Martes rojos

(Año XIII Número XIII - 2013)

Un grupo de hombres y mujeres que nació para apoyar un proyecto contra la oferta sexual callejera, se reúne cada semana para terminar con la trata.


Por Jessica Hammerschlag




Desde que se prohibió el rubro 59, la oferta sexual se mudó a la vía pública y desde entonces las calles de Bs. As. se inundaron de volantes. Los papeles están en todos lados: las paredes, teléfonos públicos, palos de luz, paradas de colectivos, tachos de basura, en los semáforos y en muchas otras partes de la ciudad.


Por el acostumbramiento visual, la gente ya no los registra. Pero, detrás de cada uno de ellos hay una historia de explotación, de miseria, de extorsión y negociados, de servidumbre y esclavitud.
Todos los martes se juntan a la misma hora. No se conocen, pero saben que se auto convocan por algo en común. Saben que todos los martes son rojos. Martes Rojos por el color de las bolsas de residuos patológicos que se usan en los hospitales y que ellos utilizan para la despegatina de carteles de oferta sexual. Así, simbolizan que esas mujeres son usadas como basura.

El punto elegido para la primera acción fue Carlos Pellegrini y Corrientes justo en el centro de la ciudad donde está emplazado el Obelisco. Desde allí se inició la recorrida por la zona céntrica. Con el tiempo, ante la iniciativa de algunos vecinos  que quisieron replicar la acción en sus propios barrios, se conformaron los grupos de Once y Recoleta.

─ Es muy triste darse cuenta que como sociedad nos está sucediendo lo mismo que la fábula del sapo en la olla... nos están cocinando y no nos damos cuenta. 

Gustavo Gavotti, fotógrafo  freelance y enamorado del fotoperiodismo y las Artes Escénicas, es uno de los tantos desconocidos que apoya este tipo de acción. Es alto, corpulento y tiene un arito en una de sus orejas.

Se involucró con la acción siendo parte de otro grupo llamado "Fotógrafos con Causa". Con el registro fotográfico hizo un seguimiento de Martes Rojos.

─ Me involucro desde mi responsabilidad de "ser ciudadano", desde mi pasión por registrar en imágenes y que las mismas tengan un mensaje que trascienda en el tiempo y que el observador de dicha imagen tenga la posibilidad de reflexionar sobre lo observado.

Con su cámara colgada registra cada mano, papel, persona desconocida, las risas  y mucho más. Un ejército de bolsas rojas con manos camina por las calles. No se ven caras sino un grupo de personas a paso firme. Gustavo se pierde entre la gente para rescatar cada momento.

Los encuentros son iguales, pero distintos. Todos los martes concurre gente nueva. Más de 250 activistas pasaron por Martes Rojos. Las recorridas se realizan todas las semanas desde el mismo punto de partida y a la hora prefijada. Todo es establecido por los líderes de cada grupo.

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El asfalto levanta el calor en un día primaveral. Defensores de una causa en común se juntan, se saludan y salen a la recorrida habitual. Son como guerreros entrenados para despegar lo que encuentran a su paso.

Verónica Mariana Boyé integra parte del grupo. Es una mujer flaca, pelo rubio y alta. Gráfica en sus gestos y en el leguaje. Tiene una dosis considerable de humor aunque convive con cicatrices en el alma. Además de su trabajo habitual de niñera, es miembro colaborador en la ONG “Mujeres como vos” desde hace 3 años  y se ocupa de temas de violencia de género. Ella también fue una víctima.
Acompañó en Tucumán a Susana Trimarco en los primeros alegatos por el caso de su hija Marita Verón y cuando el 19 de diciembre del 2012 se leyó la sentencia  absolutoria para todos los acusados. El fundamento básico del fallo fue que los testimonios sobre los que se basaba la acusación no eran creíbles y resultaban contradictorios entre sí.

María de los Ángeles Verón tenía 23 años cuando desapareció. Hija de Susana Trimarco y Daniel Verón, había dejado su casa el 3 de abril de 2002 para dirigirse a una consulta médica, y de acuerdo a la descripción de un testigo habría sido secuestrada por gente que bajó de un auto rojo, por lo que se sospecha que terminó en manos de un grupo de trata.

Una mañana de verano, Verónica junto a cinco compañeras y la presidenta de la ONG, Carolina Barone, empezaron con la acción. Canal 13 las llamo “La brigada antitrata”, pero un día ellas  decidieron bautizarse Martes Rojos.

Verónica decidió involucrase por su experiencia personal y porque considera a la trata otra forma de violencia contra las mujeres.

─ Los prostíbulos existen porque existe la prostitución, pensando que las mujeres nacimos para complacer y satisfacer al hombre. Eso se ignora. Quizás se muestra o entiende menos o es preferible no saberlo y hacerse el oso…

No sólo los martes despega papeles. También cada vez que ve alguno a su paso, cualquier día de su cotidianeidad. 

─  Hay que perder el miedo cuando ese que pega el cartelito te está vigilando y llama a su jefe o te dice: “Hey me estás sacando el trabajo” y poder decirle: “no te saco ningún trabajo, el que perjudica tu vida es la persona que te mandó a hacer esto”.
Su experiencia  la ayudó a crecer y creer que la trata se puede cambiar si todos ponen su granito de arena para poder rescatar a más mujeres.

─  Lo mejor de esto es escuchar en los noticieros: “otra mujer fue rescatada o encontrada”. Y que miles de personas ya comenzaron a hacerlo por motus proprio, que se la juegan.
Al terminar la acción solo quedan bolsas rojas repletas de folletos de colores que resaltan: rojo, rosa, amarillo, verde y muchos más. Todos vienen impresos con una figura de mujer desnuda y un número al lado. Un número que es un precio.

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No sólo las mujeres se sienten parte de esta problemática. Maridos, compañeros de trabajo o de estudio o simplemente transeúntes que con interés se acercan a preguntar,  se suman a dar su apoyo.
Verónica charla con sus compañeras y arranca cada papel a su paso. Mientras algunos miran como si fuese algo anormal o loco, otros, en cambio, se acercan con interés a preguntar. La gente se acerca pensando que promocionan algún producto, pero se sorprenden cuando ven bolsas repletas de folletos.

─ Al principio nos miraban como locas o locos, y nos felicitaban. Otros se burlan o dicen si les hacemos descuento.

La recorrida sigue por Corrientes y Pueyrredón. Un grupo de chicos con uniforme de colegio se acerca a preguntar: ¿Qué hacen? y frente a la respuesta, tal vez como juego o porque lo sintieron en el momento, se suman.

Dos mujeres se acercan a felicitarlas y Verónica aprovecha la situación para invitarlas a participar cualquier martes. Pero algunos tienen miedo, siempre están los que pegan los carteles que se ponen agresivos insultando o amenazándolos si ven que dificultan su trabajo.
Al final de la acción se da una situación confusa. Pero ellos la viven cotidianamente. Un patrullero los quiere correr del camino, mientras que en la misma cuadra un chico pega los avisos.
De acuerdo a ley 4486 se prohíben los avisos publicitarios y volantes que promocionen la oferta sexual en la vía pública. La prohibición alcanza a los avisos que tengan por objeto la promoción de la oferta sexual que se desarrolla y/o facilita en establecimientos, así como la solicitud engañosa de personas destinadas al comercio sexual.

─ Detrás de esas ofertas en un papelito con una foto y un número de teléfono puede que haya una chica raptada, privada de su libertad, con cambio de identidad y separada de su familia. – asegura Verónica.

Alguno de los que andan pegando papelitos comenta que le pagan $16 la hora por hacerlo. Pero alguien gana mucho, pero mucho más con esto y muchas pierden todo: sus derechos, su vida...
La mudanza de los volantes de oferta sexual a las calles de la ciudad, pegados desde hace tanto tiempo y en tantos lados, pasó a ser un objeto más de "decoración" en la ciudad. 
Martes Rojos se propone sostener la visibilidad de la problemática de la trata de mujeres e instalar la idea de que cada ciudadano puede participar en la lucha contra este flagelo a través de una mínima acción, como es despegar los volantes de oferta sexual que se encuentran en la vía pública.

Un mundo diferente no puede ser construido por personas indiferentes. Martes Rojos demuestra que las cosas grandes del mundo sólo pueden hacerse prestando atención a sus pequeños comienzos.