Cuando la realidad supera al reality


Por Nicolás López

El sol resplandece y protege del crudo invierno a todo aquel que practica deporte en el Centro Deportivo Municipal de Caseros, más conocido como “CeDeM 1”. Son las 3 de la tarde y a lo lejos se distingue un hombre en bicicleta que, con campera y calzas multicolor, cautiva la mirada de todos. Sucede que la vida de Walter D’Alessandro no pasa inadvertida.

Si hubiera que armar una 'bio' de Walter para Twitter o Instagram no alcanzarían los caracteres: fue nadador, pero un accidente en la pierna le impidió seguir entrenando; devino en hiperobesidad, participó en Cuestión de Peso, bajó 86 kilos; se separó de su mujer, a los 30 se reconoció homosexual, quedó sin trabajo, fue también estrella de un submundo gay y hoy vive con su hijo y su pareja, con quien se dedica a fabricar sungas.

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Para este hombre de 52 años, el CeDeM es la unión de su barrio de toda la vida y su pasión por el deporte, que también es de toda la vida. Solo que un evento desafortunado movió los ejes de su realidad y lo dejó temporalmente distanciado del deporte, y sin trabajo.

—Yo entrenaba y competía para AFALP en pileta, hasta que a los 30 y pico con unos amigos fuimos a Pinamar donde veraneábamos de chicos, nos subimos a nuestra casa del árbol y se vino abajo porque la madera ya estaba toda podrida.

Una astilla clavada en la pierna, que luego se infectó, se convirtió en una úlcera y lo tuvo tres años sin caminar. Una bacteria le estaba comiendo la carne de a poco.

—Pensé en cortarme la pierna, pero eso no fue necesario.

Walter encontró la solución en el lugar menos pensado: una salita ubicada en Villa La Cava. La dermatóloga del lugar le recomendó un parche de piel sintética muy costoso que le reconstituyó la piel. Si bien había logrado ponerle fin a un gran problema, los cambios en su vida recién estaban empezando.

—Me llevó muchos años recuperarme y seguí comiendo lo mismo que cuando entrenaba o más. Me descontrolé y llegué a pesar 190 kilos.

En ese periodo, Walter se divorció tras una serie de episodios violentos con su ex esposa que era paciente psiquiátrica y llegó a amenazarlo con un cuchillo en la garganta. Por esa época, también se reconoció homosexual.

—Un día subió un muchacho al tren y me dijo "que lindo macho". Eso despertó algo en mí, pero pasó mucho tiempo hasta que tomé la decisión. Si a los 18 hubiera sabido que era gay, por mi forma de ser me hubiera importado tres pitos lo que pensaran los demás, no me hubiera casado para taparlo.

Así como existen las subculturas de los rollingas, darks, skaters, o los casi extintos emos, el mundo gay tiene en su interior una muy particular: los osos. Su estética se caracteriza por ser hombres de contextura física muy grande, peludos, masculinos, con barba, y preferentemente musculosos. Están alrededor de todo el mundo y Argentina no es la excepción.

Su pareja de aquel entonces lo introdujo en ese ámbito.

—Yo era Brad Pitt ahí adentro. Puto nuevo, carilindo, todos querían estar conmigo. Era como que cada kilo que engordaba era más lindo.

Walter era el arquetipo del oso y eso lo transformó en un pseudo-rockstar: presencias en boliches gay, notas a radios, desfiles, producciones fotográficas para almanaques y revistas del exterior. Como máxima condecoración, fue elegido Rey Oso de Argentina en 2013 y compitió a nivel internacional, lo que lo llevó a conocer países como España y Estados Unidos.

La fama y la adulación aumentaban junto con cada kilo, porque en ese submundo los kilos equivalen a belleza. Pero los beneficios que cosechaba en el plano social le deterioraron seriamente la salud.

—En el club conocí a quien es mi pareja hoy, y me dijo que no podía seguir así porque me iba a morir. Ahí decidí hacer el casting para Cuestión de Peso.

Rey, actual pareja de Walter, recuerda con cierta angustia el día que marcó un quiebre en la actitud de ambos hacia la hiperobesidad.

—Un día le alcancé las llaves de la moto a la calle y encontré toda la vereda goteada con su transpiración. A mí me encanta que esté gordo, pero a ninguno de los dos le servía que llegue a quedar postrado, por eso empezamos otra vida.

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Un 5 de febrero de 2012 Walter se presentó en la puerta de Endemol junto a muchos otros aspirantes, la mayoría más gordos que él. En una primera instancia no fue seleccionado, pero en diciembre lo llamaron para un casting en vivo junto a otros 20 postulantes y fue elegido. Allí comenzó su historia con el programa, donde no solo le enseñaron a comer, sino a volver a amar al deporte.

—Yo tenía una diferencia con mis compañeros: la mayoría no se conocieron flacos porque fueron gordos desde que nacieron. Pero yo sabía a dónde quería ir, no era una ilusión, no quería ser flaco como tal persona, sino ser flaco como era yo antes.

La producción eligió a Walter por su perfil de gay, con un hijo, y que se volvió gordo, pero ese rótulo le duró medio programa; de inmediato se transformó para la audiencia en el hombre mayor que hacía las cosas bien y enfrentaba a los demás con la retórica de un político, sin insultos.

—Llegué al alta gracias a la clínica de Cormillot, porque si era por la producción me pegaban una patada en el traste 5 meses antes. Yo no les servía porque no hacía quilombo.

Walter entró al reality con 193 kilos y lo abandonó pesando 107. Hace más de 4 años que se mantiene en el mismo peso, pero tiene deseos de bajar aún 10 más.

—Cormillot es un tipo muy sabio porque te habla de igual a igual y te cuenta todo con anécdotas muy sencillas. El que no adelgazaba era porque hacía cagadas, ahí te daban todas las comidas. Es un tratamiento muy caro, no cualquiera lo puede pagar y no todas las obras sociales lo cubren.

Además de los cambios en su rutina, Walter tuvo que aprender a lidiar con la popularidad, ya que su experiencia en producciones de fotos y el reconocimiento en el mundo gay no eran comparables a la exposición en un programa de televisión.

—Entré al programa un miércoles, y el sábado cuando fui al supermercado me tuve que volver porque todos me pedían dietas. El tema de la fama es horrible.

Aun así, nunca desvió la mirada de su objetivo. Por el contrario, muchos de sus compañeros terminaron con causas penales y escándalos en boliches mediáticos por experimentar una vida social que antes les era ajena.

—Ellos no podían ir a boliches como Esperanto y después les pagaban para estar. Eso sí, el lunes se querían matar porque se habían chupado todo y no daban el peso.

El buen ritmo y la constancia lo convirtieron en un ejemplo porque aún con el doble de edad, bajaba de peso y corría el triple que el resto de los concursantes. De esta forma, no solo se empezaron a notar los cambios físicos, sino también psíquicos.

—Me llevó casi 6 meses acostumbrarme a que en una silla entraba, a que entre dos autos estacionados podía pasar de frente y no de perfil. Es un cambio psicológico muy grande, la obesidad parece una tontera y algo estético, pero no es tan sencillo como dejar de comer; lo más fácil es bajar de peso, pero lo más complicado es mantenerse.

A pesar de la poca duración en el aire, la despedida de Walter del programa midió 12 puntos de rating, superando la media de entre 7 y 8 puntos. Además, logró una gran repercusión internacional porque en el último minuto le pidió casamiento a su pareja.
—El caradura me pidió matrimonio al aire y todavía no estaba divorciado.

Reynaldo Barreto, de 47 años, se toma con humor la anécdota, pero reconoce con seriedad que la propuesta quedó en standby, ya que Walter todavía no está divorciado de su ex esposa, quien sufre recaídas cada vez que están por firmar los papeles legales. De todas maneras, ya llevan casi 9 años de convivencia.

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—En el aniversario del Club de Osos vi a alguien que era canoso o rubio teñido. Al toque nos miramos, pero siempre lo veía con un gordo distinto- comenta Walter sobre la noche en que conoció a Rey.

En este tipo de fiestas abundan los “cazadores” -hombres de contextura física delgada- que salen en busca de los “osos”.

—Cuando lo vi entrar al boliche dije "que gordo fanfarrón"- recuerda Rey, entre risas. —Yo estaba hablando con un amigo, nada más, pero él me miraba y pasaba de largo. Siguió así hasta que a las 3 le hice señas y le dije “¿vas a seguir dando vueltas?”.

Desde esa noche empezaron a frecuentarse y con el tiempo, a visitarse cada vez más, ayudados por la simpatía que Rey despertaba en Uriel, el hijo de Walter.

—Cuando empezó a venir Rey a casa era un tipo que me hacía reír, me divertía, hasta que un día mi viejo me preguntó si podía quedarse y le dije que sí- cuenta Uriel D’Alessandro, de 23 años.

—Medio como que me lo imaginaba, pero no me afectó porque él y mamá me criaron con una mente abierta. Le dije que estaba todo bien mientras a mí no me rompan los huevos- dice risueño.

Sin embargo, al poco tiempo del visto bueno a la convivencia con Rey, los cortocircuitos empezaron a aparecer entre los tres.

—Es un tipo muy llevable Rey -detalla Walter- y con el nene se lleva muy bien, cumple las funciones que tiene que cumplir; salvo en el fútbol donde se pegan, se escupen y se putean porque uno es de Boca y el otro de River.

De todas formas, el ambiente de paz que insinúa Walter tenía sus momentos tensos debido a los diferentes temperamentos.

—A los 15 años, Uriel tenía una revolución en la cabeza por la separación de sus padres. Era un insulto vivo. Todo el día gritando y yo no estoy acostumbrado a eso- recuerda Rey.

Afortunadamente, con el tiempo limaron asperezas, inclusive con la madre de Uriel, al punto que hoy en día, al estar ella recuperada, suelen juntarse seguido para comer los cuatro juntos en un clima armonioso.

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En un inesperado regreso ante las cámaras, Walter también participó en el programa de Guido Kaczka por el hombre más peludo, y cuando el conductor le preguntó sobre su trabajo no dudó un segundo: se bajó los pantalones para mostrar las sungas que diseña y fabrica junto a Rey.

—Yo era hiperobeso y no conseguía ropa. Quería algo distinto a los modelos que suele haber para gordos: todas cosas cuadradas, enormes, en marrón, negro o azul, y a mí me gusta vestirme colorido. Así que hace 2 años volé el jardín de invierno de mi casa y puse ahí el taller.

La casa de Walter, como su vida, esconde sorpresas. Nadie se imaginaría que tras una puerta se ocultan tres máquinas textiles y telas de los colores del arco iris. Son cientos de piezas sueltas y desparramadas -algunas a medio terminar-, que pronto se convertirán no solo en sungas, sino también en camperitas, calzas, remeras y pantalones.

Ninguno de los dos sabía de costura, pero aprendieron a manejar las máquinas mediante una serie de cursos ofrecidos por la Municipalidad de Tres de Febrero. De esa forma, lo que empezó como una alternativa para conseguir talles terminó siendo su medio de vida porque ambos estaban sin trabajo.

Además, la aparición en el programa significó un gran impulso para el emprendimiento ya que la producción de Canal 13 les encargó 40 prendas para hacer una competición de sungas, y muchos televidentes solicitaron la suya.

—Al gordo hay que ponerle color, un poco de alegría a todo el mambo del gordo discriminado, si total estás gordo igual. El negro y el azul te esconden dos o tres kilos, pero cuando tenés 40 o 70 kilos de más es imposible.


Son cerca de las 18 en el CeDeM, su segundo hogar, y Walter intenta despedirse rápido, pero a cada paso se topa con alguien que lo saluda o bromea con él. Al fin logra montar su bicicleta y desaparece como un relámpago para llegar a tiempo a la clase de zumba. Otro colorido capítulo de su intensa vida que supera a cualquier reality.