Mujeres viajeras



Viajar, una nueva forma de vida. Historias de argentinas que recorrieron el mundo. 


Por Florencia Duarte


Primera parada
 Santa Teresa, Costa Rica

Un portero plateado indica que hay diez departamentos en un antiguo edificio del barrio de Caballito, Ciudad de Buenos Aires. Toco timbre, pasan unos minutos y entro. Tomo el ascensor hasta el quinto piso donde me esperaba Victoria Daniela Oudkerd. Al llegar, una puerta blanca de madera conduce a un amplio living comedor. Mesa de madera repleta de cuadernos, libros, hojas sueltas y resaltadores de todos colores. Al final de la habitación una ventana rectangular y alta con puertas corredizas que dan a un pequeño balcón repleto de macetas de distintos colores con cactus largos, cortos, redondos, flacos, algunos con flores y otros sin ellas. Una lavanda se esconde detrás de una de las dos sillas amarillas y en el centro de la mesa, una maseta con pequeñas suculentas.

—Pasá al balcón que estoy haciendo mate y afuera está hermoso.

Victoria va hacia la cocina y vuelve con una bandeja que tiene un termo plateado con varias calcomanías, entre las que se pueden distinguir dibujos de olas, soles, palmeras y algunas que pertenecen a famosas marcas de ropa. En la bandeja también hay un mate amarillo, dos frascos floreados, uno con azúcar y otro con yerba, acompañados por unas galletitas de avena caseras. Nos sentamos y empezamos a hablar.

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Victoria Daniela Oudkerd tiene 25 años y es estudiante de medicina en la Universidad de Buenos Aires. Vive con sus padres y ama a los animales, especialmente a los felinos. Ella usa un ambo blanco, un buzo rojo, unas “crocs” azules y unos aros de plata con forma circular. Victoria es flaca y medirá 1,65, a lo sumo. Tez trigueña y pelo enrulado rubio a la altura de los hombros. Ella no recuerda exactamente a qué edad comenzó a viajar, pero guarda varios recuerdos ligados a vacaciones familiares en Brasil, Uruguay y Estados Unidos.

—¿Por qué viajas? ¿Qué te motiva a hacerlo?- le pregunto mientras me acomodo en una de las sillas.

—Lo que me motiva a hacerlo es crecer porque para mí viajar abre la cabeza y te inspira en un montón de cosas y te hace agradecer todo lo que tenes, te genera proyectos.
Llegando a su adolescencia, ella conoció Inglaterra y Paris. De grande viajó a Perú, India y su último destino fue Costa Rica.

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Con mucho entusiasmo, ella cuenta que Costa Rica es un país espectacular que tiene diferentes playas. Montañas. Selvas tropicales. Todos sus caminos y rutas están rodeados de árboles. Tiene mucha vegetación. En su memoria, Costa Rica queda definida por una palabra : naturaleza. Victoria llegó sola el 20 de diciembre del 2018. Dos días después llegó Julieta, una amiga de ella. Pasaron tres meses juntas.

Ellas vivieron en Santa Teresa, un pueblito de playa que según la página web www.costarica.or la define como “El Hawái de Costa Rica” por sus fantásticas olas durante todo el año. Su vivienda formaba parte de un complejo de cinco casas en donde todos los que se hospedaban eran argentinos. La casa de Victoria era para cuatro personas. Toda su estructura era de madera.  Ventanas cuadradas sin rejas ni vidrios, sólo pequeñas puertas de maderas, que cuando se abrían daban a un gran jardín de palmeras. Tenía dos cuartos, una cocina y un baño.

—Fui a Costar Rica sin saber de qué iba a trabajar, no tenía idea -cuenta Victoria, sonriente.
Los días de Victoria empezaban a las 9 o 9:30 de la mañana. Desayunaba y cuando el reloj marcaba las 10, se iba a hacer las compras para la torta del día. Cocinaba y se iba a la playa. A eso de las 17, regresaba a la casa - que estaba a una cuadra de la playa - agarraba la torta y salía a vender.

Con la venta de brownies de chocolate y tortas de banana cubrió sus gastos y de vez en cuando trabajaba en un puesto de jugos frutales y naturales, llamado “Life´s Better Wet”. De esta manera, “Viqui” solvento sus gastos durante toda estadía en Costa Rica.

—Vendía siempre a la hora del atardecer porque era cuando más gente había en la playa -ella sonríe y se muestra algo orgullosa por haber trabajado de forma independiente.

El día terminaba a las 18. Cuando se hacía de noche, Victoria volvía a la casa. Descansaba, charlaba, dibujaba o jugaba mucho a las cartas, en especial al “Uno”. A la hora de la cena, todas las casas se ponían de acuerdo en el menú y cenaban todos juntos.

Victoria se levanta, agarra su celular con funda verde manzana de la mesa y vuelve al balcón, mientras el sol poco a poco va desapareciendo y comienza a soplar un viento fresco. Ella con una gran sonrisa muestra fotos de Costa Rica, entre ellas, una muy especial del puesto de jugos.

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Costa Rica, en general, recibe mucho turismo y es un destino que muchos eligen para retirarse. Algunos le dicen “la Suiza de Centroamérica”, ya que tiene una de las 22 democracias más antiguas del mundo. Abolió su ejército en los años cuarenta y tuvo un presidente premio Nobel de la Paz. Según un informe anual de la ONU, Costa Rica es el primer país más feliz de Latinoamérica.

Una frase muy típica del país es “Pura Vida”. Se usa en muchos momentos de la conversación: como saludo, agradecimiento, calificativo o para demostrar admiración. Quiere decir que está todo bien, súper, feliz.
Víctor Manuel Sánchez Corrales, un investigador de la Universidad de Costa Rica, lo resume así: “La expresión se encuentra hoy tan intrínsecamente ligada con el lenguaje y la cultura costarricenses, que constituye una marca grupal-comunitaria que trasciende las fronteras y muestra nuestra forma particular de ver el mundo.”

—Tienen como una alegría nata, por así decirlo. Como que siempre están contentos-confiesa
Victoria, mientras acaricia a su gato de color gris claro con manchas grises más oscuras.
El sol se ocultó por completo. Un antiguo reloj marrón colgado en la pared, marcan las 20 horas. Victoria sosteniendo a su gato, abre la puerta blanca de madera. Solo queda el viaje en ascensor y atravesar la puerta principal del antiguo edificio, que divide el departamento de Victoria de las transitadas calles del barrio de Caballito.

 Segunda parada
 Barcelona, España.

Lucila Cauti tiene 26 años. Tez blanca, pelo castaño, largo y con ondas. Lleva puesto unas perlas en las orejas y un arito del lado derecho de la nariz. Usa un jean, buzo GAP de color bordo y unas zapatillas de color negro. Ella es azafata y estudió administración hotelera en la Fundación De Altos estudios en Ciencias Comerciales. Cada vez que habla lo hace acompañado de gestos. Habla fuerte, con simpatía y facilidad.
En año 2008, Lucila experimentó lo que era viajar y vivir en otro país por un intercambio estudiantil, cuyo destino era Alemania. Por tres meses, convivió con una familia alemana y en sus tiempos libres aprovechaba para conocer a otras personas, tradiciones y lugares. Poco a poco, su alma de viajera se iba asomando.
— Viajo, primero que nada, porque me gusta conocer lo que hay más allá del lugar de donde uno vive. Lo que me motiva es ser joven, tener tiempo, no tener nada que me atea a ningún lugar- responde Lucila.

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Cansada de su antiguo trabajo. A principios del 2019,  Lucila decidió buscar un nuevo futuro en España. Vivió en un edificio ubicado cerca del Fórum de Barcelona. Recuerda a esa ciudad con mucha geometría. Edificios antiguos y otros modernos. Playa y cemento. Artistas de museos y artistas callejeros.

Para conseguir trabajo, Lucila usó una plataforma laboral llamada “Hosco”. Su objetivo “Unir, inspirar y ofrecer oportunidades a los profesionales del hotelería en todo el mundo”, así se describe en su sitio web. Luego de varias búsquedas y entrevistas. Empezó a trabajar de recepcionista en el hotel boutique de diseño llamado “Room Mate Pau”, ubicado en el centro de Barcelona, cerca del Palacio de la Música, de la Plaza de Catalunya, del Barrio Gótico y La Sagrada Familia. Ella salía del trabajo y aprovechaba su tiempo libre para perderse por las callecitas españolas entre kioscos, puestos de flores y bares.

Cuando Lucia llegó a España ingreso al país con el pasaporte argentino porque su pasaporte italiano llevaba un año vencido. Con el pasaporte argentino, solo se puede estar 3 meses trabajando. Sin embargo, con el pasaporte europeo se puede trabajar y viajar por tiempo indefinido por toda Europa.

—En España, particularmente si tenes ciudadanía europea, tenes que igualmente sacar un documento que se llama Número De Identificación Extranjera que es para poder trabajar, sin ese número no podés trabajar- aclara Lucila.

En ese momento, empezó a averiguar cómo podía renovar su pasaporte. Hablo con varios conocidos y uno de ellos, le recomendó viajar al pueblo de sus bisabuelos, donde seguro iban a estar sus papeles y el trámite iba a ser mucho más fácil.

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Lucila se tomó unos días de vacaciones y viajó a Italia. Estuvo en la localidad de Ortona que pertenece a la región de Abruzzo, provincia de Chieti. Era un pueblito antiguo y costero. Cielo azul. Aguas cristalinas. Construcciones de ladrillos.  Muchas ventanas. Balcones con flores y techos de tejas. El Castillos Aragonese, la Basílicas de Santo Tomas Apóstol y el balneario Saraceni fueron algunos de los destinos visitados por Lucila.

—¡Volví al pueblito de donde viene mi familia!. Fue muy movilizante – remarca Lucila.
En ese pueblito, nació su bisabuelo y  también escapó de él en 1953 con motivo de la Segunda Guerra Mundial, cuando los nazis tomaron ciudad.

Lucila fue el museo de la Batalla de Ortona, donde vio todo lo que se vivió durante esa época. Además,  fue al cementerio de los canadienses. Un amplio jardín de paz. Pasto cortado. Flores. Árboles. Cada lapida del lugar, tiene grabado una cruz y una hoja de arce.  El pueblo de Ortona le rinde homenaje a los canadienses por su defensa frente a los nazis.

Años atrás, la gente abandonaba su país de origen por la guerra, la  persecución nazi o la hambruna. En la actualidad, viajar es cada vez más sencillo y relativamente más económico que para las generaciones pasada. El turismo joven supone una transformación en el mundo del turismo actual. Este sector, ha tomado un importante protagonismo en el mercado internacional y constituye un grupo demográfico muy influyente de viajeros que está transformando el ejercicio de viajar en una parte primordial de sus vidas.

Tercer parada
Colorado, Estados Unidos.

Verónica viste un sweater color naranja fuerte, jean negro y zapatillas blancas. Tez blanca, pelo largo de color castaño claro con bucles en las puntas. Ella tiene 21 años. Estudia Comunicación Social y vive con su familia en Lomas del Mirador, Buenos Aires. Se define como “viajera” porque siempre le gusto viajar, pero no de la forma tradicional turística sino a través de intercambios estudiantiles o programas como “Work and Travel”.
En 1996 Estados Unidos fue el precursor de las visas de trabajo y vacaciones en Argentina. En su primera temporada convocó apenas a 18 argentinos. El verano siguiente fueron 100 y en  año 2000 ya eran 1.000 los jóvenes que participaban del programa. Hoy en día, son casi 2700 jóvenes argentinos los que viajan a Estados Unidos cada año a realizar su “Work and Travel” durante las vacaciones de verano.

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Verónica cursó un año de la carrera de Comunicación Social - ya que es obligatorio ser estudiante universitario para aplicar al programa- y en diciembre del 2017, decidió viajar a Estados Unidos y permaneció allí hasta abril del 2018. Su estadía duró alrededor de cuatro meses. Vivió en un pueblo llamado Avon que pertenece al estado de Colorado. Verónica describe al pueblo como “Montañas, centro de esquí, fin”.

“Vero “vivió en un dúplex de dos ambientes. Una habitación para chicas y otra para chicos. En total, eran cuatro mujeres y cuatro varones,  todos argentinos – si bien eran conocidos, no eran sus amigos-. Ella viajó con una amiga, conoció al grupo de viaje a través de la empresa “Global WAT”- empresa de “Work and Travel”-, y se contactaron entre ellos vía mail.

—Vivís Estados Unidos en Colorado de otra forma porque uno piensa en Estados Unidos y piensa en Nueva York, en esas ciudades que pasa de todos. Ahí, no pasaba nada- remarca Verónica.
En el Pueblo de Avon lo más comercial que se podía encontrar según Verónica era un Walmart. Para comprar un jean, iba al Walmart. Para comprar comida, iba al Walmart. Para comprar algo para la casa, iba al Walmart. Todas las compras pasaban por ese gran almacén estadounidense.

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El sitio web de la embajada de los Estados Unidos  explica que “el programa Work and Travel  promueve el intercambio cultural permitiendo a los estudiantes de carreras terciarias o universitarias viajar a los Estados Unidos para conocer su gente, sus costumbres, perfeccionar el idioma y trabajar temporalmente durante las vacaciones de verano”.

Verónica trabajó en el centro de esquí de un pueblito llamado “Beaver Creek”. La villa era pequeña, muy hermosa y pintoresca. Contaba con hoteles, aparts, restaurantes, tiendas y pistas de hielo para patinar. En el aire, flotaba un  aroma a galletas recién horneadas y chocolate caliente.  La montaña era espectacular con sus escuelas de esquí y sus infinitas pistas para esquiar. También era un común denominador los árboles marrones sin hojas y pinos verdes cubiertos con nieve.

—Al centro de esquí donde trabajaba iba gente que tiene muchísimo dinero. Creo que van las personas más adineradas del mundo a pasar las vacaciones. Entonces quieren todo perfecto.-explica Verónica.

Ella trabajó en las oficinas del centro de esquí, donde se encargaba de vender clases de esquí para adultos. Ganaba US$500 por quincena. Sus compañeras de trabajo eran todas mujeres estadounidenses que su rango de edad iba de los  45 a los 80 años. Verónica recuerda que eran mujeres muy amorosas.

—Trabajaban por el seguro médico que te da el trabajado porque en Estados Unidos la medicina es muy cara- declara Verónica.

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El “Work and Travel” le permitió vivir y trabajar  cuatro meses en Estados Unidos y romper con esa imagen fantasiosa que la mayoría de las personas tienen de al decir “¡Ay, la vida en Argentina es una M*****! Seguro en Estados Unidos sí que se vive bien”. Ella rompió con eso y reafirmó que se vive bien en Argentina, a pesar de lo económico. Acá se le da más importancia a lo humano.

Agarra el celular y entra a su cuenta de Instagram. En su sección de historias destacas, hay un círculo de color gris  llamado “Vail- BC”, donde hay fotos y videos de su viaje. Pinos  verdes y arboles nevados. Pistas de esquí. Caminos nevados. El pueblo nublado. El pueblo soleado. Compras en el Walmart. Paseos de Verónica acompañada de sus amigas. Todo se relaciona con sus días en “Beaver Creek”.

“Vero” sonríe y se nota que cada publicación le trae los mejores recuerdos de ese viaje. Son una parte de su vida. Fue su forma de viajar y vivir de una manera diferente.