobre todo en un país carnívoro. La forma de hacer las compras y la manera de organizar tu plato se modifican. Uno no puede ser vegano de un día para el otro, es un proceso. Un proceso cuyo primer eslabón es la comida, pero no es el único. 

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La nutricionista Adriana Heinrich afirma que, el único nutriente que un vegetariano o vegano no puede obtener es la vitamina B12, la cual hay que medir y suplementar con comprimidos.  De todas formas, hay gente que come carne y también necesita de su complementación. Entonces, es fundamental siempre incorporarla con un análisis y control previo porque de eso depende la dosificación indicada a cada paciente.
Todos los demás nutrientes pueden cubrirse con una buena alimentación, algo que no todos hacen – sostiene la nutricionista.

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Ya en mi tercera semana de veganismo visitaba más dietéticas de lo que podría haber imaginado. Resulta ser que son el supermercado vegano, tienen desde queso untable vegetal hasta salchichas de garbanzo. Sí, salchichas. El producto estrella de la empresa familiar. Nunca me gustaron mucho, porque en casa de herrero cuchillo de palo, o eso dicen.  
La carne que entra a los frigoríficos tiene diversos destinos. En mi familia la mayor parte se convierte en salchichas. La carne de vaca al igual que la de cerdo se trituran y se mezclan con tocino, especies y grasa. La preparación se introduce en una tripa y luego, se las cocina para ser envasadas y vendidas.  
Siempre supe que el frigorífico era fuente de trabajo para muchas familias, incluso la mía. Que producía un alimento accesible, sobre todo en tiempos de crisis económicas, y nunca antes me puse a pensar en la tensa relación entre los grupos activistas veganos y este tipo de industrias.  
Durante este mes de veganismo escuché muchas posturas, algunas a favor y otras en contra.
Los veganos utilizan metodologías autoritarias – aseguró un amigo.

¿Por qué?
Porque aunque digan que es una protesta pacífica utilizan formas violentas. Terminología con la que uno se siente violentado. Hablan de asesinato, violación, homicidio y hasta genocidio, eso es simbólicamente violento. 

Sin embargo, los activistas veganos sostienen que el ser humano puede vivir sin explotar otras especies. Que por quince minutos que tu paladar está contento, vale la vida de un animal. Ese animal no es menos importante que tu mascota. Esa es la ética de este estilo de vida, hacer el menor daño posible y pensar que lo que consumís eventualmente se vuelve parte de vos.

Yo antes era la princesa de Mc Donald’s, iba todos los días. Un día me traumé y dije chau — me comentó Lucrecia, una activista vegana del movimiento internacional, Anonymous for the voiceless - En la transición entendí que tendría que haber sido vegana desde que nací.
Prendí la televisión y en formato de cadena nacional todos los noticieros anunciaban: “Batalla campal en La Rural, Carnívoros vs. Veganos”. Parece ser que el veganismo llegó a los medios masivos de comunicación y hasta copó la Sociedad Rural Argentina. 

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Rubi es activista por los derechos de los animales en varios grupos. Llegó a ser organizadora de Anonymous Buenos Aires, uno de los movimientos internacionales más reconocidos en materia de defensa animal. Ella asegura que una de las formas de llegar a las personas es con información, por eso el activismo es importante. El uso de imágenes es una de las metodologías más efectivas, y las obtienen a través de lo que llaman vigilias. 
Durante las vigilias los veganos visitan mataderos de aves, cerdos y vacas con el objetivo de grabar lo que les sucede a los animales en sus últimos minutos. Aquellos que participaron, aseguran que si muchos omnívoros pudieran ser testigos del estado en el que se encuentran, no los llevarían a su plato. Las imágenes, luego, se multiplican en las redes sociales y hasta llegan a ser parte de documentales.  
Uno siendo vegano ayuda, pero lo importante es difundir el mensaje – aseguró Rubi – Ser activista no es solo ir a vigilias o participar en Anonymous. Cuando hablas con familiares, amigos, conocidos y publicás en tus redes sociales, también estás haciendo activismo. 

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Ya pasó un mes desde que soy vegana. Son las cinco de la mañana, pero no se nota. Hay mucho movimiento en las calles. Algunos camiones se vacían y otros se llenan. Una postal natural para mí, hasta hace unos días. Pero ahora lo veo con otros ojos. Ojos de quien vio qué hay detrás de ese alimento al que se le pone nombre gastronómico para disfrazarlo. Mataderos sigue albergando a más de cien frigoríficos y distribuye la carne argentina alrededor del país y el mundo. Las zanjas de este barrio están unidas por un hilo rojo al que ya no pertenezco, porque es un hilo de sangre.