Solidaridad en 3D



Un padre y un hijo con un proyecto solidario en común: fabrican prótesis de manos con impresoras 3D. Para los Cabrera no existen los límites creativos, las arman con temáticas de superhéroes y princesas, entre otros motivos.


Por Matías Ezequiel González








     Pa, me quiero comprar una impresora 3D para hacer spinners y venderlos- le pidió Gerónimo a su padre a comienzos de 2017.
     ¿Cuánto cuesta? - consultó con incertidumbre Guillermo.
     15 mil pesos…- respondió Gerónimo en busca de la aprobación.
     ¡No Gerónimo! - rechazó Guillermo.
     ¡Dale pa!- insistió Gerónimo con apenas 18 años.
     No.
El no duró poco.
     Como dice mi papá, el "no", no existe. Insistí y me compró la impresora- recuerda sonriente Gerónimo mientras levanta su remera y muestra un pequeño tatuaje negro en la zona de sus costillas que dice: “El no, no existe”.
Gerónimo arrancó con la fabricación y llegó a vender entre veinte y veinticinco spinners. Pequeños juguetes antiestrés hechos de diferentes materiales que fueron tendencia en Argentina el año pasado. La pasión por los spinners duró poco. Se avecinaba un proyecto solidario que cambiaría su vida. 

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El reloj marca las nueve. Es una fría mañana de invierno en Banfield. La Avenida Alsina comienza a despertarse. Suenan las bocinas y los motores de los autos que circulan por las calles. Se escucha el abrir y cerrar de las puertas de los negocios que reciben a los primeros clientes del día. En una habitación oculta del barrio se escucha otro ruido. Un ruido distinto que se repite una y otra vez. Es el ruido que hacen las impresoras 3D. 
La habitación tiene repisas llenas de manos de plástico de diferentes colores y cuadros con distinciones que cuelgan de las paredes. Cuatro impresoras mueven sus cabezales sin parar. En el medio del cuarto están sentados los Cabrera. Guillermo, un hombre de 58 años y Gerónimo, de 19. Padre e hijo trabajan concentrados en la fabricación de prótesis de manos solidarias.  
     Con Gerónimo somos completamente iguales. Ayudar a los demás nos da felicidad- reflexiona Guillermo. 

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“Te doy una mano” es un proyecto familiar solidario que nació en mayo de 2017. Los creadores son Guillermo y Gerónimo Cabrera. Ellos mismos entregan cada mano. Pero las prótesis que hacen los Cabrera no se venden. Se regalan a grandes y chicos que no tienen alguna de sus manos porque nacieron sin ella o la perdieron en un accidente.
     Perdón, pero soy inquieto y tengo que tener siempre algo en la mano- admite Gerónimo mientras juega sentado con un precinto y recuerda cómo comenzó todo.
Curioso. Así se describe a sí mismo Gerónimo. Desde chico fue un apasionado por la tecnología. Buscar sobre el último modelo de auto o teléfono y desarmar sensores de alarmas eran algunos de sus pasatiempos. De grande, su pasión aumentó gracias a las redes sociales. Un día, halló en Instagram la existencia de los spinners. Cuando Gerónimo los había descubierto, todavía no eran furor en suelo argentino. Investigó y encontró un hombre de Banfield que los vendía. Pasó a retirarlos por su casa. Como la curiosidad era más fuerte que él, le preguntó cómo los hacía. El vendedor lo invitó a ver la impresora 3D con la que fabricaba los spinners. A Gerónimo se le encendió la lamparita.
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Era una tarde de mayo. Gerónimo estaba en un cuarto del fondo de su casa con su computadora. Miraba diseños de spinners para armar. De repente, llegó su padre con una particular propuesta.
     Recién vi un documental en la televisión en el que mostraban todo lo que se podía hacer con las impresoras 3D. Se pueden hacer prótesis de manos. Ya que te compramos la máquina, ponete a buscar para ver si podemos hacerlas- dijo Guillermo.
     ¡Estás loco! - le respondió Gerónimo sorprendido por el pedido de su padre.
     Ponete a investigar. ¡Es algo que se hace en todas partes del mundo!- agregó Guillermo y se fue del cuarto. Había sembrado una nueva curiosidad en Gerónimo.
Gerónimo investigó en Internet y encontró cómo hacer las prótesis. Aprovechó un viaje que tenía planificado con su familia a Estados Unidos para comprar dos impresoras 3D más. Ya tenía tres impresoras. Llegó a suelo argentino y configuró las máquinas. Comenzó a estudiar. Pasó horas y horas frente a la computadora para entender cómo armar las manos. Un conocido lo orientó con las temperaturas que debían tener las impresoras para trabajar. Hasta que llegó el momento de pasar a la práctica. Guillermo se sumó al proceso de fabricación de manos.
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Un dedo. Ese fue el primer logro de los Cabrera. Un dedo frágil, flácido y desproporcionado. No se asemejaba al dedo de una mano. Pero ese era solo el primer paso. Siguieron trabajando rumbo a la mano completa. Lo lograron. Una mano rara.

     ¡Qué fea! - reaccionaron Gerónimo y Guillermo.
Quedaba mucho por hacer. Sabían que iban por el camino correcto pero tenían que perfeccionar la técnica. El objeto tomaba forma. Crecía la seguridad en los Cabrera. Guillermo llevó una prótesis al director de un hospital de Lomas de Zamora para que diera su opinión. El médico destacó la creación porque la prótesis no resultaba invasiva al cuerpo y era cómoda.

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Gerónimo Cabrera tiene 19 años. Estudia Administración de empresas y comercio internacional en la Universidad Argentina de la Empresa. Su trabajo de fabricación de prótesis de manos no tiene vínculo con la carrera. Ese no es un obstáculo. Tiene tiempo para ambas cosas. Arma manos, estudia, se reúne con familia y amigos. Para él no existen los fines de semana ni los feriados de descanso. De lunes a lunes hace manos. Esa es su misión solidaria.
“Riñoncito” fue uno de los apodos que recibió por parte de algunos compañeros durante sus primeros años de la adolescencia. El apodo surgió por la negación de Gerónimo a jugar al rugby. No porque no quisiera, sino porque no podía. Gerónimo no puede hacer deportes de contacto porque nació con un solo riñón. Cualquier golpe o movimiento brusco cerca de la zona puede llegar a afectarle el funcionamiento de su único riñón.
     ¿Cuándo alguien va a inventar un riñón y me lo voy a poder poner? – preguntaba Gerónimo de chico a sus papás. Quería “ser igual al resto”.
Su historia de vida lo marcó.
     ¿Cuántos chicos se preguntan si hay alguien que les pueda hacer una mano? Nosotros les damos esa mano que nunca tuvieron o que perdieron en un accidente- explica Gerónimo.

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La fabricación de cada prótesis de mano lleva varios pasos. El primero es el completado de un formulario que hay en la página web “Te doy una mano”. Los interesados anotan medidas, colores y otros datos de la prótesis que necesitan. Gerónimo pasa los datos recibidos a una planilla de su computadora. De ahí a un cuaderno. Los modelos de las piezas se arman en un programa de la computadora. Gerónimo descarga las piezas a una tarjeta MICROSD. La pone en la impresora y selecciona qué pieza imprimir.
El tiempo de impresión depende de cada modelo. Si la mano lleva un solo color depende de una sola impresora. Si lleva dos colores depende de dos impresoras. Si lleva tres colores depende de tres impresoras. En doce horas se pueden tener las piezas de una mano ya listas. Después, Gerónimo les da forma con agua caliente en las zonas del antebrazo y del tríceps. Les pone los velcros y pasan a la zona de trabajo de Guillermo.
Guillermo recubre las piezas en goma eva. Les pasa un torno a los bordes para evitar raspaduras del plástico de las manos. Hace los enganches con remaches para que ninguna pieza se salga. Cuando eso está listo, Gerónimo hace el ensamblaje de las manos con los dedos y el pasaje de las tanzas. Las entregas de las prótesis quedan a cargo de Guillermo.
     Trabajar juntos en este proyecto es algo hermoso. Yo conozco la parte mecánica, pero de tecnología no sé nada. Ahí el que sabe es Gero. Sumamos su experiencia y la mía- valora Guillermo a medida que recubre las piezas de una nueva mano.
Los errores no tardaron en llegar. Manos rotas. Dedos rotos durante el ensamble. Falta de filamento en la mitad de la impresión. Cortes de luz. Esos fueron algunos de los percances que los Cabrera debieron superar.
El color piel no existe. Esa aclaración hacen los Cabrera cuando llegan las solicitudes. Los motivos más pedidos de manos varían según la edad. La gente grande pide manos negras. A veces agregan gris o azul. En cambio, los niños y las niñas eligen superhéroes y princesas. Ya llevan entregadas más de 150 prótesis.

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Miranda González tiene 6 años y vive en Mar del Plata con su mamá Verónica y su papá Orlando. Miranda nació sin su mano derecha. Para Miranda no hay barreras. Con su alegría plasmada en una gran sonrisa puede hacerle frente a cualquier obstáculo. 
Cuando Verónica se enteró que estaba embarazada, todo fue alegría en su vida y la de su marido Orlando. Al octavo mes de embarazo, se hizo una ecografía 4D para conocer mejor a la bebé que estaba por llegar a sus vidas. Estaban muy ansiosos.
La tarde del 28 de diciembre, popularmente llamado el “Día de los inocentes”, Verónica y Orlando se acercaron al Sanatorio Belgrano para hacer la ecografía 4D. La obstetra los demoró porque había algo que le llamaba la atención. Era la ausencia de la mano derecha en la bebe.
     En las ecografías comunes yo veía la mano de Miranda, pero se ve que estaba viendo la otra mano, veía solo un lado de ella- cuenta Verónica recordando aquella tarde.
Lo que le ocurrió a Miranda es lo que la medicina llama el Síndrome de las Bridas Amnióticas. La bolsa sufre fisuras naturales y larga una especie de hilos, llamados bridas, que estrangulan algún miembro del bebé cuando se está gestando. En el caso de Miranda, el estrangulamiento fue en la parte del antebrazo y de la mano derecha.

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Cuando el reloj marcaba las siete de una cálida tarde de marzo, llegó Miranda en La Feliz. Nació por cesárea a pedido de su mamá Verónica. La noticia de la ecografía había resultado un poco traumática para ella, pero Miranda trajo la tranquilidad.
Una terapista le indicó a Verónica ejercicios para que hiciera con la bebé. Le marcó el uso de una venda elástica y siliconada, que se aplicaba en la punta del muñón. Así tomaría fuerza y tonicidad muscular. Debía preparar el muñón para una futura prótesis. Seis años después, el brazo de Miranda tiene la fuerza necesaria para manejarse en el día a día.

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Desafiante y firme. Así es Miranda. Desde chiquita le gustan las pinturas, los esmaltes de uñas y los labiales. Cuando le regalaron su primera valijita de cosméticos, agarró un esmalte, le sacó la tapita y lo apretó con su antebrazo derecho. Luego puso su mano izquierda sobre la mesa y pasó el pincel uña por uña.
     Se pintaba mejor que yo- admite entre risas Verónica.
Verónica sabía que un día llegaría la pregunta de Miranda sobre la falta de su mano derecha.
     Ma, ¿por qué me yo tengo un solo bracito?- preguntó Miranda con curiosidad.
     Porque naciste así hija- respondió con dulzura Verónica.
     ¿Y por qué nací así?- repreguntó.
     Porque cuando estabas en la panza, la bolsita donde vos estabas adentro, te apretó el bracito y no dejó que creciera la mano.
La respuesta fue suficiente para Miranda.

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Una nota de televisión fue el puntapié para que la prótesis de la mano llegara a Miranda. Hilda, la madrina de Verónica, vio en el noticiero local del Canal 2 la entrega de prótesis de manos que habían hecho Gerónimo y Guillermo Cabrera a Olivia, una niña de Mar del Plata.  Hilda anotó los datos de “Te doy una mano” y se los pasó a su ahijada para que los buscara en Internet. Verónica cortó el teléfono y buscó a Gerónimo en Facebook. Lo encontró. Le mandó solicitud de amistad. Él la aceptó de inmediato. Verónica le contó la historia de Miranda. Para Gerónimo era un desafío porque, en el caso de Olivia, sólo había hecho la mano. Para Miranda tenía que hacer la mano y parte del antebrazo. El reto fue superado con éxito.
Un martes, el avión en el que venía Gerónimo desde Buenos Aires aterrizó en Mar del Plata. El adolescente había viajado solo. Llegó hasta la casa del papá de Verónica. Allí se encontró con Miranda y la familia. La ansiedad de la niña crecía minuto a minuto. Una mezcla de asombro y fascinación se reflejó en su pequeña cara cuando vio llegar a Gerónimo. Fueron a una cafetería del centro marplatense para concretar la entrega de la mano frente a un grupo de medios.
La cafetería se había llenado de periodistas, cámaras y grabadores que buscaban captar el momento de la entrega. La emoción se respiraba en el ambiente a la par del aroma a café. Faltaban solo unos minutos para que arrancara la transmisión del móvil de Canal 8. Miranda quería ir al baño. Verónica la llevó.
     ¿Qué pasa?- preguntó preocupada Verónica.
     ¿Me va a doler la mano?- consultó con inocencia Miranda.
     No, mi amor- le respondió con tranquilidad Verónica.
     Me duele el corazón de la alegría. Estoy muy emocionada- expresó Miranda.
Gerónimo le entregó la prótesis a Miranda. Era violeta media tornasolada. El tiempo se detuvo por un instante. Sus caras plasmaban la emoción. Miranda agarró un juguete con su nueva mano. Abrazó a Gerónimo y sellaron una fuerte amistad. Una amistad que sigue vigente.

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Me gusta Abel Pintos, Luciano Pereyra y Michael Jackson- suele decir Miranda.
Un conocido de la familia le regaló un violín. Verónica consiguió una profesora y así arrancó la aventura de la niña con el instrumento. La profesora le encintaba el arco del violín con cinta de papel en su prótesis. Con su mano izquierda hacía los tonos musicales.
     Quiero tocar el violín pero con la mano que me hiciste se me hace medio difícil- le contó Miranda a Gerónimo.
     ¡Vamos a hacer otra!- le prometió Gerónimo.
El joven Cabrera se sentó frente a la computadora. Investigó sin parar. Las horas pasaban. Gerónimo seguía buscando cómo lograr un diseño que ayudara a la niña con el instrumento. Fue el primero. El primero en inventar adaptadores que permiten usar las prótesis con instrumentos musicales. Violín, guitarra y batería. Esos son los instrumentos con los que funcionan los adaptadores multiuso que diseñó el joven Cabrera. Miranda estaba feliz.
 
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— El momento de las entregas es hermoso- coinciden padre e hijo.
Guillermo y Gerónimo dejan el armado de manos por unos minutos. A modo de recreo, comen unas facturas que hay sobre la mesa. A su alrededor, hay varias cajas con manos listas de todo tipo para ser regaladas. Princesas, superhéroes, de todos colores.
Los Cabrera no aceptan dinero por las manos que entregan. Solo buscan el funcionamiento constante de una cadena de favores, en la que ellos conforman el primer eslabón. Para seguir el proceso, la persona que recibe la mano debe seguir el ciclo con otra acción solidaria. Colaborar en un comedor y donar sangre son algunas de las alternativas. Lo que importa es la acción.
La cadena de favores iniciada por los Cabrera avanza en busca de nuevos eslabones y la unión de mayor cantidad de manos. La solidaridad está en marcha.