Cuando la realidad supera al reality
El sol
resplandece y protege del crudo invierno a todo aquel que practica deporte en
el Centro Deportivo Municipal de Caseros, más conocido como “CeDeM 1”. Son las
3 de la tarde y a lo lejos se distingue un hombre en bicicleta que, con campera
y calzas multicolor, cautiva la mirada de todos. Sucede que la vida de Walter
D’Alessandro no pasa inadvertida.
Si
hubiera que armar una 'bio' de Walter
para Twitter o Instagram no alcanzarían los caracteres: fue nadador, pero un
accidente en la pierna le impidió seguir entrenando; devino en hiperobesidad,
participó en Cuestión de Peso, bajó 86 kilos; se separó de su mujer, a los 30
se reconoció homosexual, quedó sin trabajo, fue también estrella de un submundo
gay y hoy vive con su hijo y su pareja, con quien se dedica a fabricar sungas.
***
Para
este hombre de 52 años, el CeDeM es la unión de su barrio de toda la vida y su
pasión por el deporte, que también es de toda la vida. Solo que un evento
desafortunado movió los ejes de su realidad y lo dejó temporalmente distanciado
del deporte, y sin trabajo.
—Yo
entrenaba y competía para AFALP en pileta, hasta que a los 30 y pico con unos
amigos fuimos a Pinamar donde veraneábamos de chicos, nos subimos a nuestra
casa del árbol y se vino abajo porque la madera ya estaba toda podrida.
Una
astilla clavada en la pierna, que luego se infectó, se convirtió en una úlcera
y lo tuvo tres años sin caminar. Una bacteria le estaba comiendo la carne de a
poco.
—Pensé
en cortarme la pierna, pero eso no fue necesario.
Walter
encontró la solución en el lugar menos pensado: una salita ubicada en Villa La
Cava. La dermatóloga del lugar le recomendó un parche de piel sintética muy
costoso que le reconstituyó la piel. Si bien había logrado ponerle fin a un gran
problema, los cambios en su vida recién estaban empezando.
—Me
llevó muchos años recuperarme y seguí comiendo lo mismo que cuando entrenaba o
más. Me descontrolé y llegué a pesar 190 kilos.
En ese
periodo, Walter se divorció tras una serie de episodios violentos con su ex
esposa que era paciente psiquiátrica y llegó a amenazarlo con un cuchillo en la
garganta. Por esa época, también se reconoció homosexual.
—Un
día subió un muchacho al tren y me dijo "que lindo macho". Eso
despertó algo en mí, pero pasó mucho tiempo hasta que tomé la decisión. Si a
los 18 hubiera sabido que era gay, por mi forma de ser me hubiera importado
tres pitos lo que pensaran los demás, no me hubiera casado para taparlo.
Así
como existen las subculturas de los rollingas,
darks, skaters, o los casi extintos emos,
el mundo gay tiene en su interior una muy particular: los osos. Su estética se
caracteriza por ser hombres de contextura física muy grande, peludos,
masculinos, con barba, y preferentemente musculosos. Están alrededor de todo el
mundo y Argentina no es la excepción.
Su
pareja de aquel entonces lo introdujo en ese ámbito.
—Yo
era Brad Pitt ahí adentro. Puto nuevo, carilindo, todos querían estar conmigo.
Era como que cada kilo que engordaba era más lindo.
Walter
era el arquetipo del oso y eso lo transformó en un pseudo-rockstar: presencias
en boliches gay, notas a radios, desfiles, producciones fotográficas para
almanaques y revistas del exterior. Como máxima condecoración, fue elegido Rey
Oso de Argentina en 2013 y compitió a nivel internacional, lo que lo llevó a
conocer países como España y Estados Unidos.
La
fama y la adulación aumentaban junto con cada kilo, porque en ese submundo los
kilos equivalen a belleza. Pero los beneficios que cosechaba en el plano social
le deterioraron seriamente la salud.
—En el
club conocí a quien es mi pareja hoy, y me dijo que no podía seguir así porque
me iba a morir. Ahí decidí hacer el casting para Cuestión de Peso.
Rey,
actual pareja de Walter, recuerda con cierta angustia el día que marcó un
quiebre en la actitud de ambos hacia la hiperobesidad.
—Un
día le alcancé las llaves de la moto a la calle y encontré toda la vereda
goteada con su transpiración. A mí me encanta que esté gordo, pero a ninguno de
los dos le servía que llegue a quedar postrado, por eso empezamos otra vida.
***
Un 5
de febrero de 2012 Walter se presentó en la puerta de Endemol junto a muchos
otros aspirantes, la mayoría más gordos que él. En una primera instancia no fue
seleccionado, pero en diciembre lo llamaron para un casting en vivo junto a
otros 20 postulantes y fue elegido. Allí comenzó su historia con el programa,
donde no solo le enseñaron a comer, sino a volver a amar al deporte.
—Yo
tenía una diferencia con mis compañeros: la mayoría no se conocieron flacos
porque fueron gordos desde que nacieron. Pero yo sabía a dónde quería ir, no
era una ilusión, no quería ser flaco como tal persona, sino ser flaco como era
yo antes.
La
producción eligió a Walter por su perfil de gay, con un hijo, y que se volvió
gordo, pero ese rótulo le duró medio programa; de inmediato se transformó para
la audiencia en el hombre mayor que hacía las cosas bien y enfrentaba a los
demás con la retórica de un político, sin insultos.
—Llegué
al alta gracias a la clínica de Cormillot, porque si era por la producción me
pegaban una patada en el traste 5 meses antes. Yo no les servía porque no hacía
quilombo.
Walter
entró al reality con 193 kilos y lo abandonó pesando 107. Hace más de 4 años
que se mantiene en el mismo peso, pero tiene deseos de bajar aún 10 más.
—Cormillot
es un tipo muy sabio porque te habla de igual a igual y te cuenta todo con
anécdotas muy sencillas. El que no adelgazaba era porque hacía cagadas, ahí te
daban todas las comidas. Es un tratamiento muy caro, no cualquiera lo puede pagar
y no todas las obras sociales lo cubren.
Además
de los cambios en su rutina, Walter tuvo que aprender a lidiar con la
popularidad, ya que su experiencia en producciones de fotos y el reconocimiento
en el mundo gay no eran comparables a la exposición en un programa de
televisión.
—Entré
al programa un miércoles, y el sábado cuando fui al supermercado me tuve que
volver porque todos me pedían dietas. El tema de la fama es horrible.
Aun
así, nunca desvió la mirada de su objetivo. Por el contrario, muchos de sus
compañeros terminaron con causas penales y escándalos en boliches mediáticos
por experimentar una vida social que antes les era ajena.
—Ellos
no podían ir a boliches como Esperanto y después les pagaban para estar. Eso
sí, el lunes se querían matar porque se habían chupado todo y no daban el peso.
El
buen ritmo y la constancia lo convirtieron en un ejemplo porque aún con el
doble de edad, bajaba de peso y corría el triple que el resto de los
concursantes. De esta forma, no solo se empezaron a notar los cambios físicos,
sino también psíquicos.
—Me
llevó casi 6 meses acostumbrarme a que en una silla entraba, a que entre dos
autos estacionados podía pasar de frente y no de perfil. Es un cambio
psicológico muy grande, la obesidad parece una tontera y algo estético, pero no
es tan sencillo como dejar de comer; lo más fácil es bajar de peso, pero lo más
complicado es mantenerse.
A
pesar de la poca duración en el aire, la despedida de Walter del programa midió
12 puntos de rating, superando la media de entre 7 y 8 puntos. Además, logró
una gran repercusión internacional porque en el último minuto le pidió
casamiento a su pareja.
—El
caradura me pidió matrimonio al aire y todavía no estaba divorciado.
Reynaldo
Barreto, de 47 años, se toma con humor la anécdota, pero reconoce con seriedad
que la propuesta quedó en standby, ya
que Walter todavía no está divorciado de su ex esposa, quien sufre recaídas
cada vez que están por firmar los papeles legales. De todas maneras, ya llevan
casi 9 años de convivencia.
***
—En el
aniversario del Club de Osos vi a alguien que era canoso o rubio teñido. Al
toque nos miramos, pero siempre lo veía con un gordo distinto- comenta Walter
sobre la noche en que conoció a Rey.
En
este tipo de fiestas abundan los “cazadores” -hombres de contextura física
delgada- que salen en busca de los “osos”.
—Cuando
lo vi entrar al boliche dije "que gordo fanfarrón"- recuerda Rey,
entre risas. —Yo estaba hablando con un amigo, nada más, pero él me miraba y
pasaba de largo. Siguió así hasta que a las 3 le hice señas y le dije “¿vas a
seguir dando vueltas?”.
Desde
esa noche empezaron a frecuentarse y con el tiempo, a visitarse cada vez más,
ayudados por la simpatía que Rey despertaba en Uriel, el hijo de Walter.
—Cuando
empezó a venir Rey a casa era un tipo que me hacía reír, me divertía, hasta que
un día mi viejo me preguntó si podía quedarse y le dije que sí- cuenta Uriel
D’Alessandro, de 23 años.
—Medio
como que me lo imaginaba, pero no me afectó porque él y mamá me criaron con una
mente abierta. Le dije que estaba todo bien mientras a mí no me rompan los huevos-
dice risueño.
Sin
embargo, al poco tiempo del visto bueno a la convivencia con Rey, los
cortocircuitos empezaron a aparecer entre los tres.
—Es un
tipo muy llevable Rey -detalla Walter- y con el nene se lleva muy bien, cumple las
funciones que tiene que cumplir; salvo en el fútbol donde se pegan, se escupen
y se putean porque uno es de Boca y el otro de River.
De
todas formas, el ambiente de paz que insinúa Walter tenía sus momentos tensos
debido a los diferentes temperamentos.
—A los
15 años, Uriel tenía una revolución en la cabeza por la separación de sus
padres. Era un insulto vivo. Todo el día gritando y yo no estoy acostumbrado a
eso- recuerda Rey.
Afortunadamente,
con el tiempo limaron asperezas, inclusive con la madre de Uriel, al punto que
hoy en día, al estar ella recuperada, suelen juntarse seguido para comer los
cuatro juntos en un clima armonioso.
***
En un
inesperado regreso ante las cámaras, Walter también participó en el programa de
Guido Kaczka por el hombre más peludo, y cuando el conductor le preguntó sobre
su trabajo no dudó un segundo: se bajó los pantalones para mostrar las sungas
que diseña y fabrica junto a Rey.
—Yo
era hiperobeso y no conseguía ropa. Quería algo distinto a los modelos que
suele haber para gordos: todas cosas cuadradas, enormes, en marrón, negro o
azul, y a mí me gusta vestirme colorido. Así que hace 2 años volé el jardín de
invierno de mi casa y puse ahí el taller.
La
casa de Walter, como su vida, esconde sorpresas. Nadie se imaginaría que tras
una puerta se ocultan tres máquinas textiles y telas de los colores del arco
iris. Son cientos de piezas sueltas y desparramadas -algunas a medio terminar-,
que pronto se convertirán no solo en sungas, sino también en camperitas,
calzas, remeras y pantalones.
Ninguno
de los dos sabía de costura, pero aprendieron a manejar las máquinas mediante
una serie de cursos ofrecidos por la Municipalidad de Tres de Febrero. De esa
forma, lo que empezó como una alternativa para conseguir talles terminó siendo
su medio de vida porque ambos estaban sin trabajo.
Además,
la aparición en el programa significó un gran impulso para el emprendimiento ya
que la producción de Canal 13 les encargó 40 prendas para hacer una competición
de sungas, y muchos televidentes solicitaron la suya.
—Al
gordo hay que ponerle color, un poco de alegría a todo el mambo del gordo discriminado,
si total estás gordo igual. El negro y el azul te esconden dos o tres kilos,
pero cuando tenés 40 o 70 kilos de más es imposible.
Son
cerca de las 18 en el CeDeM, su segundo hogar, y Walter intenta despedirse rápido,
pero a cada paso se topa con alguien que lo saluda o bromea con él. Al fin logra
montar su bicicleta y desaparece como un relámpago para llegar a tiempo a la
clase de zumba. Otro colorido capítulo de su intensa vida que supera a
cualquier reality.