Especímenes - El periodista deportivo de "la nueva escuela"

(Año IX Número IX - 2009)
En la década de los '90 comenzó a surgir, por todos los medios de comunicación, una nueva era de periodistas deportivos. Como consecuencia de que el deporte más popular en la Argentina es el fútbol, el espacio dedicado a esa actividad, ya sea en radio, televisión o en los diarios (ni hablar de Internet), es ampliamente superior a la de cualquier otra disciplina. Con este escenario es que fueron surgiendo las “escuelas de periodismo deportivo”. La ecuación podría entusiasmar a cualquiera: tres o cuatro años de estudio y una salida laboral. Eso sí, previo pago de una jugosa cuota mensual.
Por Federico Campos


Se suele decir que todo periodista debería tomar distancia de los protagonistas para no ser influido por sus intereses, y así tener una mirada lo más neutral posible. Sin embargo, esta clase de periodistas aggiornados tiene una particular manera de ejercer la profesión.

Por ejemplo, dicen a los cuatro vientos “yo soy menottista o bilardista”, sin que les tiemble el pulso, a pesar de que es lo mismo que si alguien que se dedica a informar sobre política dijera “yo soy kirchnerista o menemista”. Si hiciera algo por el estilo, perdería total credibilidad. Pero la “raza” que se dedica específicamente al fútbol es inimputable y se le perdonan hasta los errores más garrafales. Son amigos de los futbolistas, de quienes luego deberán analizar su rendimiento en la cancha o si merecen o no ir al mundial Sudáfrica 2010. Además, tienen amigos técnicos, amigos dirigentes de clubes, amigos en la AFA, etc.

Hay decenas de programas dedicados al deporte (siempre, con un 90 por ciento de fútbol), pero solo un pequeño porcentaje se dedica a analizar el juego en sí o los rendimientos individuales. En general, pasan la mayor parte del tiempo debatiendo sobre las peleas en los planteles, si Fulano no le pasa la pelota a Mengano por problemas de cartel o si tal jugador es buen o mal compañero. Realizan extensísimas crónicas cuando hay internas en un club grande, como si en los medios no existieran los celos, las envidias y las rispideces entre los compañeros de trabajo. Dedican un gran espacio a especular sobre lo que gana determinado jugador o director técnico, pero jamás aceptarían que alguien develara el sueldo que ellos mismos cobran. Muchas veces, también se los puede escuchar decretando que un futbolista “está robando” (que en la jerga significa que debería dejar el fútbol), o bien, pidiendo lisa y llanamente la renuncia de un técnico, porque “su ciclo está agotado”. Jueces, fiscales y periodistas, todo a la vez.

Otra gran especialidad es la de expertos en estadísticas insignificantes. Ejemplos sobran: “Palermo convirtió el gol 500 en la historia de los superclásicos”; “Delgado convirtió el gol 7 mil de la historia de la Copa Libertadores”; “Boca nunca pudo ganar como visitante cuando lo dirigió tal arbitro”. Algo así como decir: “El último acto de Cristina Fernández en González Catán fue el número 35 de un presidente en esa localidad”, o “Cristina utilizó 3 mil palabras en su último discurso”.
Al fin y al cabo, todas estas “virtudes” fueron aprendidas en las emblemáticas academias de periodismo deportivo que abundan en la actualidad. Y que, como se ve, vienen haciendo escuela.