Navegando por la Deep Web



(Año XIII Número XIII - 2013)

La Internet de todos los días es tan sólo el 20 % de la realidad que hay en la web, la punta del iceberg. El resto es lo oculto, donde se puede desde comprar armas, drogas y pornografía infantil, hasta contratar un sicario. Diario de una experiencia que muestra cómo es la cara de la red que no conocemos. El paraíso de lo prohibido.



Por Jonathan Víctor Agüero Cajal


DÍA 1

Descubrí la Deep Web gracias a un amigo que encontró en internet posteos, páginas y blogs hablando sobre el tema. Nos apasionamos. Descubrimos un mundo prohibido, con la peor calaña del ser humano. Comencé a entrar en foros, recopilar relatos de bloogers, y fui informándome. Aprendí que la Internet profunda, invisible o Dark Net era todo aquel contenido que no podía ser rastreado por los buscadores tradicionales de Internet. Páginas a las cuales no se podía ingresar de forma sencilla porque eran privadas, estaban protegidas con contraseña o su formato no era el convencional.

Pero no sólo había contenido fuerte en “las profundidades”, también lo había en la web tradicional. Como por ejemplo un sitio llamado 4chan, donde se podía encontrar cualquier tipo de imágenes que no se encontraban en Google, como pornografía de todas las categorías. Me enteré que existían páginas de canibalismo, necrofilia y automutilación. En ese momento, me sucedieron dos situaciones horribles: una de ellas fue entrar a una página con supuesto contenido de oscurantismo. Me apareció un cartel en inglés que decía “usted acaba de realizar una búsqueda con contenido de pedofilia. Tenemos su IP (y estaban mostrando mi IP exacta). Nosotros trabajamos con una ONG en contra de la pedofilia”. Se me paró el corazón. Pensé en mi vieja, en mi viejo, cómo explicarles en lo que me había metido. Me pasé todo el día investigando si lo que había hecho era algo realmente malo, si de verdad tenían mi IP e iban a investigarme o buscarme, cuando en realidad no quise buscar pedofilia. Finalmente, descubrí que solo fue una broma falsa. Me sentí aliviado.

El segundo momento más desagradable sucedió al recibir un video más que terrible. No pude resistir verlo completo. Es más, ahora mismo se me hizo un nudo al escribir esto. Lo único que voy a decir es violación y bebé.

Esta tarde, salí a la calle a caminar un poco para despejar la mente. Antes, tomé un libro de Friedrich Nietzsche y leí una cita que me dejó pensando:

“Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti”.
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DIA 2

Era hora de entrar a la Deep Web. Ya no podía quedarme de brazos cruzados después de todo lo que había visto en Google, blogs y demás. Como no tenía la seguridad suficiente para proteger mi computadora, ni la noción exacta de hasta qué punto el FBI podía venir a buscarme, empecé a investigar distintos métodos de seguridad para entrar de forma anónima. Necesitaba informarme o mejor dicho, entrenarme.

Ezequiel Sallis, perteneciente al área de investigaciones telemáticas de la Policía Metropolitana, era un especialista en el tema. Había conseguido su mail días atrás. Le dejé un mensaje y pactamos una entrevista en la que me contó qué era la Deep Web:

–Es esa parte de Internet que no puede ser accedida mediante la búsqueda habitual. Es todo aquel link al que no se puede entrar fácilmente. Son sitios que alguien oculta a propósito.

En el buscador de Google encontré varias páginas explicando conceptos, como el de la punta de un iceberg: en la cima se encuentra el Internet de todos los días: mail, redes sociales, reproductores de videos. Pero debajo, en las profundidades de ese océano, existe una Internet invisible. A la que no podemos entrar porque los buscadores tradicionales no pueden acceder. El problema era que dentro de esa Internet se podía encontrar contenidos muy oscuros relacionados a la pedofilia, asesinatos y violaciones. También se podía comprar desde drogas, armas, órganos, documentos secretos de gobiernos y libros censurados, hasta personas y sicarios. El morbo del ser humano en un solo lugar.

Sallis me aconsejó instalar un programa llamado TOR para entrar a la Deep Web. Era gratis y proporcionaba “anonimato” a una computadora. Un explorador para navegar de forma segura e ingresar a páginas que forman parte de esta web invisible. ¿Y por qué necesitaba entrar de forma anónima? Al existir tanto material prohibido e ilegal en la Deep Web se corre el mito de que “el FBI te puede capturar” o “un hacker podrá robarte tus datos”.

–TOR no representa un riesgo ni un delito en sí para usarlo. En el Internet común también hay muchísimas cosas ilícitas y prohibidas– Me explicó Sallis y también aclaró otras dos cuestiones fundamentales: las páginas que se navegan desde el TOR se conocen como sitios .ONION –cebolla en inglés, por las capas que tiene la internet profunda–; y otra opción segura para entrar a la Deep era bajarse un sistema operativo –como el Windows que utilizamos a diario- llamado TAILS.

–Tails es la versión en sistema operativo con “TOR incluido”. La podés iniciar desde una USB. Lo inicia sobre la misma memoria RAM. Para usarlo, se necesita tener prendida la computadora. Una vez que se apaga se borra todo– agregó.

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DÍA 3

Me levanté temprano con unas enormes ojeras de trasnochar en Internet buscando más información –sumada alguna que otra pesadilla en blanco y negro, un asesino de capucha y rostro desfigurado, ojos en blanco, me cortó el cuello hasta desangrarme – y preparé el desayuno. Encendí la notebook y mientras se enfriaba mi café me conecté a Internet.

Facebook, aunque no parezca, era el lugar ideal para aprender a entrar a la DW. Puse en el buscador de contactos las palabras “Deep Web” y al instante apareció un listado de páginas y grupos. Algunas de estas tenían en la foto de perfil imágenes de muy mal gusto. Me uní a varios grupos cerrados y páginas donde se compartía material filtrado de la web profunda.

Como si fuera lo más normal del mundo –a esa altura creo que perdí una buena parte de sensibilidad humana– ví fotos de accidentes de tránsito, con cadáveres desmembrados. Fetos abortados cocinados en sopas. En un video violaban a una adolescente dormida. Le cortaban la pierna con un serrucho, se despertaba, se daba cuenta donde estaba y comenzaba a gritar. La mataron de un golpe en la cabeza. Todo eso estaba en Facebook y nadie hacía nada. Otro miserable subió fotos de una nena violada. No pude verlas, del asco que me dieron se me retorció el estómago, cerré los ojos y cambié de página.

El café se había enfriado. Por fortuna una de las páginas no necesariamente subía material ilícito sensible a los ojos. Se llamaba Deep Web Página Oficial y era una comunidad en español donde publicaban tutoriales. Busqué a uno de los administradores. Lo agregué y a los pocos minutos me aceptó como su amigo en Facebook. Le pregunté por qué la DW era tan perversa.

–Muy mala fama se le ha dado a la Deep Web con asuntos como la pedofilia y tráfico ilegal, pero también es una herramienta para las personas y periodistas que están en gobiernos autoritarios o represores y quieren difundir sus ideas. La Deep Web ha existido siempre– me explicó. Le pregunté también qué era lo peor que podía encontrar.

–Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas; tienes que estar preparado para ver cualquier cosa. Lo más grotesco tal vez pueden ser los videos de tortura, pero esos los ponen para un fin: hacer programación subliminal de alto impacto “MK-ultra” eso quiere decir que te vas acostumbrando a ver dolor que ya no sentirás nada.

Finalmente me recomendó que si estaba decidido a entrar que no lo hiciera desde mi computadora personal, sino desde una completamente vacía. Que me instalara –al igual que recomendó Ezequiel Saliis– el TAILS. No dar datos personales y no conversar con nadie. ¿Era para tanto?

–NO debes navegar en sitios que puedan meterte en problemas

– Ok, ok. 



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DÍA 4

Tenía dos computadoras, una notebook personal que utilizaba todos los días con mis datos personales. La otra era una PC de escritorio que ya no utilizaba. En un par de horas se convirtió en la “máquina para navegar la Deep Web”.

Comencé formateando la PC de escritorio, le borré todos los datos que había en ella. No dejé ningún rastro. Reinstalé Windows, instalé los programas básicos y nada más. Antes había comprado dos memorias USB nuevas. Instalé el TAILS en una de ellas y en la otra copié un bloc de notas con links .ONION para comenzar a navegar.

Apagué las luces de mi cuarto y cerré bien la puerta con llave. Conecté Internet y la memoria USB con el TAILS instalado. Reinicié la computadora. Estaba preparado para ver lo que sea. Apareció un sistema operativo tipo Windows pero más sencillo. Fondo de pantalla azul, un par de iconos y programas básicos, nada de otro mundo. Me conecté a Internet y comenzó a cargar un icono con el dibujo de una cebolla. La cebolla pasó de color amarillo a verde. Decía ¡conectado a la red TOR! Abrí una especie de navegador de internet y apareció la página principal de TOR. Ya estaba conectado.

La página en la que cualquier novato suele ingresar para comenzar a navegar en la Deep Web es la Hidden Wiki –wiki oculta–. Es como la enciclopedia del mal. No se puede entrar desde Google. Tiene la forma de la wikipedia que conocemos con un listado de sitios y links particulares.

Abrí el block de notas con las direcciones y copié el link de esta Hidden Wiki. Cargó y finalmente apareció la página.

En el listado de esta wikipedia –en inglés– aparecieron secciones de mercado negro para comprar drogas y alucinógenos de todo tipo. Servicios de hackers, clonación de tarjetas de crédito, falsificación de billetes, venta de armas, asesinos y sicarios a sueldo. Un apartado de “erotica” se dividía en “sexo para adultos”, “menores de edad” y “animales”. Páginas dedicadas a la automutilación de penes. Links para ingresar a miles de páginas de pedofilia. Portales de necrofilia, zoofilia y necrozoofilia. Incluso encontré la página de las tan polémicas wikileaks.

Lo logré. Estaba en la Deep Web.

Tenía miedo de abrir cualquier link y encontrarme lo peor. Entré a una de las pocas páginas en español, un foro llamado cebollan chan. Con sólo leer los posteos me dieron ganas de apagar la computadora. Me dolía mucho la cabeza.

“Hola, quiero cogerme a mi hermana de quince, ¡necesito ayuda!”. “xxx servicio de sicariato internacional” “Viendo videos de pedofilia”. “Vendo mujer blanca de 22 años en Argentina, mide 1.67, ojos marrones, pelo castaño, la traje desde Chile con una promesa laboral falsa. Es muy servicial, hace muy buenos petes y casi no grita. Muy sumisa. $220.000 no negociable”.

No quería seguir leyendo más, cargué otra página que copié.

Era otro foro. Como si fuera otra página normal pero con un listado para descargar videos de pornografía bizarra, asesinatos, abortos, experimentos con bebés y violaciones. En los de pornografía aparecían sujetos con máscaras que lastimaban a mujeres obligándolas a hacer cosas escatológicas y repugnantes.

Sentí en el pecho ganas de vomitar. Eran imágenes muy crudas. Dije basta.


UNA SEMANA DESPUES

Pasó una semana y volví a entrar en reiteradas oportunidades, solo que ahora no ingresé a sitios que pudieran herir mi sensibilidad. Ni la policía cayó a mi casa, ni el FBI me capturó por entrar y ver qué había allí. El contenido ilegal sí existe, es real y hace daño verlo. Pero también está el 80% de la información que no conocemos. Confieso que perdí un poco de mi humanidad, de mi sensibilidad al ver lo más atroz del ser humano. Pero gané otra cosa: aprecio mucho más los pequeños y sencillos detalles de la vida cotidiana. Volví a releer la cita de Nietzsche que subrayé con lapicera con una sonrisa.

“Quien con monstruos lucha, cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti”.