Efecto Mariposa - Gardel, Maradona... y Aerolíneas

(Año IX Número IX - 2009)

Entre los pasajeros que se encuentran varados en diferentes partes del mundo debido a las reprogramaciones de los vuelos de la empresa Aerolíneas Argentina, comienzan a escucharse murmullos que coinciden en preguntar: ¿qué habría pasado si esta compañía nunca se hubiese privatizado? 

Por Mauro Brissio

Antes de protagonizar una de las privatizaciones más escandalosas de la década neoliberal, Aerolíneas Argentina era junto a Gardel y al Diego uno los mayores orgullos de esta tierra. Poseía un personal altamente calificado, una flota moderna -con numerosas rutas internacionales y nacionales- y cumplía una función clave en la integración de las regiones del país.

En ese momento, para desconocimientos de muchos y conocimiento de muy pocos, la empresa aérea generaba un excedente operativo muy importante. Sin embargo, fue la primera empresa que se vio sacudida por la ola privatizadora de los ’90, controlada por los economistas ortodoxos.

Uno de los primeros planes del ex presidente Carlos Menem cuando asumió en 1989, estuvo vinculado a la privatización de la compañía aérea. Este plan se concretó al cambiarse su tipo societario de Sociedad del Estado a Sociedad Anónima. El Gobierno vendió el 85 por ciento de Aerolíneas Argentinas a un grupo español, liderado por Iberia, a cambio de 260 millones de dólares en efectivo y otros 2040 millones de dólares en bonos de la deuda externa argentina.

La justificación fue la misma que se empleó para otras privatizaciones: la empresa necesitaba ser más eficiente y, dadas las condiciones en que se encontraba en ese momento el estado Argentino, le resultaba imposible hacerse cargo de las inversiones necesarias para ganar competitividad a nivel mundial.

Ahora, sabiendo que la privatización causó el arqueo de caja más deficitario en la historia de la empresa aérea, uno puede preguntarse qué sucedería hoy si Aerolíneas quedaba en manos del Estado.

Seguramente, y siguiendo con la misma lógica con que operaba la empresa hasta antes de su entrega, las ventas de pasajes no habrían caído un 40 por ciento, ni tampoco el déficit seria el mismo que el de la actualidad, que ronda los 16.800 millones de dólares.

Y aunque este análisis contra fáctico presentado en el párrafo anterior fuese erróneo en materia económica y existiera un superávit, la cuestión es más compleja en el plano emotivo. Si Aerolíneas no hubiese sido vendida, seguiría siendo de todos, un gran orgullo nacional. Como dice el gran Alejandro Dolina: “más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables”.