El género no binario



Por Noelia Mendilarzu

Tenía el pelo corto, revoltoso. Los mechones bailaban por todos lados. Se veían libres. A veces el color era azul, otras verde y hasta violeta. La elección dependía de su estado de ánimo, nunca era marrón. Su cuarto estaba lleno de imágenes del universo, de libros donde sumergirse en nuevos mundos. Entre todos los objetos resaltaba una bandera grande, con los colores del arcoíris. Le llenaba el alma de orgullo, la sentía tan suya. Era un recordatorio.

-No soy mujer ni varón.

***
La identidad de género se adquiere, en principio, a través de la socialización temprana en el seno de la familia o grupo primario. Se rodea de una fuerte carga emotiva, ya que el niño y la niña dependen de los adultos que los cuidan. En la niñez los adultos no dan mucho espacio a los niños. Saturan con mensajes que configuran la personalidad: Vestite bien, portáte como una nena, ¿no querés un brillito para pintarte los labios? tomá un crayón, pinta acá. La construcción de la identidad de género es un juego: se interpretan y negocian significados. El camino lleva a niños y niñas hacia los discursos de género disponible y se espera que ellos los sigan, sin mayores
inconvenientes. Sin demasiadas preguntas. 10 años. El pelo largo y fino. Sus amigas eran dos: Olivia y Martina. Sam jugaba y se divertía, le gustaban las barbies, pero también los autitos. Le gustaba correr, también los vestidos. Seguía ciertos estándares. Al nacer un bebé en el hospital, la enfermera dirá a sus padres si es “nena o varón” y en ese instante, alrededor de esas palabras, se construirá un mundo. Una vida. Para su familia, Sam debía jugar a ser mamá con una muñeca, usar pollera, sentarse prolija (sin que se viera la bombacha), gustar de un nene. Tenía que ser lo que los demás querían que fuera.
—Siempre me acuerdo de una vez que fuimos a un almuerzo con los compañeros de trabajo de papá y mi mamá me había vestido con una pollera y botas. Estaba re linda, y yo me puse a jugar al fútbol en el barro con la pollera y las botas. Mi vieja se quería matar.

Sam no quería hacer todo lo que le decían, quizás no sabía por qué, o quizás sí.

—A esa edad el género se muestra en lo estético. En los juegos, las formas de comportarse, de hablar. En ese momento yo pensaba: las dos cosas están copadas entonces ¿por qué no puedo unirlas y hacer mi propia mezcla? O sea, ser yo, sacando lo que me interesa de cada lado ¿Por qué no?

***
La identidad es un proceso que se da de manera subjetiva. Es complejo. Surge de la tensión entre la singularidad del sí mismo y la similitud con los otros, que forman parte del entorno de la persona. El ser y sentir. La primera vez que Sam sintió atracción por una mujer tenía 12 años. Tenía miedo, no sabía qué le estaba pasando, pero no podía guardárselo. Juntó coraje y decidió hablar con Martina, su amiga de la infancia. Estaban sentadas en un banco verde, chiquito, esperando a Olivia. Le temblaban las piernas, las manos le sudaban.

—Martu me pasa algo
—¿Qué pasa?
—¿Qué dirías si te digo que las chicas me parecen lindas?
—Y bueno, mientras sean lindas.

Y todo se calmó.
Martina es alta, araña el metro ochenta y tiene el pelo negro como la noche. Su amistad con Sam, sin embargo, empezó cuando ambas medían un metro (quizás un poco menos). Iban a jardín, salita de tres. Camina con un andar liviano, llena de colores. En su mochila un pin: aborto legal, seguro y gratuito. Milita en el movimiento feminista.

—Siempre tuvo en claro qué sentía con respecto a otras personas y sus atracciones.

Lo que vino después fue la construcción de su identidad, a medida que leía sobre géneros y su posterior etiqueta. Recuerdo que una vez nos preguntó seria: "Chicas, ¿qué es sentirse mujer?"
Sam forma parte del género no-binario, también conocido como genderqueer, que agrupa a todas aquellas personas que no se identifican con lo masculino ni con lo femenino. Entiende que una persona es algo más. Puede manifestarse como un abanico de géneros alejados del binarismo.

***
Los niños, niñas y adolescentes son agentes activos en la construcción de su propia identidad en términos generales y en identidad de género específicamente. Las personas que rompen algunas de las normas del sistema de los géneros sufren sanciones sociales.
Cuando tenía 14 años, la currícula escolar había incorporado la materia de “Construcción de la ciudadanía”. En una de las clases, la profesora destacó la importancia del trato con las parejas y que los jóvenes adolescentes debían ser precavidos, conscientes y cuidarse. Sam se llenó de curiosidad y decidió plantearlo por primera vez en casa de sus padres.

—Má ¿Qué haces si traigo un novio a casa?
—Y… bueno, tendríamos que ver quiénes son los padres, si es un buen chico, si
estudia y cosas así.
—¿Y si traigo una novia?
—Te echo de casa.

Desde ese instante, Sam cerró las puertas a su familia. No hablaba del tema. Reprimían los sentimientos que a veces aparecían. Las discusiones por la adopción y matrimonio igualitario estaban cada vez más presentes en la agenda mediática y las cenas familiares eran una pesadilla. Apretaba los puños hasta que las uñas le quedaban marcadas y dolían.

—No hables, porque te vas a arrepentir.

Con el tiempo Sam no le dio importancia porque, si bien estéticamente se sentía atraída por ambos géneros, no vivía la adolescencia de la misma manera que los demás. Su grupo de amigos era pequeño, en su mayoría hombres. Se sentía mejor con ellos, tenían menos prejuicios. No le gustaba lo que a la mayoría de los adolescentes sí: odiaba salir a bailar, no usaba mucho las redes sociales, ni la música que escuchaban todos. Sam escuchaba Rock nacional, usaba Tumblr, veía series y leía mucho. Todo lo que estaba su alcance.
Cumplió quince: hizo una fiesta, tuvo un vestido y el pelo le llegaba a la cintura.
A los dos meses, rozaba las orejas.

***
El género involucra un conjunto de normas que organizan las relaciones sociales entre las personas a partir de distintas categorías. La construcción de identidades de género hegemónicas coincide con elementos y dimensiones diferenciadoras en la vida social de los individuos donde hay una identidad masculina anclada al trabajo social y la administración de mujer; mientras que
la identidad femenina se encuentra con el trabajo doméstico y la maternidad.
Hoy Sam es panromántica, demisexual, con género no-binario y tiene el pelo azul. “Asexuality, Attraction, and Romantic Orientation” es un artículo que explica que los panrománticos tienden a sentir que el género de su pareja no define su relación. La demisexualidad es la atracción sexual sólo por personas con las que se desarrolló un lazo emocional fuerte y estable previamente. Antes de la formación de ese lazo, la persona demisexual se comporta como asexual y define
como tal.

—El género me lo planteé mucho más adelante. Así, en términos de realmente pensar ¿quién soy? Empecé por el lado de la sexualidad. Después se fue dando esto de decir bueno... si para mi sexualidad no me interesa el género, es como que para mí el género no cuenta. Entonces si el género no cuenta ¿qué género soy yo?

¿Quién es Sam cuando no es lo que los demás esperan?

***
Las prácticas discursivas que construyen el género se asientan en el cuerpo, en las emociones, en las actividades de la vida diaria. La primera experiencia con un varón fue a los 16. Él era de Estados Unidos, hijo de un amigo de sus papás y estaba acá, en Buenos Aires. De a poco, Tomás empezó a salir más con el grupo de amigos de Sam. Tenía que adaptarse a estar en un país distinto, aunque sea por poco tiempo. En una salida al cine, en medio de la película y la oscuridad, le dio un beso. La película siguió.
Su relación fue efímera, como una dulce experiencia. Fueron dos semanas intensas que concluyeron con el regreso a su país. Años más tarde, la primera experiencia con una mujer fue en un boliche. Había salido a bailar. Ella apareció y le dio un beso. Misma sensación: labios, lengua, saliva ¿Por qué la gente lo veía como algo tan distinto si se sentía igual?
Así, la soga comenzó a apretar. Sam estaba entre la espada y la pared: lo que quería ser y lo que el mundo le pedía que fuera. Quería el pelo azul, verde, violeta y corto. Su familia deseaba que lo tuviera marrón, largo y que fuera heterosexual. Olivia quería que fuera libre. Se conocían desde siempre.

—Después de terminar el colegio, Sam se volvió gris. Estaba triste, no se reía. Al
principio no nos dimos cuenta de la situación, hasta que un día nos dijo que no
quería vivir más.

Comenzó la universidad, materias anuales. Viajes largos hasta llegar a cursar. Menos tiempo que pasar con sus amigas, más tiempo para pensar. Fueron meses pesados. La mochila en sus espaldas era gigante. Mamá. Papá. Lo que Sam quiere ser. Lo que otros esperan que sea. Cambios. Responsabilidades. Explosión.

—Me quiero morir

***
El rol del profesional es relevante cuando la persona atraviesa procesos de asunción de una identidad de género disidente, ya que actúa como guía en situaciones traumáticas y puntos críticos de la vida.

—A veces tenía bajones muy fuertes. Lloraba mucho. Me partía el alma verla así.

Ella no quería pelearla más y yo no sabía cómo sostenerla. Por suerte siempre se aferró a nosotras, y nos dejó estar- recuerda Olivia. Convencieron a Sam de ir al psicólogo.

—Olivia, Martina: Sam les pidió que vinieran a la sesión porque tenemos que hablar de ella. Está mal, no encuentra apoyo y quiere realmente salir adelante porque es consciente de todo lo que le pasa. Hay que ayudarla a pelear.

Los papás de Sam hoy toman su mano. La lucha será larga. Sam es fuerte. De a poco los bajones desaparecerán, aunque volverán. Volverá ese pánico que desgarra cada parte del cuerpo y seguirá adelante, porque el capullo siempre evoluciona en mariposa. Tenía el pelo corto, revoltoso. Los mechones bailaban por todos lados. Se veían libres. A veces el color era azul, otras verde y hasta violeta. La elección dependía de su estado de ánimo, nunca era marrón. Su cuarto estaba lleno de imágenes del universo, de libros donde sumergirse en nuevos mundos. Entre todos los objetos resaltaba una bandera grande, con los colores del arcoíris. Le llenaba el alma de orgullo, la sentía tan suya. Era un recordatorio.

-No soy mujer ni varón.

***
La identidad de género se adquiere, en principio, a través de la socialización temprana en el seno de la familia o grupo primario. Se rodea de una fuerte carga emotiva, ya que el niño y la niña dependen de los adultos que los cuidan. En la niñez los adultos no dan mucho espacio a los niños. Saturan con mensajes que configuran la personalidad: Vestite bien, portáte como una nena, ¿no querés un brillito para pintarte los labios? tomá un crayón, pinta acá. La construcción de la identidad de género es un juego: se interpretan y negocian significados. El camino lleva a niños y niñas hacia los discursos de género disponible y se espera que ellos los sigan, sin mayores
inconvenientes. Sin demasiadas preguntas. 10 años. El pelo largo y fino. Sus amigas eran dos: Olivia y Martina. Sam jugaba y se divertía, le gustaban las barbies, pero también los autitos. Le gustaba correr, también los vestidos. Seguía ciertos estándares. Al nacer un bebé en el hospital, la enfermera dirá a sus padres si es “nena o varón” y en ese instante, alrededor de esas palabras, se construirá un mundo. Una vida. Para su familia, Sam debía jugar a ser mamá con una muñeca, usar pollera, sentarse prolija (sin que se viera la bombacha), gustar de un nene. Tenía que ser lo que los demás querían que fuera.
—Siempre me acuerdo de una vez que fuimos a un almuerzo con los compañeros de trabajo de papá y mi mamá me había vestido con una pollera y botas. Estaba re linda, y yo me puse a jugar al fútbol en el barro con la pollera y las botas. Mi vieja se quería matar.

Sam no quería hacer todo lo que le decían, quizás no sabía por qué, o quizás sí.

—A esa edad el género se muestra en lo estético. En los juegos, las formas de comportarse, de hablar. En ese momento yo pensaba: las dos cosas están copadas entonces ¿por qué no puedo unirlas y hacer mi propia mezcla? O sea, ser yo, sacando lo que me interesa de cada lado ¿Por qué no?

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La identidad es un proceso que se da de manera subjetiva. Es complejo. Surge de la tensión entre la singularidad del sí mismo y la similitud con los otros, que forman parte del entorno de la persona. El ser y sentir. La primera vez que Sam sintió atracción por una mujer tenía 12 años. Tenía miedo, no sabía qué le estaba pasando, pero no podía guardárselo. Juntó coraje y decidió hablar con Martina, su amiga de la infancia. Estaban sentadas en un banco verde, chiquito, esperando a Olivia. Le temblaban las piernas, las manos le sudaban.

—Martu me pasa algo
—¿Qué pasa?
—¿Qué dirías si te digo que las chicas me parecen lindas?
—Y bueno, mientras sean lindas.

Y todo se calmó.
Martina es alta, araña el metro ochenta y tiene el pelo negro como la noche. Su amistad con Sam, sin embargo, empezó cuando ambas medían un metro (quizás un poco menos). Iban a jardín, salita de tres. Camina con un andar liviano, llena de colores. En su mochila un pin: aborto legal, seguro y gratuito. Milita en el movimiento feminista.

—Siempre tuvo en claro qué sentía con respecto a otras personas y sus atracciones.

Lo que vino después fue la construcción de su identidad, a medida que leía sobre géneros y su posterior etiqueta. Recuerdo que una vez nos preguntó seria: "Chicas, ¿qué es sentirse mujer?"
Sam forma parte del género no-binario, también conocido como genderqueer, que agrupa a todas aquellas personas que no se identifican con lo masculino ni con lo femenino. Entiende que una persona es algo más. Puede manifestarse como un abanico de géneros alejados del binarismo.

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Los niños, niñas y adolescentes son agentes activos en la construcción de su propia identidad en términos generales y en identidad de género específicamente. Las personas que rompen algunas de las normas del sistema de los géneros sufren sanciones sociales.
Cuando tenía 14 años, la currícula escolar había incorporado la materia de “Construcción de la ciudadanía”. En una de las clases, la profesora destacó la importancia del trato con las parejas y que los jóvenes adolescentes debían ser precavidos, conscientes y cuidarse. Sam se llenó de curiosidad y decidió plantearlo por primera vez en casa de sus padres.

—Má ¿Qué haces si traigo un novio a casa?
—Y… bueno, tendríamos que ver quiénes son los padres, si es un buen chico, si
estudia y cosas así.
—¿Y si traigo una novia?
—Te echo de casa.

Desde ese instante, Sam cerró las puertas a su familia. No hablaba del tema. Reprimían los sentimientos que a veces aparecían. Las discusiones por la adopción y matrimonio igualitario estaban cada vez más presentes en la agenda mediática y las cenas familiares eran una pesadilla. Apretaba los puños hasta que las uñas le quedaban marcadas y dolían.

—No hables, porque te vas a arrepentir.

Con el tiempo Sam no le dio importancia porque, si bien estéticamente se sentía atraída por ambos géneros, no vivía la adolescencia de la misma manera que los demás. Su grupo de amigos era pequeño, en su mayoría hombres. Se sentía mejor con ellos, tenían menos prejuicios. No le gustaba lo que a la mayoría de los adolescentes sí: odiaba salir a bailar, no usaba mucho las redes sociales, ni la música que escuchaban todos. Sam escuchaba Rock nacional, usaba Tumblr, veía series y leía mucho. Todo lo que estaba su alcance.
Cumplió quince: hizo una fiesta, tuvo un vestido y el pelo le llegaba a la cintura.
A los dos meses, rozaba las orejas.

***
El género involucra un conjunto de normas que organizan las relaciones sociales entre las personas a partir de distintas categorías. La construcción de identidades de género hegemónicas coincide con elementos y dimensiones diferenciadoras en la vida social de los individuos donde hay una identidad masculina anclada al trabajo social y la administración de mujer; mientras que
la identidad femenina se encuentra con el trabajo doméstico y la maternidad.
Hoy Sam es panromántica, demisexual, con género no-binario y tiene el pelo azul. “Asexuality, Attraction, and Romantic Orientation” es un artículo que explica que los panrománticos tienden a sentir que el género de su pareja no define su relación. La demisexualidad es la atracción sexual sólo por personas con las que se desarrolló un lazo emocional fuerte y estable previamente. Antes de la formación de ese lazo, la persona demisexual se comporta como asexual y define
como tal.

—El género me lo planteé mucho más adelante. Así, en términos de realmente pensar ¿quién soy? Empecé por el lado de la sexualidad. Después se fue dando esto de decir bueno... si para mi sexualidad no me interesa el género, es como que para mí el género no cuenta. Entonces si el género no cuenta ¿qué género soy yo?

¿Quién es Sam cuando no es lo que los demás esperan?

***
Las prácticas discursivas que construyen el género se asientan en el cuerpo, en las emociones, en las actividades de la vida diaria. La primera experiencia con un varón fue a los 16. Él era de Estados Unidos, hijo de un amigo de sus papás y estaba acá, en Buenos Aires. De a poco, Tomás empezó a salir más con el grupo de amigos de Sam. Tenía que adaptarse a estar en un país distinto, aunque sea por poco tiempo. En una salida al cine, en medio de la película y la oscuridad, le dio un beso. La película siguió.
Su relación fue efímera, como una dulce experiencia. Fueron dos semanas intensas que concluyeron con el regreso a su país. Años más tarde, la primera experiencia con una mujer fue en un boliche. Había salido a bailar. Ella apareció y le dio un beso. Misma sensación: labios, lengua, saliva ¿Por qué la gente lo veía como algo tan distinto si se sentía igual?
Así, la soga comenzó a apretar. Sam estaba entre la espada y la pared: lo que quería ser y lo que el mundo le pedía que fuera. Quería el pelo azul, verde, violeta y corto. Su familia deseaba que lo tuviera marrón, largo y que fuera heterosexual. Olivia quería que fuera libre. Se conocían desde siempre.

—Después de terminar el colegio, Sam se volvió gris. Estaba triste, no se reía. Al
principio no nos dimos cuenta de la situación, hasta que un día nos dijo que no
quería vivir más.

Comenzó la universidad, materias anuales. Viajes largos hasta llegar a cursar. Menos tiempo que pasar con sus amigas, más tiempo para pensar. Fueron meses pesados. La mochila en sus espaldas era gigante. Mamá. Papá. Lo que Sam quiere ser. Lo que otros esperan que sea. Cambios. Responsabilidades. Explosión.

—Me quiero morir

***
El rol del profesional es relevante cuando la persona atraviesa procesos de asunción de una identidad de género disidente, ya que actúa como guía en situaciones traumáticas y puntos críticos de la vida.

—A veces tenía bajones muy fuertes. Lloraba mucho. Me partía el alma verla así.

Ella no quería pelearla más y yo no sabía cómo sostenerla. Por suerte siempre se aferró a nosotras, y nos dejó estar- recuerda Olivia. Convencieron a Sam de ir al psicólogo.

—Olivia, Martina: Sam les pidió que vinieran a la sesión porque tenemos que hablar de ella. Está mal, no encuentra apoyo y quiere realmente salir adelante porque es consciente de todo lo que le pasa. Hay que ayudarla a pelear.
Los papás de Sam hoy toman su mano. La lucha será larga. Sam es fuerte. De a poco los bajones desaparecerán, aunque volverán. Volverá ese pánico que desgarra cada parte del cuerpo y seguirá adelante, porque el capullo siempre evoluciona en mariposa.