La vida continúa

Por Ignacio Luna

El 23 de diciembre Felipe sintió fuertes dolores en el abdomen. Tomó el teléfono y sacó turno con el médico. El 27 ya estaba internado.
Pasó diez días en el Sanatorio Los Arcos por una infección en el peritoneo. Estaba solo, sin familia ni amigos. Lo operaron dos veces y le practicaron un lavaje de órganos. Antes de darle el alta repitieron los análisis de sangre.
Una semana después, recibió un llamado de la clínica. Tenía que ir a buscar el resultado de los estudios. La misma médica que lo había asistido en la internación lo recibió con un sobre en la mano. Lo llevó a una sala privada y se lo entregó. Antes de que él pudiera abrirlo le anunció que tenía VIH. Era seropositivo.
─Escuché eso y no lo podía creer. Lloré y ella, automáticamente, me ofreció asistencia psicológica. ─
Los rostros de todas las mujeres con las que había tenido sexo pasaron por su cabeza. Sintió odio. Tuvo miedo.
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De lejos es fácil reconocerlo, por su manera de caminar con pasos largos, bien largos, y un jopo castaño oscuro que se mueve al compás del viento. Felipe tiene 27 años, es de Colombia, se recibió de diseñador de indumentaria en su ciudad, Bucaramanga, capital del departamento de Santander, y con el título en la mano llegó a la Argentina el 10 de septiembre del 2013. Planeaba perfeccionar sus estudios, pero terminó dedicándose de lleno al trabajo. Fue mesero en un café de Avenida Libertador y encargado de una tienda de ropa en un shopping de Saavedra. A lo largo de estos 5 años, se hizo de amigos que son su “familia” y en quienes puede confiar.
Pero no todo fue color de rosa.
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La mal llamada “peste rosa” comenzó en Estados Unidos en 1981. Fue detectada en los primeros infectados, que padecían de neumonía y sarcoma de Kaposi (manchas rosas en la piel). Una investigación logró determinar que todos esos pacientes tenían algo en común: una carencia de células sanguíneas. Los sistemas inmunológicos estaban en problemas.
El concepto de “peste rosa” comenzó a utilizarse cuando se descubrió que la mayoría de los enfermos eran homosexuales, sumado al sarcoma, un tipo de cáncer. Con el correr del tiempo, esta “peste”, incolora e inodora, se detectó en inmigrantes, pacientes que recibían transfusiones de sangre, heterosexuales, consumidores de drogas inyectables. Tres años después, el VIH fue declarado epidemia.
Nadie conocía las formas de contagio. Los infectados eran marginados, incluso por sus familiares y amigos. Estar enfermo era algo vergonzoso.
─Todavía no le conté ni a mi madre ni a mi padre. ─ Confiesa Felipe. ─ No los quiero preocupar. Además, ellos están en Colombia y yo aquí así que no podrían ayudarme.
35 millones de personas murieron en los últimos 40 años a causa de enfermedades vinculadas al virus, porque el Virus de la Inmunodeficiencia Humana no mata, vuelve a la persona frágil como una hoja de papel, vulnerando las defensas del cuerpo y su entorno social.
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El VIH ataca y destruye las células CD4, un tipo de glóbulos blancos que hacen parte del sistema inmunológico y lucha contra las infecciones. No siempre hay manifestaciones inmediatas de los síntomas. En algunos casos, pasan meses o años antes de notar alguno. Los niños, por ejemplo, infectados durante el embarazo, el parto o la lactancia, son asintomáticos.
El SIDA (síndrome de la inmunodeficiencia adquirida) entra en acción a partir del desgaste provocado por el virus. Es una afección crónica que pone en riesgo la vida de los portadores.
Hoy son 37 millones de infectados a nivel mundial. Cuatro de cada diez personas prefieren no saberlo. El resto opta por la antirretroviral, una pequeña pastilla celeste que “mágicamente” disminuye los daños del virus y permite convivir con él de forma segura.
Hay organismos que ofrecen resistencia a esta terapia. En el cuerpo de Felipe funciona. Para vivir 100 años, debería de tomar 26.645 pastillas.
Gracias a esta medicación, en 5 años la mortalidad descendió un 26% en todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud, 19.7 millones de contagiados tiene acceso a la terapia medicinal.
Una esperanza aún falta concretarse: la cura.
En 2016 se aplicó un nuevo tratamiento a un paciente al que, luego de repetir los exámenes de sangre, no le encontraron rastros del virus. Este año, científicos chinos del Instituto del Sida de la Universidad de Hong Kong anunciaron haber encontrado una cura funcional para el VIH, un anticuerpo que sirva tanto para prevenir el contagio como para erradicarlo del cuerpo, al eliminar celular infectadas.
Este testeo ya fue hecho en ratones y lo que da como resultado es la disminución de la carga viral a niveles indetectables, aunque no deja de ser, por ahora, un experimento.
Los 37 millones esperarán ansiosos.
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Seropositivo. No es una palabra mal escrita.
El estudio de Felipe era eso, una palabra, que significaba que en su sangre había anticuerpos de un agente infeccioso. Era su propio sistema inmunitario el que los generaba. Ser seropositivo significa portar el virus, pero no es sinónimo de estar enfermo.
Tanto portadores como enfermos pueden encontrar atención en la Fundación Huésped. En el pasaje Angel Peluffo, en el barrio porteño de Almagro, dentro de una casona vieja de paredes blancas y puerta de hierro negra, se combate el virus y la ignorancia.
Esta organización sin fin de lucro tiene historia. Se volvió el complemento del Hospital Fernández de la Ciudad de Buenos Aires en 1989, cuando se conocieron los primeros casos de VIH en Argentina. Ocho años después, ya tenían sede.
La Fundación es un espacio donde se avocan de lleno a las tareas de difusión de información, educación, prevención y prestación de servicios a personas que conviven con este enemigo invisible.
Basta levantar el teléfono para que desde el 0800 te ofrezcan una entrevista personalizada con un especialista, ya sea para obtener información o para despejar dudas. Con un pequeño pinchazo en el dedo índice en 15 días se obtienen los resultados. El test es gratuito y confidencial.
A los seropositivos se les brinda asistencia psicológica y a su entorno, también terapia medicinal inicial, que más adelante deberá ser otorgada por la prepaga, obra social u hospital público.
Si una persona es discriminada en su trabajo también levanta el teléfono y la Fundación le ofrece asesoramiento legal. Estos abogados también firman convenios con empresas que, a la hora de incorporar personal, priorizan la capacidad por sobre el prejuicio.
Tienen como misión la promoción de derechos.
Hasta el 13 de abril de 2015 el examen preocupacional para conseguir un trabajo incluía la prueba de VIH. Tras el continuo reclamo de la Fundación y otras organizaciones, el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social dictó la resolución N° 270/15 que impide hacer y reduce la discriminación en ámbitos laborales.
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Ya es julio, y los días de mucho frío abundan.
El refugio de Felipe, ubicado sobre Av. Scalabrini Ortiz, en Villa Crespo, es cálido. Al abrir las cortinas, los rayos del sol evidencian cada imperfección de las paredes blancas. Un escritorio con notebook, una cocina completa y un inmenso baño, conforman su hogar. El silencio es su compañía. No hay intrusos.
Sabe que no necesita contarle al mundo lo que tiene. Que es algo privado, que se lo dirá sólo a quien le tenga confianza. Y entiende que, a partir de la noticia, responde también por el cuidado de los demás. No debe actuar con rencor.
Él lo entiende pero no todas las personas reaccionan de la misma forma. Desconocimiento e irresponsabilidad van de la mano. En España, por ejemplo, el 60% de los nuevos casos de VIH son provocados por pacientes aún no diagnosticados.
─Si no me hubiera tenido que operar, quizás nunca me hubiera enterado de que tenía VIH. Felipe respira profundo, se acomoda el jopo y toma la pastilla azul.