Especímenes - La abuela de los yuyos



(Año IX Número IX - 2009)

Las abuelas que lo curan todo con "un tecito" son una extraña especie dedicada a descubrir cuál es la mejor alternativa natural ante cualquier producto en el mercado farmacéutico.

Por Daniela Ruiz Díaz




Existen distintos tipos de abuelas: están las adorables, las cargosas e insoportables, las que son una eminencia en el arte culinario, las que se desviven por sus nietos y se convierten en la “segunda mamá”, e incluso las que tejen los 365 días del año prendas para toda la familia aunque después nadie use esas indiscretas bufandas multicolores. Pero hoy vamos a poner la lupa en aquellas particulares abuelas que creen tener el remedio para todo tipo de dolencia y malestar corporal. Ante el primer síntoma de enfermedad, ella estará lista para sumergirse en la preparación de infusiones caseras.

“No hay nada mejor que la caña con ruda” repite la ancianita todos los años cuando llega agosto. Ella jura que esa mezcla milagrosa es capaz de prevenir cualquier tipo de resfrío, siempre que se la ingiera en la fecha indicada. Si alguien no obedece su sugerencia, ella tendrá preparada un puñado de rosa mosqueta disecada. “Te tomás un tecito de estas hojas y santo remedio”, dice la abuela mientras embadurna su cara con un puré de banana y zapallo que le deja la piel “estiradita”. Las recomendaciones continúan: para lograr resultados óptimos hay que acompañar el té con la inhalación de vapor a base de eucaliptos. “Eso es mejor que la nebulización”, recomienda, y reitera por enésima vez: “mi madre siempre nos curó con esto y nunca necesitamos de ese aparato”.

Ella siempre encuentra solución para todo. Para un dolor muscular sugiere masajear la zona afectada con porotos blancos partidos o, en su defecto, aplicar una mezcla de hojas de tabaco y caña para eliminar la contractura. Y es la nuera, principalmente, quien debe soportar la catarata de consejos sobre su cabeza. Empecinada en que sus nietos “crezcan sanitos”, la abuela recomienda sumarle a la dieta diaria una porción de semilla de lino y cebada para tener huesos fuertes, una bebida hecha a base de barba de choclo para el desarrollo muscular, así como malvón y savia para un pelo brillante (que también se puede complementar con una pegajosa máscara capilar a base de miel, huevo y aceite de oliva).

En días en que la gripe asusta, en la que la vacuna antigripal es casi un trámite obligatorio ante la llegada de cada invierno, en una época en la que el nombre de la droga capaz de combatir el virus de la N1 H1 resuena a menudo en los oídos de los habitantes de todo el planeta, esta peculiar abuela seguirá encomendando su salud a ese número infinito de frascos y paquetitos de yuyos, ordenados alfabéticamente, que guarda en su alacena. Confiará en cualquier otro mejunje casero mucho más que en cualquier sustancia que se consiga en la farmacia. Pareciera ser una especie de alternativa subversiva ante el oscuro negocio capitalista de los medicamentos. Ella tiene su argumento: “así me crié yo y mirá qué bien que estoy”.