Y siguen siendo machos



(Año XIV Número XIV - 2014)

Cuántas formas hay de ser varón? Un grupo de varones de Haedo busca respuestas.
por Florencia Castro

Fuente: Colectivo Varones Floreciendo

Al principio ríen, conversan, y aclaran las reglas del juego. Más tarde, inmersos en incertidumbres, su piel sudorosa, traidora, los delatará.
Es tiempo. Sus miradas están muy cerca y las cartas ya están echadas.
El silencio parece invadirlos y sus ojos están vidriosos, como a punto de estallar en llanto. Como si escondiesen algo que tienen prohibido decir.
Inquietos, ahora desean gritarlo todo. Todo eso que los oprime. Todo eso que les da privilegios. Todo eso que los hace machos, bien machos, pero que en algún punto les molesta. Al menos hoy. Ahora.
Cuando lo que se siente en el aire y se lee en sus cuerpos es un “No quiero” al Patriarcado.
Lo gritan nuevos varones, los  Varones Floreciendo.

***

Se había escuchado por ahí, de la voz de una periodista feminista, sobre la existencia de varones distintos. Al menos distintos a esos que cualquiera acostumbra a tratar. En un colectivo, sentados, ocupando los asientos con las piernas abiertas a sus anchas. En la calle, subidos a un auto, a los bocinazos, mandando a una mujer a lavar los platos. O en la silla de la casa, al terminar de comer, con cierta pereza, de esa que jamás los deja levantar ni un vaso.
Al parecer, es cierto. Existen y  quieren cambiar. O al menos lo piensan.
_Las personas somos parte de la naturaleza y también tenemos que florecer, en el sentido de poder mostrarnos como somos. Nosotros, como varones, somos como una planta que no florece nunca; muy cerrada, muy hermética, muy reprimida-.
Varones Floreciendo surgió a fines de 2010, en la organización social “el Transformador”, zona oeste del conurbano, casi en simultáneo con otros colectivos antipatriarcales como el de La Plata, o el de la Ciudad de Buenos Aires. El grupo se compone de varones diversos que se cuestionan a sí mismos, e intentan deconstruir sus masculinidades, esas que los hace ser “normales”. O como quién diría, machos.
Aquel principio de año en el “Transfo”, un grupo de mujeres, comprometidas y organizadas,  solía juntarse a dialogar, a compartir experiencias con otras. El objetivo fue siempre el mismo: problematizar las relaciones patriarcales. Entre esas mujeres, estos varones, curiosos, las acompañaban. Ellos formaban parte de la organización social que les dio espacio, participando en actividades culturales, debates, e incluso en los encuentros nacionales o regionales de mujeres.
 Hoy, ellas forman la Colectiva Feminista “La Rabiosa”. Ayer, fueron el puntapié inicial para que los varones vivan en carne propia la lucha contra el sistema que los espanta.
-Les pedimos que nos dejen entrar, y nos dejaron. Y después, ahí mismo fue el proceso de empezar a pensar  cómo compartirlo con muchos más varones-.
Diego” es uno de ellos. Con mate en mano, en voz alta y gruesa admite ser uno de los Varones Floreciendo, junto a otros nueve varones. Se asoma, con rulos y una barba que cubre la mayor parte de su cara. Se lo ve gigante, por un pasillo de la casona; esa reliquia del siglo XX que se destaca entre edificios modernos y autos de último modelo. Está ahí, en una esquina de Haedo, a dos cuadras de la estación del Ferrocarril Sarmiento. Ahí, donde empezó todo.
Ahí juegan, se abrazan, se conocen, y descubren que el sistema patriarcal los pone por sobre la mujer; el sexo débil. Un sistema en el cual son testigos de un contexto sexista que golpea – simbólica y físicamente-, viola, e incluso mata. Como muchos otros, ellos buscan hacer visible ese lado oscuro de la masculinidad que socialmente hace menos macho a los machos.  Y así,Diego lo asume:
_Poniendo un poco más el cuerpo para encontrarse de otra manera.
Hoy, sus voces se hacen eco en Tucumán, Santa fe, Mendoza y Neuquén. Y todos adhieren a una misma consigna: la igualdad de género. Como alguna vez, por primera vez, lo hicieron las mujeres. Porque la lucha que ayer era solo de ellas, ahora también les pertenece. 

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El sonido grave de los bombos parece quebrarse ante los cantos en rima de las casi 500 voces femeninas. El día de la No violencia contra la Mujer, conmemorado cada 25 de noviembre, las reúne una vez más. Pero esta vez no están solas. Entre pancartas y largas banderas de denuncia, aquel 2009, asoman zapatillas enormes, piernas peludas, y polleras, tapando las rodillas. Son varones platenses; los primeros argentinos en destaparse. Cinco hombres que, hartos de ser quienes deben llevar los pantalones, adaptaron su vestimenta y su lucha.
Así de perturbadores, así de transgresores, dijeron presente algunos hombres convulsionados en los años ’70, décadas después de la irrupción de movimientos feministas en los debates sociales con sus proclamas; la igualdad jurídica, y derechos políticos, presentes ya desde la revolución francesa.
Los estadounidenses serían  los primeros hombres en reunirse  para reflexionar acerca de los papeles tradicionales que se les han asignado durante siglos. Se destacaría más tarde en Londres, “Men for Men”. Luego el grupo “Achilles Heel”, con una revista de política sexual, que los ubicaba como víctimas a ellos también. Los hombres necesitaban pensar acerca del poder, la paternidad, la violencia, las relaciones sexuales y sentimentales. Por eso se rebelaron. Principalmente, lo hicieron contra la idea de no poder establecer relaciones expresivas con otros varones. Porque eso no los haría sentirse poco hombres.
La tierra española hoy encabeza la lucha a través de encuentros y campañas contra la violencia que sufren sus pares femeninas, con AHIGE o Heterodoxia, por ejemplo. De manera similar, en todo Latinoamérica, pueden oírse esas voces en contra de la desigualdad de género. A través de la organización continental  OMLEM, o en cada país, de manera particular; GENDES (en México), Colectivo Magenta (Perú), Kolectivo Poroto (Chile), entre otros.
Diego asegura que Argentina también se sumó a la consigna, en busca de la erradicación- incluso- de los actos violentos ínfimos de la vida diaria denominados “micro machismos”. Se trata de pequeñas acciones que legitiman los casos extremos de violencia actuales que en nuestro país mata 300 mujeres por año.


_Hay mucha violencia y no es un juegoNosotros no somos asesinos de mujeres pero esa misma energía también nos habita… Que un varón pueda gritar una obscenidad en la calle, que uno dice que no pasa nada. Ese hecho está totalmente encadenado a un chabón que le pega diez tiros a su mujer…

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Ya medio centenar de hombres pasó por el colectivo, a través talleres exclusivos, como el primer Encuentro Nacional de Varones Antipatriarcales, en una jornada de tres días, donde los del oeste fueron los anfitriones.
Aquella tarde soleada del 2012 quedó retratada así: las vías del Sarmiento en primer plano, atrás un grupo de unos treinta varones y, al fondo, sobre la pared de la estación, dibujos y las siguientes frases: “Yo también tengo un amigo hetero”, “lo personal es político, lo político es colectivo”, “aborto legal ya”, “basta de femicidios”, y “sin clientes, no hay trata”.
Desde ese día les quedó claro que ser mujer, aún hoy, sigue siendo difícil. Así como también lo es estar en el cuerpo de un hombre. Ocupar el rol de hijo en un mundo machista, tampoco pareciera ser lo más cómodo. Y Diego lo empezó a entender desde que fue padre y abrió sus ojos a maneras diferentes de vincularse.
Contra el sentido común, él es quien en este momento tiene a cargo a una de sus hijas. A quién no tendría problema en cocinar, lavar y planchar la ropa, o tender su cama. Sin pudor, admite que su paternidad lo motivó a formar parte de la organización.
Ahora se siente más cercano, más sensible, con más escucha para con él, su rol y en relación a su propio padre. Una persona que muchas veces sintió casi como un desconocido. Porque según  Diego, en general, de niños, uno pasa la mayor parte del día con la madre. Ella nos levanta a la mañana, nos lleva a la escuela. Y luego, mientras hace las tareas del hogar, también cocina. Hasta que llega el macho.


Diego, como el resto del colectivo, quiere deconstruir esa estructura patriarcal familiar que impone al varón ser proveedor de dinero, de cosas materiales, y tan poco (o casi nada) de afecto. 
Son las siete de la tarde de un viernes en un aula de la Universidad Nacional de La Matanza. Diego y otro compañero toman mate, sentados como dos alumnos más, y esperan la charla que los convoca.
 Un video de dibujos animados titulado “¿sueño imposible?” muestra una escena de igualdad de género y arranca risas entre el público: un nutrido grupo de alumnas y solo cuatro varones. Diego hace la presentación de cortesía, de esas que anuncian quiénes son y por qué están ahí.
Mate que va, mate que viene, y el aire se vuelve tenso. Las mujeres parecen conmovidas con estos varones diferentes. Los escuchan, les hacen preguntas y muestran cierta admiración ante una cruzada que los une. Pero el único varón que se atreve a dialogar, parece algo incómodo ante sus pares y los interpela.
_Tengo una percepción, como que ustedes se están autocriticando todos los actos que hacen como “varones”. ‘Tengo que criticarme porque soy varón’. No se terminan de realizar como personas o se sienten culpables de haber nacido varón…


_Está bueno lo que decís. Si vos lo percibís, te debe estar pasando. Yo me siento bárbaro- Retruca Diego, ante una breve discusión que parece una de esas riñas que se dan por fútbol, política o una mujer.
El diálogo se retoma, y las risas rápidamente diluyen el clima tenso. Quizás había sido un mal entendido. O quizás ese varón, desde afuera, no lograba comprender algo que para los Varones Floreciendo está en el aire.
***

De pie, dispersos en el espacio, toman en sus manos vendas de tela,  y cubren sus ojos  hasta que solo uno de ellos queda con la vista al descubierto (Ese último será quien guíe la actividad).

Lentamente, empiezan a caminar sin rumbo definitivo. Cuando el coordinador lo sugiere, cada uno comienza a detener el paso y buscar un compañero. Entonces se encuentran, al tacto, como si no tuviesen otro sentido despierto. Se tocan. Se conocen, cada uno a su manera.
Pasa un rato, minutos, y a veces casi una hora. Se alejan y vuelven a perderse. Otra vez, caminarán sin destino fijo, hasta que la orden sea hallarse de nuevo. Con la única información que puede haberles quedado marcada en la piel.
_Después, lo que pasa ahí, le pasa a cada uno…
Así, distintos, pero sensibles al fin. Así, con ejercicios como ese, de contacto mínimo, u otros más corporales, como abrazarse sin un sentido lógico (o patriarcalmente normal) siguen siendo varones. Y siguen siendo machos.