El paco, un mal que crece de la mano de la indiferencia
(Año XII Número XII - 2012)
Su aumento en los últimos años conforma un negocio
millonario, cuyas bases se encuentran, principalmente, en los barrios más
carenciados del conurbano bonaerense y Ciudad de Buenos Aires. La batalla de
una organización que contiene y da tratamiento a sus víctimas. El drama en boca
de sus protagonistas.
Por Rodrigo Sanchez
“Si tus padres no te dan bola, nadie te da bola, no te
importa nada. No me importaba laburar, no me importaba estudiar, mis viejos no
me daban ni bola. A ellos no les importaba si yo estaba, si no, qué hacía, qué
no hacía… Y la droga funciona como una especie de cáscara, de escudo, qué se
yo, algo que te proteja o te saque de todo eso”.
Esas son las palabras de Gastón, un joven de 24 años
que concurre a la organización civil “Hay otra esperanza”, un centro de
prevención y contención para las personas que sufren adicción a cualquier tipo
de droga, especialmente el paco.
Rita Díaz, junto a otras madres cuyos hijos habían
caído en las redes del poderoso estupefaciente, fundó la institución en el
2003, cuando no encontró respuesta ni en los funcionarios ni en los organismos
a los que acudió por ayuda: “Nos juntamos unas 100 madres, empezamos a
marchar todos los jueves a Plaza de Mayo para que nos escuchen, pero nunca nos
dieron bola”, recuerda.
El lugar donde está ubicado el centro explica y
justifica su existencia. Costea la villa conocida como 1-11-14, sobre la
avenida Francisco de la Cruz, entre Perito Moreno y Erezcano, en la zona del
Bajo Flores. Allí, el comercio, la venta y la presencia de drogas son moneda
corriente.
Gastón, al igual que Cristian, Darío, Vanesa y una
docena más de jóvenes, concurre al Centro porque allí encuentra un lugar de
contención y ayuda para distraer sus sentidos y sus pensamientos del mal que lo
aqueja desde hace varios años. “Quitarles la adicción es el fin último, aunque
en más de un caso lo hemos logrado”, señala Rita, aunque reconoce que los
chicos suelen tener varias recaídas y “van y vienen”.
No es tarea fácil la de Rita y el resto de las madres,
ya que el paco representa la más poderosa droga ilegal debido a su enorme poder
de adicción y su facilidad para ser conseguida, ya que cada “unidad” cuesta
sólo 6 pesos y los lugares donde se la puede obtener son de público
conocimiento en el barrio.
“Los pibes saben adónde tienen que ir para conseguir un poco de esa
porquería, sólo tienen que ir y se la venden. La policía también lo sabe. Todos
los saben. Pero nadie hace nada”, explica Rosa Vázquez, otra de las madres.
“Hay otra esperanza” es una organización civil cuyo objetivo radica en la
prevención y la contención a las víctimas de la pasta base a la que concurren
tanto adolescentes como pequeños, quienes podrían ser potenciales víctimas del
paco. Ellos, según las palabras de las madres, no son ingenuos con respecto a
la problemática que rodea sus vidas y, incluso, temen por caer el día de mañana
en la adicción ya que el consumo del paco está permanentemente a su alcance.
Cifras que preocupan
El paco hizo su aparición en la Argentina durante la última gran crisis que
tuvo el país, a comienzos de la década pasada, en el año 2001, cuando los narcotraficantes se dieron cuenta de que, por
aquella época, con la devaluación del peso respecto al dólar, la gente no tenía
dinero para pagarles. Decidieron entonces aprovechar los restos de la
fabricación de la cocaína y venderla en los alrededores de las“cocinas”, los laboratorios clandestinos donde es elaborada.
En el último Estudio
Nacional sobre Consumo de Sustancias Psicoactivas realizado por la
Secretaría de Lucha contra la Drogadicción y el Narcotráfico (Sedronar) en el
año 2009, se comprobó que el consumo de pasta base o paco ocupa el tercer lugar
entre las drogas ilícitas, con el 1,8 por ciento; luego de la marihuana y la
cocaína.
Además, el organismo nacional dio a conocer en sus
últimas estadísticas que hay unos 85 mil consumidores de paco en el país, con
lo que, en términos hipotéticos, se podría suponer que si el paco fuera una
empresa, se intercalaría entre los puestos 70 y 80 del ranking de facturación
de las compañías argentinas.
Más problema que solución
En cuanto a los institutos de rehabilitación,
las madres sostienen que los trámites son muy complicados y hay muchas trabas
burocráticas que demoran la internación, lapso durante el cual la situación de
sus hijos empeora. “En los Centros Provinciales de Atención a las Adicciones
(CPA) te dicen que te lo lleves al chico, no te dan para la internación. Como
el tema se va dilatando, el pibe va perdiendo la esperanza, tiene recaídas y no
parás nunca”.
Rosa hace una distinción entre los institutos que son
a puertas abiertas y aquellos a puertas cerradas, pero rescata un punto en
común: “Los pibes salen peor de lo que entran. Un día nos
disfrazamos con Rita de hermanas. Fuimos a un instituto a hablar con el
director y él mismo nos mostró la cantidad de consumo que entraba. En todos los
institutos de menores que mi hijo recorrió, no hubo uno en el que no
consumiera. El chico que consume paco se va sí o sí en puertas abiertas. Con
puertas cerradas tiene más contención”.
La contención, un factor clave
La atención y la compañía de la familia y el medio circundante son
factores determinantes para atender esta problemática, cuentan las
madres. Todos los chicos del centro coinciden en que una de las mayores
tristezas que sentían se debía a la falta de elementos materiales y el
cariño de su familia.
“Cuando vos estás drogado y no tenés laburo, no
tenés guita, nada, tenés que conseguir las cosas de alguna manera. Yo quería
muchas cosas. Quería ropa, quería una buena campera, unas buenas zapatillas,
quería minitas. Y si vos estás bien empilchado, bien trajeado como dice la
gente que sabe hablar, te va bien con las minitas, las minitas te dan bola. Y
yo quería todas esas cosas”, confiesa Gastón.
No sólo Gastón reconoce el valor del afecto que
reciben en la institución. Todos los chicos que asisten a “Hay otra Esperanza”
ponderan el cariño y la atención que Rita, Rosa y el resto de las madres
depositan en ellos como una de las cuestiones que más disfrutan del lugar y que
los ayuda a sentir deseos de seguir adelante.
Gastón es uno de los mejores exponentes de esta
problemática: “Es horrible no tener con quién hablar, no tener una madre que le
importes, que te pregunte cómo te fue en la escuela, qué tal tu día. Una madre
que te dé un beso, que te dé un abrazo, que cada tanto te haga un cariño, no
digo siempre, pero que te dé un beso cada tanto.”
Recuadros
“Hay otra esperanza” es una organización civil
fundada a finales del 2003, situada en la zona del Bajo Flores, en la Ciudad de
Buenos Aires. Su propósito es dar contención a las personas que sufren algún
tipo de drogadicción y prevenir el ingreso de otros a esta problemática. A la
misma concurren una docena de chicos que, por lo general, se enteran con el
boca en boca. Además, dicta cursos y talleres de distintas disciplinas, como
dibujo, danzas y gimnasia. Los cursantes se dividen por edad y van desde los 4
a los 30 años.
El paco en números
6: el precio
que cuesta conseguir una unidad de paco, en valor pesos.
1,8: el porcentaje
de consumo de paco en el país. Es la tercera droga ilícita más consumida, luego
de la marihuana y la cocaína.
14/15: La edad en la
que la mayoría de los adictos comienzan a consumir el estupefaciente.
12: el promedio de
chicos que concurren al Centro para superar su adicción
2: Los jóvenes que pudieron salir de la problemática, en
los once meses que existe la institución