Julieta & Julieta: otra historia de amor



(Año XIV Número XIV - 2014)

Por Noelia Avila

"Amor es fuego aventado por el aura de un suspiro,
fuego que arde y centellea en los ojos del amante,
 o más bien es torrente desbordado
 que las lágrimas acrecen,
qué más podré decir de él...
diré que es locura sabia,
hiel que empozoña
 una dulzura
 embriagadora"
 William Shakespeare



Cuando Eva Wilhalm se dio cuenta que le gustaban las mujeres, lo que más le preocupó fue pensar cómo iba a hacer para conocer a una chica. También recordó sus sueños: ser madre y casarse como cualquier otra persona. Eva pensó que eso no iba a ser posible.




Para llegar a la casa en donde viven Eva y Laura hay que atravesar un largo pasillo de baldosones antiguos. El hogar se levanta en dos plantas en el fondo de un ph del barrio de Villa Crespo. Se abre la puerta y se ven cuadros colgando de las paredes de color del living comedor. Allí hay una mesa cuadrada de madera y sillas plásticas estilo vintage color naranja. También hay una mesa ratona, que hace a la vez de altar, con artesanías de distintos lugares del mundo. En la pared que da a la cocina, hay  portarretratos con imágenes de ellas dos en playas de arenas blancas. Tienen poca ropa y están acariciándose. Los ojos azul profundo de Laura abrazan los de Eva.

En la habitación principal hay una cama de dos plazas con acolchado violeta y almohadones fucsias. Unas lucecitas de esas que se usan para el arbolito de navidad le dan un marco romántico a ese cuarto repleto de zapatos, vestidos, pantalones, colores y texturas.

Sobre el baño hay una escalera de material revocado que permite acceder a dos habitaciones más.

Todo está desordenado. Es una casa de mujeres que entran y salen varias veces al día. Puede que llegue Eva de hacer nail arts, de dar clases de teatro, de recitar poesías en algún bar o de ensayar. Puede que llegue Laura de dirigir alguna obra o también de un ensayo. Siempre las espera “Valentina”, una perra cocker de pelo marrón claro.

En toda la casa se respira arte, arte y libertad.

Eva Wilhalm nació un 25 de mayo de 1983 en Lima, Perú. Es la primera hija de Gerard, también peruano, representante de la industria del cine alemán en la argentina. Y de Sandra, maestra jardinera  e hija de artistas.

Creció buscándose en relaciones efímeras con algunos chicos y soñando con ser actriz. La primera vez que Eva besó a una mujer tenía 18 años.

-Durante un viaje a Alemania con mis padres, cuando tenía 15 años, me la pasé llorando y pensando en una chica que iba a teatro y que era más grande que yo. Ahí supe que me gustaban las mujeres.

Un día, Eva no aguantó más ese secreto que sentía que le comía la piel, y le dijo a su madre:

-Hay cosas mías que vos no sabés y nunca te voy a poder decir.
-¿Te drogas?, ¿Estás embarazada?, ¿Mataste a alguien? Fueron las preguntas que le hizo Sandra.

Cuando Eva le dijo la verdad, su madre se puso a llorar “como si fuese lo peor que podría haber escuchado”, cuenta Eva mientras toma aire y lo expulsa fuerte como si otra vez se quitara una mochila de encima.

-Después ella le contó a mi papá y sé que él rompió una lámpara.
Pasaron los  meses y Eva se puso de novia con un chico, Marcelito. “Pobre Marcelito”, dice hoy cuando lo recuerda. Después volvió a salir con una chica y ahí su madre le leyó un mail.

-¿Estás saliendo otra vez con una mujer?

-Sí, ¿Y sabés qué? Me encantaría que lo aceptes porque no lo voy a cambiar- le dijo ella con una seguridad que nunca antes había sentido.

Desde ese momento supo que sus padres, tarde o temprano, iban a entenderlo. En el 2006 Eva conoció a Laura y al mes se fueron a vivir juntas. Cuando  decidieron casarse, ambas familias les dijeron:  

-¿Para qué tiran de la cuerda si nosotros ya las aceptamos?

Laura Roman nació el 18 de diciembre de 1974 y, a los 16 años, atraída por la actuación, comenzó a estudiar teatro. Luego le sumó dirección, dramaturgia y la carrera de puesta en escena.

-Yo me lo había preguntado varias veces, pero hasta los 23 años no estuve con ninguna mujer- cuenta Laura que frunce el entrecejo como si tuviera que hacer fuerza para recordar sus primeras experiencias.

La madre de Laura falleció de una enfermedad terminal cuando ella tenía 18 años así que nunca supo nada. La primera de la familia en saberlo fue Carola, su única y menor hermana.

-Ella me decía: ¿Para qué le vas a contar a papá si ahora no estás de novia con nadie?
Pero Laura sintió que se lo tenía que contar igual.
-Papá te tengo que decir algo.
-¿Qué pasa Laura, estás con un amigo mío?- preguntó Antonio como si no quisiera escuchar la verdad.
-¡Si no tenés amigos papá! Es sólo que me gustan las mujeres…
-¿Quién, tu amiga Cecilia te gusta? ¡Pero no es linda esa chica!- recuerda Laura y deja salir su risa de sus mejillas llenas de pecas.

-Entréguense mutuamente los anillos como símbolo de la alianza de lo que han celebrado. Laura a Eva, Eva a Laura. Y sean fieles al amor que las condujo hasta aquí- dijo el cura protestante que ofició la ceremonia celebrada el 21 de enero de 2009 frente a un altar montado en un campo de la localidad de Benavidez.

Una de ellas tenía un vestido blanco con la espalda descubierta y un lazo rosa pálido que caía alrededor del comienzo de su cadera. Su piel blanca y su delgadez se dejaban ver por ambos costados del cuerpo. Por encima de su cabello suelto, rubio y ondulado posaba una coronita de pequeñísimas flores naturales de colores.

La otra lucía un vestido marfil al cuerpo, con un lazo negro que rodeaba su diminuta cintura. Y sus rulos dorados estaban recogidos en un rodete alto por encima de su nuca. Una era Eva, la otra era Laura, pero esa calurosa tarde de enero podría decirse que fueron una.


Ambas parecían haberse escapado de “La primavera” de Botticelli.
Un rato antes sus padres las habían acompañado del brazo por un caminito que las llevaba al altar. El padre de Eva, Gerard, no pudo contener las lágrimas cuando el pastor comenzó a hablar.

El sonido de unos violines invitaba a la gente a entrar a una gran carpa blanca. Allí estaban  preparadas las mesas y la pista de baile. Laura y Eva se calzaron unas zapatillas All Star y unos músicos, vestidos de traje negro empezaron a tocar el vals. Entonces ellas se miraron a los ojos y empezaron a bailar. Los invitados también lo hicieron. Bailaron mujeres con hombres, mujeres con mujeres y hombres con hombres.

Un mes antes, en diciembre de 2008, Laura y Eva se habían unido civilmente en el registro de la calle Uruguay en Capital Federal.

En el año 2002, Buenos Aires se había convertido en la primera jurisdicción de América Latina en legalizar la Unión Civil entre personas del mismo sexo. Sus alcances eran limitados pero sirvieron como base para que en el 2010 se haga efectiva la Ley de Matrimonio Igualitario. Ley con la cual se ampararon, para las familias homoparentales, los mismos derechos que las familias heterosexuales. Ambas habían elegido vestidos ajustados y cortos con los cuales dejaban lucir sus largas piernas. Brillaban como si una luz las estuviese iluminando permanentemente. Igual que en sus ensayos.

-¿Chicas de dónde conocen a sus testigos?- preguntó la  jueza que oficiaba la unión.
-Selva es una amiga mía de toda la vida- dijo Eva.

-Darío fue mi novio durante cuatro años- contó Laura y lanzó una carcajada. Familiares, amigos y jueza incluida estallaron en una risa que inundó el salón.

La primera vez que el test dio positivo lo gritaron a los cuatro vientos.

Hubo más de un intento. Laura y Eva primero recurrieron a un banco de inseminación artificial. Hubo dos tratamientos, pero con ninguno de ellos. Laura quedó embarazada. Después de un tiempo pensaron en un amigo gay que tenían en común.
 -Fuimos totalmente honestas con él -cuenta Eva-. Nos sentamos en un bar y le dijimos: “Queremos que seas el donante para poder tener nuestro hijo”

En el primer intento con Mario como donante, el embarazo se interrumpió de manera natural. El dolor por la pérdida de esa ilusión las distanció.

-Como pareja nos sobrepasó- recuerda Eva con angustia y los ojos nublados. 
Pasó un año y ambas conocieron a otras personas. Pero un día volvieron recordaron su sueño: formar una familia y envejecer juntas. Entonces apostaron a su amor.

Una mañana de julio Mario volvió a la casa de Eva y de Laura. Laura se recostó en la cama y apoyó sus caderas elevadas sobre un almohadón. Luego, Eva cargó la muestra de esperma en una jeringa sin aguja. La insertó suavemente en la vagina de Laura, lo más adentro que pudo. Después, la retiró y Laura se mantuvo en reposo unos treinta minutos.

Se abre la puerta de la casa y se ven juguetes por todas partes. En la pared que da a la cocina, ahora hay al menos veinte portarretratos de distintos colores. Las fotos son de hijas que se convirtieron en madres, de hermanos y amigos que se convirtieron en tíos y tías, de padres que se convirtieron en abuelos, y de abuelos que se convirtieron en bisabuelos de la pequeña Lina.

-¡Lini te vas a caer!- grita Eva mientras la baja de la escalera.
-¡Amor, no la saques así!- dice Laura que trajo un rollo de papel gigante y crayones para dibujar en el piso.

Lina llegó al mundo a la 1:50 del 10 de abril de 2013, con 3 kilos 450 gramos de amor y dos madres que la esperaban con ansias.

El 4 de marzo Eva y Laura se habían unido en matrimonio bajo la nueva ley.
-Fue un trámite, nosotras sentíamos que ya nos habíamos casado. Pero necesitábamos asegurarnos que las dos tendríamos derechos sobre nuestra hija- explica Laura.

-Uno no sabe lo que es ser madre pero yo además no entendía cuál iba a ser mi rol- cuenta Eva, quien durante el embarazo se preguntaba: “¿Voy a tener que ser como un padre?"

Una vez por semana Mario cuida a Lina por algunas horas. Ambas madres, delante de la beba, se refieren a él como “papá”. Pero los ojos de Laura muestran cierto temor.
-Yo no quería decirle “papá” pero se fue generando un vínculo- confiesa Laura.
-Antes de que Lina naciera yo tenía miedo, pero ahora siento que tengo mi lugar. Me siento segura- agrega Eva mientras su nueva melena castaño oscuro asoma por sus hombros.
Para el 2015 planean buscar otro bebé. Entonces será el turno de Eva.
-Vamos a volver a elegir a Mario como donante- admiten ambas con convicción.
-Sí, me parece que lo que decidimos es complejo pero está buenísimo- agrega Laura.
Lina se tira en el suelo a pintar. Tiene el pelo dorado, con rulos en las puntas, y los mismos ojos azul profundo que su madre biológica, pero en su partida de nacimiento Lina, es Lina Wilhalm Roman.