Vende: el mercado del cuerpo humano



(Año X Número X - 2010)

Huesos, pelo, orina, semen y óvulos son algunos de los “productos” con los que lucran diferentes sectores: desde modestos sepultureros, hasta reconocidos laboratorios. Un vacío legal que habilita un negocio turbio. 

Por María Clara Arias

La estudiante de radiología, Rocío Pérez, se dirigió al cementerio de Villegas con el objetivo de conseguir huesos humanos que le sirvieran para sus estudios. “Con el certificado de la universidad no te alcanza nena, tenes que ir a la Municipalidad para que un juez te autorice”, le informó un empleado administrativo. Frente a la negativa, optó por un camino más fácil. Habló con uno de los sepultureros y rápidamente logró lo que necesitaba. Pagó 150 pesos y en una semana el hombre tocó el timbre de su casa con una bolsa negra que contenía un cráneo y los huesos completos de brazo y pierna.

El “delivery de huesos” es muy común entre los estudiantes de medicina, que concurren a cementerios para comprarlos, aún cuando está prohibido. La ley 24193, que regula el trasplante de órganos y el material anatómico humano, prohíbe por medio del artículo 27 toda contraprestación u otro beneficio por la donación de órganos o materiales anatómicos, en vida o para después de la muerte, y la intermediación con fines de lucro.

Sin embargo, la comercialización ilegal de material humano no sólo abarca a los huesos, sino también a la orina, el pelo, el semen y los óvulos. Pero, como estos tres últimos no poseen una mención normativa, la posibilidad de lucro es más sencilla y no posee penalización a cambio.

El precio de los materiales anatómicos varía según las necesidades del comprador y del vendedor. “Un cráneo, huesos de pierna y brazo completos salen 250 pesos, y un esqueleto completo 350. Eso sí, son frescos, en otros lados te dan cualquier cosa que no te van a servir para estudiar”, asegura El pelado, un sepulturero del cementerio de Flores.
Los buscadores de estas “materias primas” suelen ser desde estudiantes, bancos de semen y óvulos, peluqueros que fabrican extensiones y cortinas de pelo natural, hasta laboratorios farmacéuticos.

El material dorado que mueve millones

Todas las mañanas, Bety, una vecina de Lomas de Zamora, deja en la puerta de su casa un bidón lleno de orina que luego pasa a recoger un camión del Instituto Massone. Se estima que hay en la Argentina 165 mil mujeres mayores de 48 años, menopáusicas, que cada semana juntan y le entregan el material dorado al laboratorio, con el fin de hacer una droga para tratamientos de fertilidad.


El Instituto Massone, ubicado en el barrio de Saavedra, es el encargado de trasmutar el líquido ámbar. Su función es extraer una hormona de la orina de mujeres menopáusicas y convertirla en menotropina, una droga que estimula la fabricación de óvulos.

Los camiones recolectan aproximadamente 200 mil litros de orina por día entre diferentes barrios del conurbano. Esta “industria del pis” posiciona a la Argentina como el principal productor mundial del medicamento que se exporta principalmente a Europa y Estados Unidos.

La empresa dice estar en regla con la ley de material humano porque se trata de donación, es decir, las mujeres donantes no reciben ningún pago. A cambio del “oro líquido”, una vez al mes, el laboratorio les envía un obsequio, “pueden ser repasadores, platos, una frutera, recipientes plásticos, o cosas para la cocina” afirma Bety.

Sin embargo, el abogado Sebastián Rodríguez Leal asegura que “igualmente están en falta ante la ley, sólo que lo hacen de manera encubierta porque se protegen bajo el término “donación”, pero en realidad hay una comercialización de material, lo hacen con un fin lucrativo y eso no está permitido”.

El artículo 28 de la ley 24.193 prohíbe todo aquel que recibiera o exigiera cualquier beneficio patrimonial, o acepte una promesa directa o indirecta para obtener órganos o material anatómico, sean o no propios.

Lo curioso es que la mayoría de sus donantes no están del todo informadas acerca del intercambio dorado. “Un día vino una chica de un laboratorio, me explicó que el pis lo usan para un tratamiento que hacen las mujeres que no pueden tener hijos, lo pensé y acepté porque me pareció una buena causa poder ayudar desde mi lugar a esas mujeres”, justifica Bety las razones de su comportamiento. 

Ni un pelo de zonzo

Hace algunos años, en el país comenzó a instalarse la moda de las “cortinas” de pelo, una forma más práctica, y a la vez más elaborada, de “agregarse” cabello. Las “extensiones” evolucionaron hacia un nuevo producto que hace circular muchísimo más dinero, lo que genera un exclusivo mercado de pelo humano.

“El kilo cuesta alrededor de los 1200 pesos, el más buscado es el lacio y negro, el que tienen las bolivianas”, expresa Juana, una peluquera del barrio de Villa Lugano y agrega que “el rubio, el de nena, debe estar alrededor de 1800”. Estos son algunos de los precios que manejan los peluqueros que encontraron en este negocio una forma de ganar mucho más dinero que cortando cabello.

Las personas que se dedican sólo a armar cortinas “se llamarían algo así como cortineros porque no son peluqueros”, afirma JuanaHacen un trabajo de hormiga, ya que compran el pelo por kilo, después arman las cortinas y las venden a las peluquerías. “Los peluqueros no tienen que hacer mucho, porque poner las cortinas no es nada complicado, se unen al pelo con una trenza cocida o con unas hebillitas pero lo caro es el laburo del cortinero”.

La mayoría del pelo viene del norte argentino. En Salta y Jujuy se consigue el mejor porque es lacio y resistente. Además, allí se obtiene a precio muy barato debido a la necesidad de las personas, y en Buenos Aires, lo venden a más del doble, entre 200 y 500 pesos las cortinas y de siete a diez pesos el mechón de extensión, según el largo y la cantidad de pelo.


Por otro lado, parece haber un mercado negro del pelo también: “algunos peluqueros van a comprar cabello de muertos a los cementerios”, según Juana. A los fallecidos les sigue creciendo el cabello después de la vida y según dicen -que es el mejor, porque es virgen y fuerte como el de los niños-. De cumplirse esta situación, similar a lo que sucede con los huesos, la falta es muy grave.

Desde el ámbito legal, Rodríguez Leal asegura que con el pelo la regulación es más difícil: “porque una persona si quisiera podría cortárselo y venderlo, es decisión de ese individuo” y agrega que “habría que ver cada caso en particular, porque el pelo también es un material anatómico humano”. Por lo tanto, la ley rige para ese componente también aunque no tenga una mención propia.


El precio de la semilla de la vida


Cada mes crece la demanda en los centros médicos que realizan tratamientos de fertilización asistida, no sólo por las mujeres que buscan tener hijos y no pueden hacerlo, sino también por la cantidad de donantes que se acercan a los laboratorios para recibir una remuneración a cambio de sus óvulos y espermatozoides.

Como en el caso de la orina y el pelo, en Argentina no hay una ley específica que regule estas técnicas, ni una mención en la de material humano, por lo tanto no está ni prohibido ni permitido pagar. Los laboratorios dan una “recompensa” a la gente que dona sus gametas, que según las características físicas ronda los 500 a 3 mil pesos.

Pero si se trata de un acto de solidaridad, ¿por qué reciben dinero los donantes? Según los centros, porque la donación exige dedicación, estudios, trámites, controles, entre tantas otras cosas, y todo ello implica mucho tiempo. Sin embargo, en su discurso, los laboratorios resaltan que el proceso se puede llevar a cabo “gracias a la ayuda anónima y desinteresada de otra mujer”.

Es curioso que aún no haya salido ninguna ley que regule los tratamientos de fertilización asistida. Los centros médicos establecen una serie de reglas para no tener inconvenientes ni con los pacientes, ni con los donantes, entre las cuales se destacan que la donación debe ser anónima, y gratuita. Los donantes no tienen ningún tipo de derecho sobre el hijo que nace producto de sus donaciones.

En algunos países, como en España, hace cuatro años que ya se sancionó la ley de reproducción asistida, pero en Argentina todavía no existe regulación.“Ni los donantes, ni las parejas que se hacen el tratamiento saben bien qué está prohibido y qué no, y los laboratorios se aprovechan”, explica Rodríguez Leal.

Aunque la ley 24.193 reprima con penas que van de cuatro años de prisión a perpetua a quien compre o venda material humano, “¿a qué material humano se refiere? Porque la ley no enumera ninguno, más que los órganos”, expresa el abogado. Por lo tanto se genera un vacío legal que permite la comercialización de material humano libre y sin condenas.

Los estudiantes como Rocío seguirán concurriendo a los cementerios para comprar huesos, Bety y otras tantas mujeres seguirán llenando bidones todos los días con su líquido ámbar, los centros de fertilización seguirán facturando millones a partir de la donación de gametas, y los peluqueros seguirán comercializando con la cabellera de las personas, si no se crea una ley que regule la situación, o mejor dicho, una ley que al menos detalle qué se entiende por material humano.