Croquis Nacionales - Luz roja para todos

(Año IX Número IX - 2009)

Los altos índices de muertes por accidentes de transito ya no son noticia en la capital, pero la realidad muestra esta tragedia cotidiana se padece en todo el país

Por Federico Adalián

Muchos suponen que el ritmo de vida extremadamente acelerado de la cuidad, en contraste con el del interior, marca tendencias más pronunciadas a la falta de respeto hacia las normas viales. En cuestión de volumen, esto es cierto: de todas las rutinas diarias del país, la bonaerense fluye a miles de kilómetros más por día, y cada vez parece subir un cambio más.
Otras personas simplemente sentencian que “el porteño es irrespetuoso por naturaleza”: confiado en la soberbia del “a mí no me va a pasar”, la imprudencia los estrella contra choques terribles. En una encuesta realizada en la Ciudad de Buenos Aires por la Asociación Luchemos por la Vida, se preguntó a los conductores cómo se consideran en comparación con los demás, y el rotundo 55 por ciento no dudó en ubicarse en la categoría de “conduzco mejor”.

Sin embargo, según estadísticas de esta ONG, sólo en el 2008 se registraron 8205 muertes que se traducen en un promedio diario de 22 decesos por este tipo de incidentes. Del escalofriante número, los accidentes trágicos en la Capital Federal solo representan cerca del 30 por ciento del total (3195).

De este modo, teniendo en cuenta que la población total estimada del país es 40.134.425, 14 personas por kilómetro cuadrado, y que, según el último censo nacional, el número de habitantes del territorio bonaerense es de 14.917.940, casi la mitad, los datos sugieren que Buenos Aires es solo una mancha de aceite más en el cuadro completo de fatalidades viales argentinas.

Entre las provincias que registran más muertes por accidentes de tránsito en el 2008, detrás de la Capital, aparecen en primer lugar Santa Fé con 698, Córdoba con 603 y luego Mendoza con 431. En el otro extremo tenemos a Tierra del Fuego, con solo 23.

El tranquilo interior argentino figura ahora como una extensión de esta pista de autitos chocadores en la que se está convirtiendo poco a poco el país, y ya solo queda aceptar la realidad de que todos somos parte del mismo juego y responsables de sus consecuencias.